Iglesia como el Cuerpo de Cristo, Lapor Witness Lee
ISBN: 978-0-7363-4182-0
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
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Tal vez algunos hermanos y hermanas piensen que mientras haya una iglesia, allí estará la autoridad. En realidad, esto no es así de sencillo. La norma de la iglesia es bastante elevada y rigurosa. A fin de satisfacer la norma de la iglesia es necesario que abandonemos el pecado, el mundo y la carne; también es necesario que seamos completamente aniquilados. Aunque hay opiniones entre las iglesias de Taiwán, hablando de un modo general, los santos están en unanimidad. Sin embargo, aún debemos confesar que no hemos visto mucho el asunto de la autoridad.
No hemos percibido lo suficiente la autoridad en las iglesias, debido a que en la iglesia abundan nuestra tolerancia, paciencia, mansedumbre, amabilidad u otras virtudes humanas. Todas estas virtudes proceden del hombre y pertenecen al hombre. Es posible que todas estas virtudes positivas simplemente sean elementos humanos. Si ésta es nuestra situación, la salvación de Dios en nosotros sigue siendo superficial y carece de profundidad. Nuestra persona, nuestro yo, debe ser subyugado, quebrantado y anulado por Dios porque en nosotros aún existen muchas cosas que no han sido edificadas sobre la roca que es Cristo y porque, de hecho, todas ellas son ajenas a Cristo.
Cuando elementos que son ajenos a Cristo están en nosotros, no puede estar presente la autoridad. Es posible que tengamos cosas buenas, recibamos alabanzas de los hombres, seamos dóciles y mansos, e incluso seamos fervientes en nuestra obra; sin embargo, no tenemos autoridad. La autoridad se halla en la iglesia, y la iglesia es sostenida por Cristo. En otras palabras, la iglesia es edificada sobre Cristo, y Cristo mismo es el material con el cual la iglesia es edificada. La medida en la que el elemento del “hombre” esté presente en la iglesia, en esa misma medida se reducirá la autoridad. La cantidad del elemento de Cristo que haya en nosotros determinará la medida de autoridad que tengamos. Es posible que algunos piensen que si oran mucho, tendrán mucha autoridad; esto está equivocado. Tal vez reciban un poco de poder después de haber orado, pero no recibirán autoridad. El verdadero poder se halla en la autoridad. Por favor, recuerden que la autoridad proviene de lo que se ha edificado sobre Cristo; la medida de autoridad que tengamos dependerá de cuánto hayamos sido edificados sobre Cristo.
Ser edificados sobre Cristo equivale a edificar con Cristo como el material. La medida de autoridad presente en la iglesia depende del grado al cual la iglesia haya sido edificada con Cristo como el material. No debemos desechar solamente las cosas negativas que hay en nosotros, sino también las cosas positivas. Debemos aprender a ser disciplinados y quebrantados por Dios. Esto no debe ser simplemente una cuestión de doctrina, sino de experiencia. A medida que el Señor nos ilumine, Él nos tocará poco a poco, para mostrarnos que algunas cosas que son buenas y correctas en nosotros no han sido edificadas sobre Cristo, es decir, no han sido edificadas con Cristo como el material ni tampoco por Cristo en nuestro interior. Tales cosas pueden ser buenas, pero proceden de nosotros, no de Cristo.
Algunos santos dicen que es difícil estar en unanimidad porque quienes son más hábiles y competentes no muestran mucho interés en ellos. Incluso si tuvieran esta clase de “unanimidad”, ello no tendría ningún valor. La verdadera unanimidad depende de cuánto hayamos sido tocados por Dios; si nuestra competencia, debilidad, capacidad o incapacidad ha sido tocada por Dios, tendremos la verdadera unanimidad. Únicamente aquella parte de nuestro ser que ha sido edificada sobre Cristo, es decir, edificada con Cristo como el material, tiene verdadero valor. Únicamente el área de nuestro ser que ha sido quebrantada por Dios está relacionada con la iglesia, y únicamente en dicha área está presente la autoridad: una esfera en la cual Dios gobierna.
