Experiencia subjectiva que tenemos del Cristo que mora en nosotros, Lapor Witness Lee
ISBN: 978-0-7363-9033-0
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
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Las virtudes humanas son fotografías, réplicas, de la imagen de Dios. Nosotros, quienes tenemos la vida de Cristo en nosotros, somos réplicas de Cristo. Podemos ver esto en las experiencias de Pablo. En Filipenses 3:6-8 Pablo dijo: “En cuanto a celo, perseguidor de la iglesia; en cuanto a la justicia que es en la ley, llegué a ser irreprensible. Pero cuantas cosas eran para mí ganancia [incluyendo la justicia de la ley], las he estimado como pérdida por amor de Cristo [...] por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor”. Pablo no habló de la excelencia de Cristo Jesús, sino de la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús. Anteriormente, él sólo conocía la ley y sólo estimaba el guardar la ley como algo precioso, pero ahora él conocía a Cristo y consideraba su conocimiento de Cristo como algo excelente. La perspicacia de Pablo cambió dramáticamente. Ahora él estimaba como basura la justicia de la ley. Antes que Pablo fuera salvo, él valoraba la justicia que ganaba en la ley. Por consiguiente, él dijo que según la justicia de la ley, él era irreprensible. Ahora su actitud había cambiado por completo. Él dijo que consideraba la justicia de la ley como basura y, por ende, la abandonó a fin de ganar a Cristo como su vida y su todo. Él quería que Cristo, en lugar de la justicia de la ley, fuese su justicia.
La justicia que se menciona aquí también podría explicarse como virtudes. Pablo no tenía virtudes por causa de la ley. Más bien, él tomaba a Cristo como sus virtudes. Por ende, en el versículo 9 él continuó, diciendo: “Y ser hallado en Él, no teniendo mi propia justicia, que es por la ley, sino la que es por medio de la fe en Cristo, la justicia procedente de Dios basada en la fe”. ¿Cómo podían otros ver que Pablo estaba en Cristo? Lo podían hacer debido a que Pablo vivía a Cristo. Él no tenía la justicia (virtud) que era por la ley, sino la que era por medio de la fe en Cristo, la justicia (virtud) procedente de Dios. Pablo vivió a Cristo y magnificó a Cristo; por tanto, él llegó a ser una réplica de Cristo.
Por medio de la fe en Cristo hemos sido unidos a Cristo, y otra clase de justicia es manifestada a través de nosotros. Esta justicia procedente de Dios basada en la fe es sólo Cristo mismo. En 1 Corintios 1:30 se nos dice que Cristo nos ha sido hecho justicia de parte de Dios. Esta justicia no es nuestra moralidad, nuestra conducta o el resultado de que guardemos la ley. Más bien, es el resultado de que seamos unidos a Cristo por medio de la fe, y de que Cristo sea uno con nosotros y se manifieste a Sí mismo por medio de nosotros en nuestro vivir. Cuando otros ven que Cristo es manifestado en nuestro vivir, ellos saben que estamos en Cristo. Por ende, conocemos a Cristo y el poder de Su resurrección. Nosotros experimentamos personalmente que Cristo en nosotros es viviente, resucitado y poderoso. Él es manifestado en nuestro vivir como justicia de Dios, y es expresado por medio de nosotros como nuestras virtudes. Todo aquel que vive a Cristo y expresa a Cristo de este modo es una réplica de Cristo.
