Cómo administrar la iglesiapor Witness Lee
ISBN: 978-0-7363-6251-1
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
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Basándonos en los diferentes pasajes de la Palabra que hemos mencionado anteriormente, podemos ver lo que es la iglesia. Todos los que sirven en la iglesia deben ver qué es la iglesia, cuál es la naturaleza de la iglesia, lo que Dios desea edificar y el material con el cual Él edifica la iglesia. Una vez que tengamos claro todos estos puntos podremos administrar y servir en la iglesia.
En primer lugar, a fin de administrar la iglesia, es preciso que Cristo sea revelado en nosotros. Segundo, debemos ver claramente que Cristo es nuestra vida. Tercero, debemos entender que tenemos que vivir en Cristo. Cuarto, debemos ver que lo que somos y tenemos en nosotros mismos llegó a su fin en la cruz. Quinto, no debemos servir ni laborar conforme a lo que somos ni tenemos en nosotros mismos. Sexto, no debemos impartir nada que no sea el propio Cristo en el servicio y obra que realizamos en la iglesia. Séptimo, no debemos esperar que aquellos con quienes servimos cambien de ninguna manera; antes bien, debemos desear solamente que ellos ganen a Cristo, sean llenos de Cristo y sean plenamente ganados por Él. Octavo, debemos ver claramente que nuestro servicio, obra y administración en la iglesia debe tener un solo resultado. Cristo debe ser producido en la iglesia para que todos obtengan a Cristo, para que Cristo aumente en cada miembro y para que todos lleguen a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo. Noveno, a fin de administrar la iglesia, debemos orar por los ocho puntos anteriores; debemos ser hombres de oración. Décimo, debemos ser como el apóstol Pablo quien tenía una fe viva, creyendo que Dios es capaz de lograr cada uno de estos puntos. Los primeros ocho puntos constituyen el servicio apropiado en la administración de la iglesia; y los últimos dos puntos nos dicen que debemos orar y tener fe, es decir, orar cada día por los ocho puntos anteriores y creer que Dios es capaz de hacer todas las cosas mucho más abundantemente de lo que pedimos o pensamos. El poder de Dios no se encuentra fuera de nosotros, sino dentro de nosotros. Por medio de la operación del poder que está en nosotros, Dios puede lograr todas estas cosas. En esto consiste la administración de la iglesia. Si no vemos esto, nuestro servicio en la iglesia será anulado.
Pablo es el ejemplo típico de cómo debemos servir; podemos ver todos estos diez puntos en Pablo. En sus catorce epístolas, él claramente habla de estos diez puntos.
En primer lugar, en Gálatas 1:15-16 él dice que servía a Dios porque le agradó a Dios “revelar a Su Hijo en mí, para que yo le anunciase como evangelio entre los gentiles”. Él servía a Dios de esta manera porque Dios había revelado a Su Hijo en él para que anunciase a Cristo entre los gentiles. Él anunciaba al Hijo de Dios. No anunciaba el cristianismo ni ninguna doctrina en particular, sino solamente a Cristo. Pablo anunciaba al Cristo vivo a quien Dios le había revelado, no un conocimiento ni una doctrina.
En la iglesia muchos hermanos y hermanas sirven al Señor simplemente por celo o diligencia, mas no en virtud de una revelación de Cristo. Es posible que algunas personas sean motivadas por el celo de estos servidores, pero no recibirán a Cristo por medio de ellos, a menos que obtengan esta revelación. Aunque un servidor crea en el Señor, todavía necesita tener una revelación clara y específica en cuanto a Cristo. Pablo no sólo anunció a Cristo, sino que en Efesios 3:8 Dios le encargó “anunciar a los gentiles el evangelio de las inescrutables riquezas de Cristo”. En Gálatas él dice que Dios reveló a Cristo en él; y en Efesios dice que Dios le dio a conocer el misterio de Cristo (3:3-4). Por lo tanto, por causa de la administración de la iglesia, necesitamos recibir una revelación de Cristo.
En nuestra predicación del evangelio, necesitamos tener una revelación de Cristo. Sin esta revelación, nuestra predicación del evangelio solamente convencerá a las personas a que se unan a cierta religión y crean en ciertas enseñanzas. Hay un himno que dice: “Rescata con piedad / Los que perecen, / Para salvarlos de muerte eternal; / Llora por todo aquel / Que está perdido, / Dile de Cristo el fuerte en salvar” (Himnos, #414). No podemos decir que este himno esté mal, pero debemos recordar que nuestra predicación del evangelio no consiste simplemente en rescatar a los pecadores, sino más bien en impartirles al Cristo que hemos visto. Si no tenemos una revelación, una visión, de Cristo, nuestra predicación solamente convencerá a otros a que se unan a una religión y crean en algunas enseñanzas. Sin revelación, no podremos hacer que otros vean a Cristo; y sin visión, no podremos impartir a Cristo en otros. Cuando prediquemos el evangelio, debemos tener una revelación; debemos ser como Pablo, quien recibió una revelación de parte de Dios y luego anunció a Cristo entre los gentiles.
