Perfeccionamiento de los santos y la edificación del Cuerpo de Cristo, Elpor Witness Lee
ISBN: 978-0-7363-6129-3
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
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El propósito de asirnos a la verdad es que crezcamos hasta la medida de la Cabeza, Cristo. Según nuestra experiencia, el crecimiento aquí no es nuestro crecimiento, sino el crecimiento de Cristo en nosotros. Esto es semejante a las palabras de Juan el Bautista: “Es necesario que Él crezca, pero que yo mengüe” (Jn. 3:30). Antes de que creyéramos en Jesús, éramos nosotros los que crecíamos. Después de que creímos en el Señor y empezamos a amarle, comenzamos a menguar, y Cristo empezó a crecer dentro de nosotros. Al final, seremos como Pablo que dijo: “Ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí” (Gá. 2:20). Más aún, a medida que Cristo crece en nosotros, nosotros crecemos en Él. De hecho, nuestro crecimiento es simplemente Su crecimiento. Como resultado, nosotros menguamos, y Él entra para reemplazarnos poco a poco, y entonces nosotros crecemos en Él.
En todo significa en todas las cosas grandes o pequeñas de nuestra vida diaria y de nuestra obra. Independientemente de si son cosas grandes, cosas pequeñas, cosas espirituales o cosas de nuestra vida diaria, tenemos que permitirle al Señor crecer en nosotros. Nosotros debemos menguar, y Él debe crecer. Una vez que Él crezca y nosotros mengüemos, creceremos en Él.
El significado de crecer hasta la medida de la Cabeza, Cristo, es reconocer la autoridad de Cristo como cabeza. Tenemos que reconocerlo a Él como Señor y Cabeza. Él tiene autoridad sobre nosotros. En todas las cosas grandes o pequeñas, debemos permitirle ser el Señor. Esta lección no es fácil de aprender. Cuando salimos a comer en los restaurantes o cuando salimos de compras, raras veces permitimos que Él sea el Señor. Puesto que no practicamos esto lo suficiente en nuestra vida diaria, no debe extrañarnos que cuando vengamos a la reunión se nos haga difícil profetizar por el Señor. La clave para profetizar es permitir que Jesús sea el Señor. En su vida diaria usted debe permitir que Jesús sea su Señor. Sólo entonces tendrá la experiencia, y sólo entonces tendrá algo que decir en las reuniones. Cristo no sólo es la Cabeza de nosotros individualmente, sino que también es la Cabeza de la iglesia y la Cabeza de todas las cosas. Debemos reconocer Su autoridad como cabeza en nuestra vida cristiana, en la vida de iglesia y en todo. De este modo, creceremos en Él.
Cuando crecemos hasta la medida de la Cabeza, Cristo, permitimos que Cristo aumente y crezca en todas las partes internas de los miembros. Hoy el problema que todos tenemos en común es que reservamos para nosotros mismos la mayor parte de nuestro ser y le damos al Señor muy poca cabida. Por esta razón, es imposible que Él aumente y crezca en nosotros. Cuando Él no puede crecer, nosotros tampoco podemos crecer. Hay muchos cristianos en la tierra hoy, pero son muy pocos los que le permiten al Señor crecer en ellos. Debemos permitirle al Señor tener un lugar apropiado en nosotros. Debemos permitir que Él aumente, crezca y ocupe todo nuestro ser, parte por parte. De este modo, cuando usted crezca en el Señor y yo crezca en el Señor, el resultado de ello será el crecimiento del Cuerpo de Cristo. En otras palabras, cuando Cristo crezca en usted y en mí, el Cuerpo de Cristo crecerá. Por consiguiente, el crecimiento del Cuerpo de Cristo es el crecimiento de Cristo en Sus miembros.
El propósito por el cual ponemos en práctica la nueva manera es el perfeccionamiento de los santos. El significado del perfeccionamiento de los santos es permitir que Cristo ocupe el lugar apropiado en nosotros y aumente en nosotros día a día. Si usted permite que Cristo crezca en usted, su don se hará manifiesto. Como resultado, Cristo no sólo será su vida y su vivir, sino que también será su don. En otras palabras, Cristo será el todo para usted. Sucede lo mismo con nuestra vida física, a medida que el cuerpo crece también se desarrollan sus funciones. Nosotros somos los miembros de Cristo. Como tales, debemos permitir que Cristo crezca en nosotros, a fin de que podamos ser perfeccionados. Esto no se logra por medio de reuniones en las que una sola persona habla y las demás escuchan. La manera de ser perfeccionados es a través de practicar la nueva manera, la cual es conforme a la Biblia. Cada punto de esta nueva manera hace que el hombre mengüe y a la vez le suministra a Cristo, a fin de que Cristo pueda crecer en el hombre. Cuanto más usted mengüe, más crecerá Cristo y más usted será perfeccionado. Por consiguiente, el “perfeccionamiento” y el “crecimiento” mencionados en Efesios 4 se refieren a lo mismo. Ser perfeccionados es crecer en Cristo.