Teóricamente, todos los santos deben tener muy claro este punto; sin embargo, después de haber servido en la iglesia por cierto periodo de tiempo, comprobaremos que aún tenemos el elemento del yo. Aparentemente, tal vez no tengamos muchos pecados ni mucho del mundo, ni de la carne; no obstante, los elementos de nuestro propio ser siguen presentes en nosotros. Es preciso que el Señor nos muestre que nuestro ser es el mayor enemigo de Cristo y el mayor obstáculo para Cristo; nosotros impedimos que la autoridad de Dios sea expresada, y anulamos la iglesia, para que no pueda ser formada.
Cierta iglesia local frecuentemente ha sido muy elogiada y considerada como una iglesia verdaderamente maravillosa, y nosotros también consideramos que es bastante buena cada vez que vamos allí; sin embargo, no tiene mucho del elemento de Cristo. ¿Qué significa esto? Significa que aunque la iglesia es buena, todas las cosas allí contienen el elemento del hombre. Aunque no son cosas malas, todas ellas contienen el elemento del hombre. Percibimos que es el hombre y no Cristo quien está allí presente y que la iglesia en ese lugar ha sido edificada con el hombre y no con Cristo como el material.
Todos debemos aprender la lección de pasar por la experiencia de la cruz y ser filtrados por la cruz. Cuando sentimos que Dios nos toca, debemos tomar medidas conforme a dicho sentir; esto es muy valioso. Cuando tenemos un sentir con respecto a determinado asunto, debemos permitir que el Señor nos juzgue. Mientras experimentamos a Dios y le servimos, es posible que tengamos el sentir de que Él está tocando algo en nosotros, mostrándonos un elemento particular de nuestro yo. Él nos muestra algo que no ha sido edificado por Cristo, que no ha sido edificado con Cristo, y que no ha sido edificado sobre Cristo. Si no ignoramos este sentir, la luz en nuestro interior aumentará cada vez más. Si damos un paso adicional y tomamos medidas con respecto a este sentir, seremos liberados. Podemos experimentar esto en momentos cruciales de nuestra vida a medida que Dios nos hace pasar por estas situaciones. Aun si llegamos a caer y sentimos que no podemos levantarnos, la gracia de Dios vendrá a ser nuestro suministro, a fin de ayudarnos a estar en pie nuevamente.
Lamentablemente, cuando Dios nos ilumina y conmueve nuestros sentimientos, muchas veces somos negligentes y dejamos que el sentimiento pase sin darle ninguna importancia. En gran parte, ésta es la razón por la cual los servicios y las actividades en las iglesias todavía continúan tan llenos de los elementos del hombre. No son muchos los que han sido tocados por Dios o se han postrado delante de Dios. Debemos estar dispuestos a decir: “Señor, perdóname. Esto proviene de mí; estoy usando mi yo como el material. No estoy edificando sobre Cristo ni por medio de Cristo”. Si dijéramos esto más a menudo, todas las iglesias serían diferentes. Cualquier iglesia en la cual podemos tocar la autoridad de Dios es una verdadera iglesia, una iglesia que es edificada con Cristo. Una iglesia no puede existir si los santos de esa localidad no son edificados por Cristo, sobre Cristo ni con Cristo. Tal vez se reúnan juntos y lleven a cabo ciertas actividades, pero la realidad de la iglesia no estará presente.
Si la realidad de la iglesia no está presente, tampoco estará presente la autoridad. No podemos separar la iglesia de Cristo, ni tampoco podemos separar la iglesia de la autoridad. Solamente cuando toquemos a Cristo y lo expresemos en nuestro vivir, la iglesia estará presente. Únicamente cuando permitamos que Cristo sea edificado en nuestro ser, la iglesia será real. Éstas son palabras de experiencia y no expresiones doctrinales. Doctrinalmente hablando, la iglesia siempre existe; sin embargo, conforme a la experiencia, la iglesia no existe si somos edificados únicamente con las cosas del yo, las cosas del hombre, y no con Cristo. No necesitamos ser provocados en nuestra carne ni involucrarnos en disputas para que la iglesia sea anulada; pues entre tanto que edifiquemos con el yo, la iglesia no estará presente. Cuando la iglesia no está presente, la autoridad tampoco está presente, y las personas no podrán percibir la autoridad en la iglesia. Quiera el Señor mostrarnos que únicamente podrá haber autoridad en aquella iglesia que sea edificada por Cristo, en virtud de Cristo y con Cristo mismo como el material.