Segundo, en Colosenses 3:4 Pablo nos habla de “Cristo, nuestra vida”, para darnos a entender que él vivía en Dios juntamente con Cristo. Tercero, a los que se esforzaban por guardar la ley por sí mismos, él dice: “Yo [...] he muerto a la ley, a fin de vivir para Dios [...] y la vida que ahora vivo en la carne, la vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a Sí mismo por mí” (Gá. 2:19-20). Él comprendía que necesitaba vivir en Cristo. Cuarto, Pablo dice: “Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí” (v. 20). Esto significa que él comprendía que todo cuanto tenía había sido eliminado en la cruz. Quinto, en Gálatas 6:14 dice: “El mundo me es crucificado a mí, y yo al mundo”. Esto significa que él sabía que había llegado a su fin, y que vivía en Cristo. Con respecto a la cruz, Pablo había llegado a su fin, por lo que ya no vivía conforme a su anterior yo. Éste no era solamente el sentir de Pablo, sino que incluso las personas del mundo lo veían crucificado. Sexto, en Gálatas 4:19 dice: “Vuelvo a sufrir dolores de parto, hasta que Cristo sea formado en vosotros”. La única meta de Pablo era impartir a Cristo en otros para que Cristo pudiera crecer en ellos.
Séptimo, en 1 Corintios 2:2 Pablo dice: “Me propuse no saber entre vosotros cosa alguna sino a Jesucristo, y a éste crucificado”. En aquel tiempo había muchos problemas en la iglesia en Corinto; algunos de los santos eran carnales, otros eran la carne misma y otros habían pecado. Pablo no esperaba que los que estaban fríos con el Señor fueran más fervientes y que los que estaban mal mejoraran; en lugar de ello, él tenía una sola esperanza, a saber: que Cristo creciera en ellos. Entre los creyentes de Corinto, algunos eran fervientes en la religión judía, otros buscaban señales, otros procuraban el conocimiento filosófico e incluso otros procuraban los dones espirituales; sin embargo, Pablo predicaba a Cristo crucificado. A él no le importaban los dones ni las señales; su única esperanza era que Cristo creciera en ellos.
Octavo, en 2 Corintios 4:12, Pablo dice: “La muerte actúa en nosotros, mas en vosotros la vida”. Pablo vio que el resultado de su obra únicamente podía ser Cristo y la vida. Si él veía que el resultado de la obra que realizaban otros no era Cristo, él de inmediato les escribía para amonestarlos y corregirlos (1 Co. 4:14). El único propósito de sus catorce epístolas era conducir a los hombres a Cristo y lograr que la medida de la estatura de la plenitud de Cristo aumentara en la iglesia (Ef. 4:13). Ésta era su única expectativa. Noveno, Pablo oró por todos estos asuntos (Ro. 1:9; Ef. 1:16; Col. 1:9; 1 Ts. 1:2). Décimo, él creía que Dios era capaz de hacer mucho más de lo que pedía o pensaba (Ef. 3:20).
Las Epístolas de Pablo tienen estos diez puntos como su centro. De hecho, estos diez puntos pueden resumirse en un solo punto: Cristo. Pablo vio a Cristo; anunció a Cristo; su obra era Cristo; oraba a Cristo; su fe era Cristo; y el resultado de su obra, desde luego, era Cristo. De principio a fin, Cristo era el centro. Cristo pasó a través de Pablo y alcanzó a todos aquellos a quien él servía; es decir, Cristo fue producido en ellos.
Estos diez puntos nos muestran cómo administrar la iglesia; sin embargo, ellos no pueden simplemente ser escritos en papel y convertirse en una especie de “Diez Mandamientos”. No debemos ser personas del Antiguo Testamento, sino personas del Nuevo Testamento, y así permitir que el Espíritu Santo inscriba estos diez puntos en las tablas de nuestro corazón para que vivamos en ellos. En esto consiste la administración de la iglesia, el servicio que rendimos en la iglesia, y éste es el propósito por el cual visitamos a las personas, predicamos el evangelio y edificamos a los creyentes en su fe. Todos los ancianos, los diáconos y quienes sirven en la iglesia deben seguir este modelo.
Nota: Esperamos que muchos se beneficien de estas riquezas espirituales. Sin embargo, para evitar cualquier tipo de confusión, les pedimos que ninguno de estos materiales sean descargados o copiados y publicados en otro lugar, sea por medio electrónico o por cualquier otro medio. Living Stream Ministry mantiene todos los derechos de autor en estos materiales, y esperamos que ustedes los que nos visiten respeten esto.