Mensajes de vida, tomo 2 (#42-75)por Witness Lee
ISBN: 978-0-7363-6927-5
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
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La relación entre Dios y el hombre es un misterio. El concepto común que se tiene es que Dios es el Creador y el hombre es la criatura, que Dios es el Señor del cielo y de la tierra, y que Él creó todas las cosas. Por lo tanto, el hombre, como un ser inferior y finito, debe adorarlo, mostrarle reverencia y temerle. Puesto que Él es todopoderoso y los seres humanos son débiles y frágiles, el hombre debe confiar en Él y depender de Él. Cada vez que el hombre se halla en medio de pruebas y sufrimientos, él clama a los cielos para recibir su ayuda. Esta tendencia a recurrir a Dios es inherente en el hombre. Esta perspectiva de la relación que el hombre tiene con Dios puede ser bíblica, pero es superficial.
Lo que la Biblia revela como la suprema relación entre Dios y nosotros es mucho más profundo que la relación entre el Creador y la criatura. La naturaleza de esta relación va más allá que todo concepto humano. Es una relación en la que Dios y nosotros experimentamos una unión de vida. La vida divina y la vida humana se unen para llegar a ser una sola vida.
Tenemos un cuadro de esto en la naturaleza. Creo que todos ya nos hemos dado cuenta de que las cosas físicas del mundo son señales de realidades espirituales. El Señor Jesús usó muchas veces las cosas cotidianas como ejemplos de los asuntos espirituales.
En el reino vegetal una rama que no produce fruto puede ser cortada del árbol e injertada en un árbol más saludable y productivo. Este procedimiento, conocido como el injerto, es un buen ejemplo de la unión entre Dios y nosotros. El himno escrito por A. B. Simpson, “En la cruz estoy con Cristo”, nos habla de esto en la tercera estrofa:
El secreto de la siega,
Muerto el grano vida da;
Y el árbol injertado,
Rica vida obtendrá.
Himnos, #200
El pensamiento expresado en esta estrofa proviene de Romanos 11: “Tú, siendo olivo silvestre, has sido injertado [...] y viniste a ser copartícipe de la raíz de la grosura del olivo [...] Tú fuiste cortado del que por naturaleza es olivo silvestre, y contra naturaleza fuiste injertado en el olivo cultivado” (vs. 17, 24). Nosotros éramos esas ramas deficientes, inferiores y silvestres, que fueron injertadas en el olivo cultivado y superior, y ahora estamos disfrutando de los ricos nutrientes de la raíz.
La rama injertada no es idéntica al árbol al cual es unida. Si fuera idéntica, no habría necesidad de efectuar un injerto. Es la rama de un árbol que presenta problemas la que es injertada en un árbol de mejor calidad. Como resultado, el buen árbol conquista la rama deficiente.
Ésta es la verdadera naturaleza de la vida cristiana. El Señor Jesús, quien es la vid verdadera, es el árbol de mejor calidad. Un día usted, por fe y mediante la gracia, fue injertado en Él. No tenga en poco este injerto, pues significa que usted ya no tiene solamente una vida. Su vida ahora es el producto de dos vidas que se unieron por medio del injerto. A medida que disfruta de la raíz de la grosura de este olivo cultivado, su vida inferior es conquistada, y usted empieza a prosperar.
Ésta es la clase de relación que existe entre Dios y nosotros según se revela en la Biblia. Debe ser una relación más profunda que la relación entre el Creador y la criatura, de modo que llegue al punto de ser una unión de vida.
El injerto es un cuadro de la unión que existe entre Dios y nosotros. Otro ejemplo se nos da en Romanos 7, donde nosotros somos considerados la esposa, y el Señor Jesús, el esposo: “Así también a vosotros, hermanos míos, se os ha hecho morir a la ley mediante el cuerpo de Cristo, para que seáis unidos a otro, a Aquel que fue levantado de los muertos, a fin de que llevemos fruto para Dios” (v. 4). Como la esposa, nosotros anteriormente teníamos otro esposo, nuestro viejo hombre. Cuando el Señor Jesús murió en la cruz, nuestro viejo esposo fue crucificado juntamente con Él, lo cual nos convirtió en una viuda. Sin embargo, poco después nos volvimos a casar, ¡esta vez con el Señor Jesús!
Consideremos un poco más el asunto de la relación matrimonial como ejemplo de nuestra relación con Cristo. El primer matrimonio fue entre Adán y Eva. Adán, como ustedes recordarán, fue creado por Dios del polvo de la tierra. Luego Dios sopló en él el aliento de vida, y él llegó a ser un alma viviente (véase Gn. 2:7). Sin embargo, Eva llegó a existir de manera diferente. Dios hizo que cayera un sueño profundo sobre Adán, y luego extrajo una costilla de su costado y con ella edificó una mujer (vs. 21-22). Adán y esta mujer llegaron a ser uno. Su unión era una unión en vida. Eva procedió de Adán, y también su vida. De manera que los dos compartían una misma vida.
El Nuevo Testamento aplica este ejemplo a Cristo y la iglesia (Ef. 5:31-32). Nosotros hemos procedido de Cristo; Su vida llegó a ser nuestra vida, y nosotros y Él llegamos a ser uno. Esto una vez más es una unión de vida.
Nota: Esperamos que muchos se beneficien de estas riquezas espirituales. Sin embargo, para evitar cualquier tipo de confusión, les pedimos que ninguno de estos materiales sean descargados o copiados y publicados en otro lugar, sea por medio electrónico o por cualquier otro medio. Living Stream Ministry mantiene todos los derechos de autor en estos materiales, y esperamos que ustedes los que nos visiten respeten esto.