Información del libro

Estudio-vida de Hechospor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-1419-0
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LA POSICION QUE OCUPA
EL LIBRO DE HECHOS EN LAS ESCRITURAS

En este mensaje, mi carga consiste en señalar la posición que ocupa el libro de Hechos en las Escrituras. Debemos preguntarnos: ¿Cuál es el lugar que ocupa Hechos entre todos los libros de la Biblia? Este libro se encuentra entre los cuatro evangelios y las epístolas, entre las que se incluye el libro de Apocalipsis. Por tanto, el libro de Hechos marca una línea divisoria. Antes de Hechos, tenemos los cuatro evangelios como continuación del Antiguo Testamento. Después de Hechos, tenemos las epístolas, que concluyen con el libro de Apocalipsis.

Podemos comparar el libro de Hechos con la espina dorsal humana. La espina dorsal divide al cuerpo humano en dos partes: la derecha y la izquierda. Muchos problemas del cuerpo se deben a una espina dorsal débil. Una persona que padece de este problema, no puede ser fuerte. Podemos afirmar que el libro de Hechos es la espina dorsal del Nuevo Testamento y que lo divide en dos partes: (1) los evangelios y (2) las epístolas, incluyendo el libro de Apocalipsis.

Al oír que el libro de Hechos es la línea divisoria y la “espina dorsal” del Nuevo Testamento, algunos dirán: “Antes, usted dividió los libros del Nuevo Testamento de una manera distinta. Ahora los está acomodando de otro modo”. Esto no debe inquietarnos, pues existen muchas maneras de acomodar los libros de la Biblia y no debemos limitarnos a una sola. Esta manera de dividir los libros del Nuevo Testamento recalca la importancia crucial de Hechos en el Nuevo Testamento.

Los cuatro evangelios hablan de que el Señor Jesús vivió en la tierra, pero ¿dónde está Cristo en el libro de Hechos? La respuesta es, en los cielos. Hechos no nos presenta a un Cristo que está en la tierra, sino a un Cristo que vive en los cielos. En cuanto a la ascensión del Señor, nos ayudaría examinar las siguientes estrofas del himno 68:

¡Ved a Jesús sentado en el cielo!
    Cristo el Señor al trono ascendió,
    Como un hombre fue exaltado,
    Con gloria Dios lo coronó.

Naturaleza humana se puso,
    Conforme al plan de Dios El murió.
    Resucitado fue con un cuerpo,
    Y como hombre ascendió.

Dios se humilló en El en la tierra,
    Dios con el hombre así residió;
    El hombre en El al cielo exaltado,
    Reconciliado fue con Dios.

¡Ved en el cielo a un hombre entronado!
    De todos es ahora Señor;
    Dios con Su gloria lo ha coronado,
    Este es Jesús, el Salvador.

¡Qué maravilloso es que Cristo está ahora en el cielo entronado y que de todos es ahora Señor! Dios se humilló en El en la tierra, pero ahora, el hombre es exaltado al cielo en El. Este es el Cristo revelado en el libro de Hechos, y dicho libro divide los evangelios de las epístolas.

LA REVELACION QUE PRESENTAN
LOS EVANGELIOS ACERCA DE CRISTO

Los evangelios revelan a una persona maravillosa. Esta persona es el Dios eterno cuyo nombre es Jehová en el Antiguo Testamento. El es el Creador de todo el universo y del hombre. En Génesis 3:15, El profetizó que un día llegaría a ser la simiente de la mujer. Cuatro mil años después, esa promesa aún no se había cumplido. Finalmente el Señor Jesús vino como simiente de la mujer. En realidad, El era el propio Dios quien era concebido en el vientre de una virgen humana. Este hecho lo recalcamos en el Estudio-vida de Lucas y debemos conocerlo.