A fin de perfeccionar a otros, primero nosotros mismos debemos tener la experiencia. Primeramente nosotros debemos aprender las lecciones y conocer la economía de Dios. Entonces podremos ayudar a otros a que vean la economía de Dios. Esto no tiene que ver con el hecho de mejorar nuestro comportamiento ni cultivarnos a nosotros mismos; más bien, tiene que ver con el hecho de negarnos al yo y conocer al Señor crucificado y resucitado quien, como el Espíritu, mora en nosotros para ser nuestra vida. Debemos vivir con Él, actuar con Él y permitir que Él sea el Señor en todo. Esto nos muestra, por un lado, que la cruz ha acabado con nuestro viejo hombre y, por otro, que Cristo es el Espíritu de vida, quien ahora es nuestra vida. La cruz nos hace menguar, y el Espíritu resucitado nos suministra a Cristo para que seamos equipados. En esto consiste el perfeccionamiento. En las reuniones de la iglesia, todo el profetizar debe estar basado en esto y debe girar en torno a esto. Debemos hablar de esto con frecuencia en las reuniones. Cuanto más hablemos de estas cosas, más perfeccionamiento habrá. Tenemos que hablar de esto hasta que estas palabras tengan efecto en la vida cotidiana de los hermanos y hermanas. De esta manera, ellos recibirán el verdadero perfeccionamiento.
Efesios 4:16 empieza con las palabras de quien. La preposición de en el idioma original conlleva el sentido de “a partir de”. Cuando crezcamos hasta la medida de Cristo en todas las cosas grandes o pequeñas, y cuando lleguemos a ser hombres en Cristo que le disfrutan, espontáneamente tendremos algo que procede de Él que es para la edificación de Su Cuerpo.
El versículo 16 continúa diciendo: “Todo el Cuerpo [...] por todas las coyunturas del rico suministro y por la función de cada miembro en su medida, causa el crecimiento del Cuerpo”. El crecimiento del Cuerpo de Cristo se lleva a cabo primeramente por medio de las coyunturas del rico suministro. Éstos son los dones descritos en el versículo 11: los apóstoles, los profetas, los evangelistas, y los pastores y maestros. Ellos son las coyunturas, las cuales están unidas por los ligamentos, para suministrar ricamente a cada miembro del Cuerpo de Cristo. En segundo lugar, este crecimiento se lleva a cabo según la función de cada miembro en su medida. Cada miembro se refiere a cada uno de los miembros del Cuerpo. Cada miembro del Cuerpo de Cristo, sea grande o pequeño, tiene una medida. Debido a esta medida, tiene una función. Por medio del rico suministro de todas las coyunturas y según la función de cada miembro en su medida, el Cuerpo de Cristo va creciendo gradualmente.
El versículo 16 dice: “Todo el Cuerpo, bien unido y entrelazado”. La frase bien unido aquí alude a la unión de los armazones y vigas de una casa. Por consiguiente, estar bien unido se refiere a que todas las partes de los armazones sean unidas para formar una sola estructura. Ser entrelazado es semejante a llenar los espacios entre los armazones con las rocas y ladrillos, los cuales son puestos uno encima de otro y entretejidos juntamente. Por lo tanto, ser entrelazado significa que todas las demás partes se unan a los armazones y sean entrelazadas mutuamente para formar un solo Cuerpo. De este modo, todo el Cuerpo es conjuntamente edificado.
Al final del versículo 16 dice: “Para la edificación de sí mismo [el Cuerpo] en amor”. La edificación del Cuerpo de Cristo se efectúa en amor y por medio del amor. Este amor no es nuestro amor natural, sino más bien es el amor divino. Estamos edificando el Cuerpo de Cristo en el elemento y esfera del amor divino. Al mismo tiempo, la edificación de todo el Cuerpo de Cristo la realizan directamente los muchos miembros de este Cuerpo. La Cabeza no edifica el Cuerpo directamente, ni tampoco lo hacen las personas dotadas. En lugar de ello, somos nosotros, los miembros perfeccionados, quienes edifican directamente el Cuerpo de Cristo.
Mensaje dado por el hermano Witness Lee en Taipéi, el 13 de noviembre de 1988.
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