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Conocimiento de la vida, Elpor Witness Lee

ISBN: 978-0-87083-917-7
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CAPITULO SEIS

LA COMUNION DE VIDA

En este libro ponemos nuestra atención en el asunto de vida, con la esperanza de llevar a cabo dos cosas: primero, ayudar a cada hermano y hermana a saber si él o ella tiene la experiencia de vida que mencionamos aquí; en segundo lugar, guiar a los hermanos y a las hermanas a comprender a fondo el camino de la vida, con el fin de que más adelante todos vayan a otros lugares y lo proclamen en espíritu. Este libro no tiene como fin dar una enseñanza general, sino que es una investigación especial. Deseamos sacar a la luz todas las cosas que pertenecen a la vida para ver si usted las tiene o no. Y si es cierto que las tiene, ¿puede proclamarlas? ¿Puede usted hablar de modo que conmueva los sentimientos de otros? ¿Puede hablarles de esto no sólo como doctrina, sino también como experiencia? Por esta razón, no sólo queremos examinar si tenemos las cosas indicadas por cada término de vida, sino también descubrir la definición y el uso de cada uno de estos términos.

Siento una carga pesada dentro de mí, un sentir profundo, de que lo que más le falta a cada iglesia hoy en día es lo que pertenece a la vida. Todo nuestro trabajo y toda nuestra actividad deben provenir de la vida. Esto no quiere decir que no debemos laborar mucho y participar en numerosas actividades. Puede ser que más tarde nuestro trabajo y nuestras actividades aumenten y que se intensifiquen. Pero si nuestro trabajo y servicio no provienen de la vida, no durarán ni pesarán mucho. Si queremos que nuestra obra lleve fruto abundante y permanente, debemos tener un fundamento en la vida. Nosotros mismos debemos tocar al Señor en vida y guiar a otros a tocarlo en vida. Solamente así podemos encajar con la obra que Dios desea llevar a cabo en esta era.

La vida debe medir todos los resultados de nuestra obra. Lo que proviene de la vida es lo único que Dios reconoce. En Mateo 7, el Señor dice que algunos predican el evangelio y otros echan fuera demonios, pero que El no los aprueba (vs. 22-23). Además, en Filipenses 1 el apóstol dice que algunos predican el evangelio por envidia (v. 15). Sin duda, tales obras no provenían de la vida, sino de los esfuerzos del hombre. No podemos ni debemos hacer tales obras. Debemos aprender a vivir en la vida del Señor y permitir que Su vida nos guíe a cumplir la obra de El. No debemos aspirar a una gran obra o a algún éxito en la obra. Debemos tener un solo deseo: conocer y experimentar cada vez más la vida del Señor, y ser capaces de compartir con otros lo que hemos conocido y experimentado para que ellos también obtengan algo. Cuando obremos, no debemos establecer una obra; ni tampoco debemos establecer una organización. Nuestra obra debe ser sencillamente la liberación de la vida del Señor, es decir, debe impartir y suministrar a otros la vida del Señor. Que el Señor tenga misericordia de nosotros y abra nuestros ojos para que veamos que la obra central de Dios en esta era consiste en que el hombre obtenga Su vida y crezca y madure en Su vida. Unicamente la obra que proviene de la vida del Señor puede satisfacer Su requisito eterno y ser aceptada por El.

En el capítulo anterior vimos el sentir de la vida. La comunión de la vida está íntimamente relacionada con el sentir de vida. Consideremos ahora la comunión de vida.

I. LA FUENTE DE LA COMUNION DE VIDA

¿De dónde proviene la comunión de la vida? ¿Qué es la causa? ¿De qué se deriva? 1 Jn. 1:2-3 dice: Nosotros (los apóstoles) “os anunciamos (a los creyentes) la vida eterna ... para que también vosotros tengáis comunión con nosotros; y nuestra comunión verdaderamente es con el Padre, y con Su Hijo Jesucristo”. Estos versículos muestran que el apóstol nos predicó “la vida eterna” para que tuviéramos “comunión”. La vida eterna es la vida de Dios, y la vida de Dios, al entrar en nosotros, nos capacita para tener comunión. Esta comunión proviene de la vida de Dios, y por tanto, es la comunión de la vida. Por consiguiente, la comunión de vida procede de la vida de Dios; su existencia se debe a la vida de Dios, proviene de la vida de Dios y llega a nosotros por la vida de Dios. En cuanto obtenemos la vida de Dios dentro de nosotros, esta vida de Dios nos capacita para tener comunión de vida. Por lo tanto, la vida de Dios es la fuente de la comunión de vida.


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