En el capítulo 4 Pablo siguió adelante y nos exhortó a que experimentemos a Cristo de esta forma. Cuando experimentamos a Cristo, manifestamos en nuestro vivir todo lo que es verdadero, honorable, justo, puro, amable y de buen nombre, todo lo cual posee alguna virtud y algo digno de alabanza. Podemos alcanzar este nivel porque el Cristo resucitado nos reviste de poder con el poder de la resurrección. Por ende, Pablo dijo: “Todo lo puedo en Aquel que me reviste de poder” (v. 13). Pablo podía hacerlo todo en Aquel que lo revestía de poder. Poder hacerlo todo no significa poder obtener un doctorado o recibir una promoción como gerente general del mismo modo que algunos otros. Todo se refiere a todo lo que es verdadero, honorable, justo, puro, amable y de buen nombre, todo lo cual posee alguna virtud y algo digno de alabanza, según se menciona en el versículo 8. Otros no podían hacer estas cosas, pero Pablo sí podía porque Él estaba revestido de poder con el poder de resurrección mediante la operación del Cristo resucitado que estaba en él.
Con base en lo hablado anteriormente, podemos derivar una conclusión. Filipenses es un libro que trata sobre manifestar a Cristo en nuestro vivir mediante las virtudes humanas, tales como ser verdaderos, ser honorables, ser justos, ser puros, ser amables y ser de buen nombre. Cristo es nuestras virtudes. Cuando Cristo se manifiesta en nuestro vivir, nosotros de hecho manifestamos al propio Cristo en nuestro vivir. Debido a que Cristo es la expresión de Dios, cuando Cristo se manifiesta en nuestro vivir, la divinidad es expresada por medio de la humanidad. Por consiguiente, se logra el propósito original de Dios al crear al hombre, y lo que se retrata en la ley también se cumple y se hace realidad para nosotros de la forma más adecuada.
Expresar a Cristo en nuestro vivir mediante las virtudes del hombre equivale a manifestar a Cristo en nuestro vivir mediante las virtudes que Dios creó en el hombre. No menospreciamos la ética, pero sí menospreciamos la ética que carece de Cristo. Queremos virtudes que estén llenas de Cristo. Aquí yace la superioridad de la ética bíblica, las cuales son virtudes humanas expresadas por medio de Dios como vida en el hombre. La ética bíblica equivale a las virtudes que expresamos en nuestro vivir por medio del Cristo quien entró en nosotros después de encarnarse, vivir en la tierra por treinta y tres años y medio, pasar por la muerte y la resurrección, llegar a ser el Espíritu vivificante y ascender al trono. Como el Cristo que murió y resucitó y como el Espíritu todo-inclusivo, Él vive en nosotros como nuestra vida a fin de expresar Su imagen por medio nuestro. La expresión de Su imagen es la virtud humana más elevada.
Ninguna otra ética en el mundo es más elevada que esta clase de virtud. Todas las virtudes que se expresan en la conducta humana, en la filosofía religiosa, en la ética humana, en las leyes y en los rituales no pueden compararse con esto. Hoy en día lo que los cristianos vencedores y santificados manifiestan en su vivir es a Cristo mismo. La conducta perfecta que se expresa por medio de ellos es la virtud más elevada.
Deberíamos ser veraces, honorables, justos, puros, amables y de buen nombre; deberíamos tener toda clase de virtud y recibir todo tipo de alabanza. Sin embargo, estas características no deben carecer de contenido. El contenido no somos nosotros, sino que es Cristo. Nuestra veracidad es Cristo; nuestra amabilidad es Cristo; el que seamos honorables es Cristo; nuestra justicia es Cristo; nuestra pureza es Cristo; el que seamos de buen nombre es Cristo; toda virtud y toda alabanza que tenemos son Cristo, quien es la imagen de Dios. Hoy en día cuando manifestamos a Cristo en nuestro vivir, manifestamos en nuestro vivir la imagen de Dios mediante nuestras virtudes humanas para la gloria de Dios. Por consiguiente, Dios llega a ser nuestro disfrute y satisfacción. Por esto, Él también es nuestro Dios de paz. El Dios de paz significa que Dios es Aquel a quien podemos disfrutar y es Aquel que nos puede satisfacer. El apóstol Pablo manifestó esta clase de vida en su vivir, y tenía asimismo la esperanza de que todo cristiano también lleve esta clase de vida.
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