Además de esto, debemos prestar especial atención a un asunto. Debido a que nuestra reunión es un tiempo en el que recibimos bendición, a menudo nos sentimos entusiasmados; es difícil evitar por completo una atmósfera animada, debido a que somos humanos. Sin embargo, debemos tener presente que esta alegría, este entusiasmo, a menudo es un velo que impide que seamos iluminados. En Mateo 11:29 el Señor expresó Su deseo por que nosotros fuéramos mansos y humildes de corazón, tomáramos Su yugo y aprendiéramos de Él. Cuando nos reunimos, no debemos emocionarnos mucho, porque esto fácilmente puede hacer que nos comportemos descuidadamente. Así como dejamos nuestras obligaciones personales y nuestros quehaceres domésticos para reunirnos, buscar a Dios y aprender algo de Dios, de la misma manera debemos estar dispuestos a evitar toda conversación innecesaria que pueda convertirse en una distracción. Por supuesto, esto no significa que debamos descuidar las verdaderas necesidades espirituales.
Ser iluminados es algo que depende de la misericordia de Dios; no necesariamente seremos iluminados cada vez que pidamos que esto suceda. Sin embargo, sí debemos asumir parte de la responsabilidad de ser iluminados. En un día despejado y con sol, algunos reciben luz, mientras que otros no. Recibir la luz del sol es la responsabilidad del hombre. Si estamos sumamente entusiasmados, hablamos demasiado o desbordamos de ánimo, estaremos edificando un “muro alto” que impedirá que la “luz del sol” penetre. Todos debemos aprender a estar calmados. Por supuesto, eso no significa que no podamos orar en voz alta, pero debemos tener cuidado si nuestra voz perturba a otros en su espíritu. Los chinos suelen decir que la poesía es la forma más bella de escribir; en el ámbito espiritual, las oraciones y las alabanzas son lo más hermoso. Las palabras que expresamos en nuestras alabanzas son palabras hermosas, mientras que las palabras que expresan enojo son las más desagradables. Si nuestra voz es demasiado fuerte o si el tono con que hablamos es demasiado alto, perturbaremos el espíritu. El espíritu es la parte más tierna y delicada del hombre. Si damos libertad a nuestras emociones y nos dejamos llevar por nuestros impulsos, el espíritu no será liberado. Sin embargo, si estamos en el espíritu y tocamos el espíritu, habrá un eco de este espíritu en lo más profundo de los santos.
Espero que lo que hemos compartido nos ayude a comprender que la razón por la cual perdemos la bendición del Señor es que a menudo nos distraemos. Cuando asistamos a las reuniones en distintas localidades, no debemos dedicar mucho tiempo a hacer compras o a visitar familiares y amigos. Estas cosas pueden ofender al Señor y hacer que perdamos Su bendición. Perderemos la bendición del Señor si gastamos todo nuestro tiempo haciendo compras o visitando a nuestros familiares y amigos. Debemos entender que la misericordia de Dios no depende de cuánto queramos o corramos; en lugar de ello, debemos asumir parte de la responsabilidad para estar en una condición que nos conduzca a recibir misericordia. Quiera el Señor concedernos Su gracia.
Nota: Esperamos que muchos se beneficien de estas riquezas espirituales. Sin embargo, para evitar cualquier tipo de confusión, les pedimos que ninguno de estos materiales sean descargados o copiados y publicados en otro lugar, sea por medio electrónico o por cualquier otro medio. Living Stream Ministry mantiene todos los derechos de autor en estos materiales, y esperamos que ustedes los que nos visiten respeten esto.