El Dios todopoderoso, Jehová el eterno, el Creador del universo, fue concebido en el vientre de una virgen y nació de ella, lo cual lo constituyó una persona de dos naturalezas: la divina y la humana. Esto significa que El nació como Dios-hombre, es decir, como el Dios completo y el hombre perfecto. En El vemos a Dios en Su naturaleza y atributos divinos, y al hombre, en la naturaleza y las virtudes humanas. Por tanto, en esta persona, vemos al Dios completo y al hombre perfecto.

Como Dios-hombre, el Señor Jesús llevó la vida de un hombre; no obstante, vivió por Dios y con Dios. Incluso podemos afirmar que El vivió a Dios y lo expresó en Su humanidad. En el Evangelio de Lucas, vemos a un hombre que vivió en la tierra, lleno de virtudes humanas que expresaban la naturaleza divina y los atributos divinos. En El, Dios se expresaba en un ser humano, pues la vida que llevaba era la mezcla de la divinidad con la humanidad, una compenetración de Dios y el hombre.

Antes del Señor Jesús, nadie había vivido así. Esta vida no había existido jamás. Por consiguiente, la vida del Señor era única, pues en ella vemos la mezcla de Dios con el hombre. El Señor Jesús llevó esta vida y ministró por medio de ella. En realidad, Su ministerio era simplemente Su vivir. Su vivir era Su ministerio, cuyo fin era cumplir lo que el Antiguo Testamento había presentado acerca de El en profecías y tipos.

Después de vivir en la tierra por treinta y tres años y medio, el Señor Jesús sabía que debía ir al monte Moriah para sufrir una muerte todo-inclusiva. El Señor no pasó por una muerte ordinaria; por el contrario, Su muerte fue extraordinaria, pues lo incluyó todo y cumplió lo que Dios exigía para limpiar el universo, poner fin a la vieja creación y llevarla a Su tumba. Por tanto, todo el universo fue sepultado con Cristo en la tumba.

Después de eliminar la vieja creación, el Señor descansó en la tumba. Por otro parte, mientras descansaba en Su cuerpo de carne, El, en el Hades, estaba activo en Su espíritu (1 P. 3:18-20). Allí El proclamó la victoria de Dios sobre Su enemigo, Satanás. Después de que Cristo cumplió el propósito de Dios mediante Su muerte todo-inclusiva, salió de la muerte y se levantó de la tumba. Así llegó a ser el Salvador y Redentor resucitado. Además, en Su resurrección, El llegó a ser el Espíritu vivificante todo-inclusivo (1 Co. 15:45). Como se mencionó anteriormente, el Señor nos ha mostrado a través de Su Palabra que el Espíritu vivificante es la consumación final del Dios Triuno, quien llega a Su pueblo redimido. En Su resurrección, Cristo llegó a ser tal persona.

En Juan 20, vemos que Cristo en Su resurrección, quien es el Espíritu vivificante, la consumación final del Dios Triuno que llega a Su pueblo redimido, volvió a Sus discípulos de una manera excelente y misteriosa para infundirse en ellos. El Señor sopló en ellos y les dijo: “Recibid el Espíritu Santo” (Jn. 20:22). En realidad, los discípulos representaban a todos los miembros del Cuerpo, y el Señor entró en tales representantes como Espíritu vivificante.

En otra ocasión, el Cristo resucitado dijo a los discípulos: “He aquí, Yo envío la promesa de Mi Padre sobre vosotros; pero quedaos vosotros en la ciudad, hasta que seáis investidos de poder desde lo alto” (Lc. 24:49). Entonces “los sacó fuera hasta Betania, y alzando Sus manos, los bendijo. Y aconteció que bendiciéndoles, se separó de ellos, y fue llevado arriba al cielo” (Lc. 24:50-51). Antes de Su ascensión, el Señor mandó a Sus discípulos, quienes ya lo habían recibido como Espíritu vivificante en el aspecto esencial, a que esperaran a que El, después de Su ascensión, se derramara sobre ellos como Espíritu todo-inclusivo en el aspecto económico.


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