Experimentamos a Cristo como las ofrendas para presentarlo en las reuniones de la iglesiapor Witness Lee
ISBN: 978-0-7363-1188-5
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
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La reunión es el rato más ameno. ¿Desea deshacerse de su ansiedad? Vaya a la reunión. En la reunión no hay ansiedad. Si uno todavía tiene ansiedad, no está en la reunión, sino enfrascado en su ansiedad. Yo también tengo muchos problemas, pero cuando voy a la reunión, puedo decir: ¡Aleluya! estoy contento y me siento bien.
Por muy cansado que esté, me siento bien cuando voy a la reunión. Allí no hay fatiga. Recibo mucha fortaleza en la reunión. ¡La reunión me enriquece, me sana y me eleva! ¿Por qué? El gozo del Señor es nuestra fuerza. El gozo que nos fortalece también nos sana. Los médicos pueden decirnos que el gozo es la mejor medicina. Si uno tuviese gozo todo el día, no se enfermaría. El tiempo que pasamos en la reunión es el rato más agradable.
En la tipología, la iglesia es la reunión del pueblo. Sin la vida de reunión, no hay vida de iglesia. Podemos tener la terminología de la iglesia, sin tener la realidad viva de la misma. La vida de reunión es la realidad viva de la iglesia. ¡Aleluya! ¡Estamos practicando la vida de iglesia! Nos reunimos y además practicamos lo que es la iglesia.
Examinemos un punto bastante crucial: ¿para qué nos reunimos? En el primer mensaje hicimos notar que nos reunimos para satisfacer a Cristo en Su victoria, y en el segundo mensaje destacamos el hecho de que nos reunimos para hacer la voluntad de Dios y cumplir Su propósito. En este mensaje quisiera hacer énfasis en que nos reunimos para satisfacer a Dios con Cristo. Queridos santos, éste es un tema importante. Satisfacer a Dios no es nada insignificante, y satisfacerle con Cristo tampoco lo es. Ambos aspectos son muy importantes.
Al leer Exodo, Levítico, Números y Deuteronomio, nos damos cuenta de que existe un hambre divina en todo el universo, pues Dios tiene hambre. Cuando estudié el Pentateuco varias veces en Taiwan hace veintitrés años, me impresionó mucho este pasaje. En Levítico 3:11, 16 leemos que la “vianda es de ofrenda encendida para Jehová”. Ciertas ofrendas eran vianda para Dios. Nosotros no somos los únicos que necesitamos alimento; también Dios necesita comida. Nuestra hambre es una señal del hambre de Dios. Cuando tengamos hambre, deberíamos recordar que Dios también tiene hambre.
En el evangelio de Juan vemos que un día el Dios encarnado se acercó a una mujer pecadora y le pidió de beber. El tenía sed y fue a una pecadora sedienta, una mujer samaritana, y le pidió agua. Al final, la mujer quedó satisfecha, y el Dios encarnado también fue satisfecho. ¿Por qué? Porque ella recibió al Salvador, y El recibió a la pecadora. Así que, ambos quedaron satisfechos. Dios tiene hambre y necesita algo de comer. El Pentateuco revela claramente esta idea. En estos cuatro libros (Exodo, Levítico, Números y Deuteronomio) descubrimos que algunas de las ofrendas que Dios exigía de Su pueblo estaban destinadas a servirle de alimento.
Aunque leí la Biblia por muchos años, no entendía el significado del holocausto. Esta es la primera de las ofrendas. ¿Con qué fin se ofrecía? No para obtener redención ni para recibir la paz, sino para satisfacer a Dios. Tengamos presente que el holocausto en su totalidad era comida para Dios (Lv. 3:11, 16). Dios podía disfrutar el holocausto como comida cuando éste se transformaba en dos cosas: un aroma fragante en el aire, y cenizas en el suelo. Cuando el holocausto se transformaba en olor grato en el aire y en un montón de cenizas en el suelo, llegaba a ser comida para Dios. El holocausto estaba exclusivamente destinado a satisfacer a Dios.
El holocausto era consumido por una sola clase de fuego. El sacrificio por el pecado se quemaba en dos secciones: el fuego agradable en el que se quemaban las entrañas y la grosura, y fuego de juicio en el que se quemaba lo externo, la carne, la piel y el estiércol. Pero el holocausto se consumía en su totalidad en un solo fuego, el fuego del incienso. Es un fuego que al arder asciende a Dios en olor grato que le deleita. Si conocemos la Biblia veremos que Dios disfrutaba y estaba satisfecho cada vez que el holocausto era quemado en el altar. Era una comida agradable para El. Era Su desayuno y Su cena, ya que el holocausto se ofrecía a Dios por la mañana y en la tarde. Así que, Dios come dos veces al día. ¿En qué momento debemos ofrecer el holocausto matutino? En la vigilia matutina. En la madrugada debemos ofrecer algo a Dios. ¿En qué momento debemos ofrecer el holocausto de la tarde? ¿Cuando cena Dios? En la reunión, por la noche.
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