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Testimonio de Jesús, Elpor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-8269-4
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Actualmente disponible en: Capítulo 6 de 11 Sección 2 de 4

CUIDAR MÁS POR EL TESTIMONIO DE JESÚS
QUE POR NUESTRA PROPIA SALVACIÓN
Y ESPIRITUALIDAD

La intención de Dios es tener una expresión corporativa. Antes de ser salvo, yo era la cuarta generación de cristianos en nombre y por tradición. De niño me adoctrinaron, me embotaron y aturdieron con toda clase de conceptos del cristianismo. Aparentemente tales conceptos eran conforme a la Biblia, pero en realidad no lo eran. Por muchos años escuché predicaciones de pastores, ministros y misioneros, pero nadie jamás me había dicho que nosotros debemos ser la expresión corporativa de Cristo en la tierra hoy en día. Dios desea obtener una expresión en este universo, y dondequiera que esté esta expresión, en cada localidad, ella debe ser una sola.

Juan dice: “Yo Juan, vuestro hermano, y copartícipe vuestro en la tribulación, en el reino y en la perseverancia en Jesús, estaba en la isla llamada Patmos, por causa de la palabra de Dios y el testimonio de Jesús” (Ap. 1:9). La mayoría de los cristianos hoy en día afirmarían estar a favor de la palabra de Dios, pero son muy pocos los que se declaran a favor del testimonio de Jesús. No estamos aquí solamente por la palabra de Dios, sino también por el testimonio de Jesús. Inmediatamente después de su declaración, Juan recibió la visión de los siete candeleros, los cuales representan a siete iglesias locales (vs. 10-12, 20). El pensamiento central de los primeros tres capítulos de Apocalipsis es los siete candeleros como siete iglesias locales que expresan a Dios. No debemos pensar que hoy Dios ha cambiado de idea. La Biblia, la Palabra de Dios, desde la primera página hasta la última, siempre es consistente respecto al único Dios, un solo tabernáculo, un solo templo, un solo Cristo, una sola iglesia, una sola iglesia local en cada localidad y una sola Nueva Jerusalén.

Muchos cristianos desean ser celestiales y espirituales. No obstante, los ángeles son los seres más celestiales y espirituales, porque no tienen carne ni la fastidiosa mente que los molesta; sin embargo, ellos no son el testimonio de Dios como Su expresión. Los ángeles son simplemente siervos de Dios que ministran a los que han de heredar la salvación (He. 1:13-14). El testimonio de Jesús es la iglesia. Según la mayoría de las enseñanzas cristianas, la iglesia es simplemente la reunión de los muchos que han sido salvos y que están listos para ir al cielo. Esta definición de la iglesia es pobre y es según un concepto caído. Hace varios años en Taiwán, algunos de los líderes del cristianismo me reprendieron al decirme: “Usted no debería decir que el cristianismo hoy en día ha caído”. A esto yo les respondí: “Si hoy el cristianismo no está caído, entonces ¿qué cosa es? Siempre que algunos de nosotros no estamos a la altura del estándar de Dios, somos seres caídos”. El cristianismo, a lo más, impresiona a las personas principalmente con el concepto de una salvación personal, pero no transmite ninguna revelación en cuanto al testimonio de Jesús. Si estamos en el testimonio de Jesús, no habrá necesidad de enfocarnos en nuestra salvación personal. Nuestra salvación está asegurada al permanecer en el testimonio de Jesús.

El testimonio de Jesús hoy en día es la iglesia. Esto no es simplemente un concepto nuestro. Si leemos los sesenta y seis libros de la Biblia, llegaríamos al último, que es Apocalipsis. Este libro no habla de nuestra salvación personal ni de nuestra conducta personal. El tema principal que se nos presenta en este libro es el testimonio de Jesús. No tenemos que preocuparnos por nuestra salvación. Siempre y cuando formemos parte del testimonio de Jesús, seremos salvos. De la misma manera, tampoco debemos preocuparnos por nuestra santidad, espiritualidad ni por cualquier otra cosa. Si somos parte del testimonio de Jesús, lo tendremos todo.

