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Resultado de la dispensación de la Trinidad procesada y la transmisión del Cristo que lo transciende todo, Elpor Witness Lee

ISBN: 978-0-87083-788-3
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Actualmente disponible en: Capítulo 8 de 11 Sección 5 de 6

TODO LO QUE DISPENSA EL DIOS TRIUNO PROCESADO SON BENDICIONES ESPIRITUALES

En Efesios 1 el dispensar es crucial. Efesios 1:3 dice: “Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos bendijo con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo”. Las bendiciones que disfrutamos son bendiciones espirituales. Sin duda, estas bendiciones las lleva a cabo el Espíritu. De otra manera, no serían llamadas bendiciones espirituales. Estas bendiciones espirituales están en los lugares celestiales y en Cristo.

EL DISPENSAR DE DIOS EL PADRE AL ESCOGER
A LOS CREYENTES PARA HACERLOS SANTOS PREDESTINANDOLOS PARA FILIACION

El primer aspecto de las bendiciones espirituales es la selección del Padre. Tal vez pensemos que la selección de Dios es una cosa y que Su predestinación es otra, pero esto no está correcto. Necesitamos examinar la gramática de Efesios 1:4-5. Estos versículos dicen: “Según nos escogió en El antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de El en amor, predestinándonos para filiación por medio de Jesucristo para Sí mismo, según el beneplácito de Su voluntad”. No dicen que El nos escogió y nos predestinó. Más bien dicen que nos escogió, predestinándonos. La palabra predestinándonos del versículo 5 modifica el predicado escogió que se encuentra en el versículo 4, así que estas dos expresiones no son dos cosas distintas. Son una sola. Dios nos escogió. ¿Cómo nos escogió? Nos escogió predestinándonos, marcándonos. Predestinar equivale a marcar. Dios nos escogió para que fuéramos santos para filiación. La elección del pueblo de Dios tiene como fin que ellos sean santos para ser hechos hijos de Dios, y así puedan participar de la filiación divina.

Para que uno tenga hijos, tiene que engendrarlos impartiéndoles su vida. El impartir es el dispensar. Sin dispensar la vida, no es posible producir hijos. Sin el dispensar de Dios, ¿cómo podría Dios tener hijos? El hecho de que Dios tuviera hijos significa que se ha dispensado Su vida. Esto se revela plenamente en Juan 1. Cristo vino para que lo recibiéramos. A todo aquel que lo reciba, a él le da el derecho, la autoridad, de ser hijo de Dios. El derecho, la autoridad, de ser hijo de Dios es la misma vida divina dispensada en nosotros. Recibimos la vida de Dios, y esta vida es nuestra autoridad de ser hijos de Dios. Somos hijos de Dios porque Su vida se ha dispensado en nosotros.

Dios se dispensa de una manera que santifica. Los escogidos de Dios son hechos hijos por Su Espíritu santificador. Dios nos santificó para hacernos Sus hijos. Nos escogió para hacernos santos para la filiación. John Wesley dijo que la perfección sin pecado es la santidad, pero los Hermanos demostraron que esto está equivocado. Los Hermanos enseñaron que la santidad, la santificación, no es perfección sin pecado sino que es un cambio de posición. En Mateo 23 el Señor Jesús dijo que el oro es hecho santo, santificado, por el templo (v. 17) y que el donativo es hecho santo, santificado, por el altar (v. 19). Cuando el oro estaba en el mercado, era común y mundano. Pero cuando el oro fue apartado para Dios por medio del templo, fue santificado porque hubo un cambio en su posición. De la misma manera, cuando la ubicación del donativo cambió pasando de un lugar común a un lugar santo, fue santificado. La enseñanza de los Hermanos acerca de la santificación posicional es bíblica, pero no es la verdad completa acerca de la santificación.

La santificación significa apartar al pueblo de Dios para El a fin de que El pueda obrar en ellos para hacerlos Sus hijos. Dios tenía una intención e hizo una economía para obtener muchos hijos. Luego el Espíritu vino para apartar a los escogidos para Dios para que Dios los pudiera engendrar. Primero, fueron santificados para Dios; luego por medio de esta santificación llegaron a ser el objeto de Su engendramiento. Dios vino para engendrarlos, haciéndolos así Sus hijos, y esto tuvo lugar por medio de la santificación del Espíritu. El versículo 4 de Efesios 1 dice que Dios nos escogió para que fuéramos santos. Luego el versículo 5 dice que El hizo esto predestinándonos para filiación. Así que, la santificación tiene como fin la filiación. Primero, el Espíritu viene para santificar al pueblo escogido de Dios. Luego estos están listos para ser engendrados por Dios para filiación.

Para ser santos y también hijos se requiere el dispensar de Dios. Si Dios no dispensa Su naturaleza santa en nuestro ser, ¿cómo podemos ser santos? Dios es el único santo. Para ser santos necesitamos que un elemento santo sea dispensado en nosotros. Cuando el Espíritu Santo entra en nosotros, introduce en nosotros la naturaleza santa de Dios, y esa naturaleza santa llega a ser el elemento santo con el cual el Espíritu Santo nos santifica. La estrofa 1 del himno 38 dice: “Tu naturaleza santificará, Tu resurrección la victoria me da”. Su naturaleza santa nos hace santos, y Su poder de resurrección nos hace victoriosos. Tenemos la santa naturaleza de Dios impartida en nuestro ser, y esta naturaleza santa llega a ser el elemento santo con el cual somos hechos santos. Somos hechos santos para ser hijos. La acción de Dios al impartir Su naturaleza santa en nosotros y al engendrarnos constituye Su dispensar.


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