Información del libro

Revelación básica contenida en las santas Escrituras, Lapor Witness Lee

ISBN: 978-1-57593-323-8
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Actualmente disponible en: Capítulo 8 de 11 Sección 2 de 5

UN MONTE DE ORO

En nuestra vida diaria nos molesta el polvo. Me gusta Texas, pero un aspecto de Texas que no me gusta es el viento. Demasiado viento conlleva el polvo. Sin embargo, cuando estemos en la Nueva Jerusalén, no habrá polvo. La Nueva Jerusalén, la ciudad santa, es un monte de oro (Ap. 21:18). Este monte mide cerca de dos mil doscientos kilómetros de altura, la distancia aproximada entre Nueva York y Dallas. La Nueva Jerusalén tiene una altura de doce mil estadios (Ap. 21:16); un estadio equivale a ciento ochenta metros. ¿Ha visto usted alguna vez un monte tan alto? Subirlo a pie requeriría cincuenta días si uno viajara cuarenta y tres kilómetros al día.

ORO, PIEDRAS PRECIOSAS Y PERLAS

El muro de la ciudad es de jaspe sobre un cimiento de doce diferentes piedras preciosas (Ap. 21:18-20). Primero las piedras preciosas fueron creadas y luego transformadas por la presión y el calor. No son simplemente naturales; al contrario, fueron creadas y luego transformadas. Un tema predominante que se ve en el Nuevo Testamento es la transformación (2 Co. 3:18). Las doce puertas son doce perlas (Ap. 21:21). También las perlas han pasado por un proceso. Las perlas son producidas por las ostras que están en las aguas de la muerte. Cuando la ostra es herida por un grano de arena, segrega su zumo vital alrededor del grano y hace que se convierta en una perla preciosa. En este proceso podemos ver la muerte y la secreción de zumo vital que produce la perla.

Toda la ciudad está edificada de oro, piedras preciosas y perlas. Allí no tendremos que barrer el piso. ¡No habrá ningún polvo allí! Todos los seres creados habrán sido transformados.

EL EDIFICIO DIVINO
HECHO DE LA HUMANIDAD TRANSFORMADA

En 1 Corintios 3 Pablo dice que ya se ha puesto el único fundamento, pero que debemos mirar cómo sobreedificamos. Podemos edificar con dos categorías de material: oro, plata y piedras preciosas, o madera, heno y hojarasca (3:10-12). La madera, el heno y la hojarasca vienen a ser polvo al quemarse, pero el oro, la plata y las piedras preciosas, no.

Según el concepto de Pablo, el hombre creado y natural es la madera, el heno y la hojarasca; los hombres transformados y regenerados son el oro, la plata y las piedras preciosas. Cuando Pedro conoció al Señor Jesús, era un hombre “polvoriento”, un hombre hecho de polvo (Gn. 3:19), porque nació del linaje adámico. Adán fue hecho de polvo, y Pedro nació como hombre polvoriento. No obstante, el Señor Jesús le llamó Cefas (gr. Pedro), que significa piedra (Jn. 1:42). El hecho de que el Señor Jesús cambiara el nombre de Simón a Pedro indicaba que Pedro sería transformado.

Esta es la razón por la cual este concepto predominaba en Pedro al punto de que lo incluyó en su primera epístola. El dijo que el Señor Jesús es la piedra viva (1 P. 2:4), y que al acudir nosotros a esta piedra viva, llegamos a ser piedras vivas para ser edificadas como casa espiritual (2:5). La casa espiritual no se edifica de madera, de heno ni de hojarasca, sino de materiales transformados. Debido a que nuestra mentalidad está completamente ocupada con ideas naturales, tales como la ética, la filosofía y la moralidad, pasamos por alto este asunto en el Nuevo Testamento. Sin embargo, todo el Nuevo Testamento está saturado del pensamiento de la edificación divina hecha de humanidad transformada. La conclusión de la Biblia es una ciudad santa compuesta de oro, perlas y piedras preciosas.

EL COMIENZO DE LA BIBLIA Y SU FINAL
SE REFLEJAN EL UNO AL OTRO

Todos los materiales que comprenden esta ciudad santa se encuentran en los primeros dos capítulos de Génesis. En Génesis 2 se ve el árbol de la vida. Junto al árbol está un río. Adonde llega el río hay oro: “Y el oro de aquella tierra es bueno”. Hay bedelio, una perla producida por la vida vegetal, y ónice (Gn. 2:9-12). Después de esto se puede ver, al final del capítulo, una novia para Adán (2:21-23).

En Apocalipsis 21 y 22 se encuentra la novia, una ciudad edificada de oro, perlas y piedras preciosas. Dentro de la ciudad hay un río, y en el río, el árbol de la vida. En los primeros dos capítulos de Génesis se encuentran estas seis cosas: la novia, el oro, las perlas, las piedras preciosas, el árbol de la vida y el río. En esto vemos la diferencia: en Génesis la ciudad aún no se había edificado. Los tres materiales estaban allí pero no habían sido edificados como ciudad. Unos seis mil años después, por medio de la obra de edificación de Dios, todos los materiales están edificados como ciudad. ¿Ve usted cómo el comienzo de la Biblia y el final se reflejan el uno al otro?

En 1963 fui a Tyler, Texas y me quedé en la casa de un hermano. Después de una reunión un amigo suyo, quien era un ministro viajero, levantó el teléfono en su casa y llamó a su amigo, James Barber, quien vivía en Plainview, Texas. Le dijo a James que viniera a escucharme a todo costo. La siguiente tarde James Barber estaba en la reunión. Esa noche di un mensaje acerca de cómo el comienzo y el final de la Biblia se reflejan el uno al otro. Ese hombre, James Barber, fue cautivado. Después de las conferencias él dijo que tenía la certeza de que debía seguir este camino. Esto fue el comienzo de la vida de iglesia en Texas. Espero que nosotros también tengamos una impresión gloriosa de que el comienzo y el final de la Biblia se reflejan el uno del otro. Esta es la economía de Dios: edificar Su morada eterna con los seres creados que han sido transformados para ser Sus materiales.


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