EL TESTIMONIO DE JESÚS REQUIERE QUE PERDAMOS
NUESTRA PROPIA IDENTIDAD, NUESTROS CONCEPTOS
Y GUSTOS, A FIN DE SER EDIFICADOS CON LOS DEMÁS

Ser el testimonio verdadero de Jesús nos costará todo. ¿Podemos afirmar que somos el testimonio de Jesús? Si lo fuéramos, no podemos seguir siendo mundanos ni podemos discutir tanto con nuestro esposo o esposa. Dejar de tener riñas en sí no nos hace el testimonio de Jesús, pero todo aquel que forma parte del testimonio de Jesús no podrá seguir peleando con su esposa. De igual manera, un hermano en el testimonio de Jesús no podrá tener el cabello largo de manera indebida (1 Co. 11:7, 14). Siempre y cuando un hermano continúe con el cabello largo, en la práctica él no es parte del testimonio de Jesús. Si este hermano ama a todos los santos y se comporta de una manera humilde, agradable y atenta, posiblemente le consideramos como un buen hermano. Sin embargo, el hecho de que su cabello es muy largo es una señal de que sigue manteniendo sus propios gustos, lo cual significa que no puede ser edificado con los santos. Cortarnos el cabello en sí mismo no significa mucho. Lo que importa aquí es que todo aquel que aún mantiene sus gustos personales necesita ser crucificado con Cristo. Necesitamos el “ya no vivo yo” en mis gustos personales (Gá. 2:20). No debemos aferrarnos a nada. El “yo” junto con nuestros conceptos y gustos personales deben terminarse. Si éste es nuestro caso, fácilmente seremos edificados con todos los santos.

Una persona puede dar la impresión de ser un buen hermano en la iglesia, pero ¿de qué manera es bueno? ¿Es él simplemente un hermano cortés, un buen esposo y uno que siempre asiste a todas las reuniones? En vez de ello, un hermano debe ser “bueno” en cuanto a ser edificado con los demás. Como resultado de observar a los “buenos” hermanos, hemos aprendido una lección. A veces, los más afables son los más fuertes a la hora de disentir. Es posible que la persona más afable sea la más difícil de tratar. Esto se debe a que muchos de los que son buenos son naturales y se aferran a sus conceptos y gustos personales. Ellos aman al Señor y a la iglesia, pero nunca perdieron su identidad individual para ser edificados con los demás. Podrá haber diferentes piezas de oro, las habrá redondas, cuadradas o rectangulares, pero cuando todas ellas son labradas a martillo hasta formar un candelero de oro, dichas piezas pierden su identidad. En la edificación de la iglesia, todos tenemos que perder nuestra identidad. De lo contrario, seguiremos siendo piezas de oro, pero no el candelero de oro.

Todos debiéramos ver que lo que el Señor desea hoy no es tener piezas de oro maravillosas por muy buenas que sean. Uno puede ser como una pieza de oro maravillosa, pero en cierto sentido, en esto radica el problema. Simplemente por ser tan maravilloso, uno no puede ser edificado con los demás. Debemos decirle al Señor: “Señor, ten misericordia de mí. No quiero ser ‘maravilloso’. No quiero ni ser el mejor ni tampoco quiero ser alguien especial. Solamente quiero ser edificado en la iglesia. Señor, es mi deseo perder mi identidad a fin de ser parte del candelero”. Ser candeleros como testimonio de Jesús es la meta del propósito eterno de Dios, y éste es nuestro destino. Siempre y cuando estemos en los candeleros de oro, ciertamente somos salvos, y es también aquí que llegamos a ser santos, espirituales, celestiales y divinos.

Formar parte del testimonio de Jesús nos costará todo lo que somos y tenemos, pero en realidad, todo lo que somos y todo lo que tenemos no son nada. No somos nada y no tenemos nada. A fin de ser el testimonio de Jesús, requiere que estemos perdidos y anulados. Lo que Dios desea hoy es el testimonio de Jesús, que es la iglesia local. Toda iglesia local es un candelero que porta a Cristo como lámpara que resplandece para Dios. Una persona puede asistir a las reuniones, y aun así es posible que no esté edificada. Yo he visto santos buenos que estuvieron en la iglesia, pero más tarde la abandonaron. Apocalipsis 3:12 dice que la columnas en el templo “nunca más saldrá de allí”. Una vez que somos edificados en el templo como columnas, jamás podremos salir de allí. Si pudiéramos marcharnos de la iglesia, eso quiere decir que nunca fuimos edificados en ella. La única manera de quitar parte de un edificio es derribando todo el edificio. Si estamos en serio con el Señor para obtener la iglesia local, jamás podremos salir del edificio.


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