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Tener comunión con el Señor para la mezcla de Dios con el hombrepor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-6534-5
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CAPÍTULO CUATRO

APRENDER A TENER COMUNIÓN

CONOCER EL ESPÍRITU Y LA VIDA

En este capítulo veremos cómo vivir en comunión con Dios. La meta de la redención es que Dios se forje en el hombre de modo que la naturaleza divina se mezcle con la naturaleza humana como una sola entidad y que la naturaleza humana se mezcle con la naturaleza divina como una sola entidad. Ser espiritual no implica que la naturaleza humana sea anulada y reemplazada por la naturaleza divina; más bien, ser espiritual es permitir que la naturaleza divina se mezcle con la naturaleza humana de tal modo que la naturaleza humana sea transformada y elevada. La naturaleza humana que recibimos por nacimiento fue simplemente creada, pero al añadirse a ella la vida divina y la naturaleza increada de Dios, es transformada.

El primer paso de la obra de Dios consiste en entrar en el hombre y ser la vida del hombre. Cuando somos salvos, recibimos la vida de Dios. Esta vida es, de hecho, Dios mismo. Además, Dios entra en el hombre como el Espíritu. Por lo tanto, cuando Dios entra en el hombre, el Espíritu entra también en él, porque el Espíritu es Dios.

Saber que Dios es Espíritu

A fin de tener comunión con Dios, debemos saber que Dios es Espíritu (Jn. 4:24). Si no sabemos que Dios como Espíritu mora en nosotros, no podremos tener comunión con Él en cualquier lugar. Dios es Espíritu; por tanto, podemos tener comunión con Él en cualquier momento y en cualquier lugar. El Señor Jesús le dijo a la mujer samaritana que el lugar para adorar al Padre no era ni Jerusalén ni Samaria (v. 21). Dios es Espíritu; Él trasciende cualquier lugar geográfico. El Espíritu es semejante al aire; podemos contactarlo en cualquier lugar, y podemos tener comunión con Él en cualquier momento. Así como Dios no está limitado por el tiempo ni el espacio, nuestra comunión con Él no es limitada por el tiempo ni el espacio. Podemos contactar al Espíritu en cualquier lugar, en cualquier momento y en cualquier entorno. En 1 Juan 3:24 se afirma: “En esto sabemos que Él permanece en nosotros, por el Espíritu que nos ha dado”. Dios nos dio el Espíritu para que nosotros pudiésemos tener comunión con Él en cualquier momento, en cualquier lugar y en cualquier circunstancia.

El Espíritu y la vida divina

La naturaleza de Dios es Espíritu y Su contenido es vida. La vida de Dios contiene muchos ricos elementos, tales como la santidad, el amor, la luz, la bondad, la justicia, la mansedumbre y la humildad. El Espíritu, quien es la naturaleza de Dios, es omnipresente; y la vida divina, que es el contenido de Dios, es todo-inclusiva. No sólo podemos tener comunión con Dios en cualquier momento y en cualquier lugar, sino que también en esta comunión podemos contactar el contenido de Dios, incluyendo todos Sus atributos.

¿Cuál es la relación entre el Espíritu y la vida? ¿El Espíritu incluye la vida o la vida incluye al Espíritu? ¿El Espíritu redunda en vida o la vida redunda en el Espíritu? ¿Es el Espíritu más importante que la vida o la vida más importante que el Espíritu? El Espíritu incluye la vida, y el Espíritu redunda en vida; por lo tanto, el Espíritu es más importante. El Espíritu es una persona. Cuando tenemos comunión con Dios, tocamos al Espíritu, la naturaleza de la persona de Dios. Además, el Espíritu es omnipresente. Nosotros contactamos al Espíritu en nuestra comunión.

La comunión depende de que contactemos la vida

El aire es una buena analogía de la omnipresencia del Espíritu. Sin embargo, el aire no tiene personalidad ni vida. Así como podemos respirar aire en cualquier lugar, podemos contactar al Espíritu en cualquier lugar. El Espíritu es una persona divina. Además, cuando contactamos al Espíritu, tocamos la vida, porque el Espíritu es vida. Con esta comprensión, es fácil tener comunión con Dios. Siempre y dondequiera que queramos tener comunión con Dios, lo único que tenemos que hacer es contactar al Espíritu, porque Dios es Espíritu. Cuando tocamos al Espíritu, tocamos la vida divina, y esta vida operará en nosotros. Esta vida nos hará amar a otros y ser humildes, mansos, pacientes, justos y perdonadores, porque estas virtudes están contenidas en la vida divina.

Cuanto más tengamos comunión con Dios, más profundamente operará en nosotros la vida divina. Nosotros no podemos decidir amar, ser pacientes ni ser humildes. Nuestro amor, paciencia y humildad deben ser producidos al operar la vida divina en nosotros en nuestro tiempo de comunión con Dios. No es que nosotros decidimos amar o ser humildes, sino que Él es nuestro amor y nuestra humildad. Al operar la vida divina, los atributos divinos aumentan en nosotros. Después de tener comunión con Dios sólo una vez en la mañana, un hermano no tendrá perfecto amor ni perfecta paciencia. Sin embargo, cada vez que él tenga comunión con Dios, el amor divino y la paciencia divina aumentarán en él. A medida que él continúe contactando al Espíritu, la vida divina operará en él hasta que espontáneamente expresará el amor divino y la paciencia divina. Las ramas de un árbol constantemente reciben el suministro de las raíces. A medida que la savia fluye dentro de las ramas, espontáneamente ellas florecerán y darán fruto. El fruto visible es el desbordamiento de la vida del árbol, la cual está escondida. Gálatas 5:22-23 habla de las nueve virtudes cristianas. Estas virtudes son el fruto del Espíritu, y no el resultado del esfuerzo humano. Cuando el Espíritu opera en nosotros, la vida divina es infundida en nosotros hasta que desbordemos con el fruto del Espíritu. Por lo tanto, la comunión es la clave para toda experiencia cristiana. Si aprendemos la lección de tener comunión, gradualmente participaremos en todas las experiencias espirituales.


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