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Llevar fruto que permanece, tomo 1por Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-6314-3
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Actualmente disponible en: Capítulo 11 de 17 Sección 3 de 5

DEBEMOS PROCURAR CONSTANTEMENTE SER LLENOS
DEL ESPÍRITU SANTO

La persona que dirige la reunión debe ser viviente. Si no es viviente, la reunión definitivamente no tendrá vitalidad. Si somos fervientes, en cuanto entremos a la reunión, todos estarán fervientes. Si cinco o seis personas están reunidas hablando y riéndose con entusiasmo y alguien entrara llorando, no podrían seguir riéndose. Minutos después quizás algunos empiecen a derramar lágrimas. Este ejemplo nos muestra que la situación de una persona puede influir mucho en la reunión. Si somos personas que siempre andan tristes, y aun así tratamos de dar un mensaje para hacer que la gente se ría, nadie se reirá. Por otra parte, si somos personas que todo el tiempo se ríen, y tratamos de dar un mensaje de arrepentimiento, confesión, ayuno, duelo y lamento, nadie llorará ni se sentirá apesadumbrado aunque gritemos con todas nuestras fuerzas.

Con respecto a esto no podemos fingir lo que no somos. Si fingimos, simplemente estaremos actuando como si fuéramos actores. Pero puesto que no somos actores, no debemos actuar; y aun si pudiéramos actuar bien, eso sería falso. No debemos usar una máscara, y mucho menos actuar. Lo que determina si los hermanos que conducen la reunión son vivientes o no es su vivir diario. Si andamos conforme a la verdad y el Espíritu en nuestra vida diaria, con el tiempo seremos cierta clase de persona. Así, cuando estemos en las reuniones de hogar, seremos personas que andan en la verdad y conforme al Espíritu. Ya sea que hablemos o no, seremos esta clase de personas. La clase de vivir que una persona tenga es la clase de persona que ella será.

Una persona que está llena del Espíritu llevará consigo al Espíritu adondequiera que va. Cuando hable, el Espíritu emergerá. El Espíritu se manifestará cuando ella llore y también cuando se ría. Asimismo, el Espíritu se manifestará cuando ella lea la Biblia y cuando cante. Esto es lo más importante.

EL ENTRENAMIENTO DE NUESTRO CARÁCTER

También necesitamos entrenar nuestro carácter en nuestra vida diaria. No sólo buscamos ser llenos constantemente del Espíritu Santo; además necesitamos recibir un buen entrenamiento de nuestro carácter. Por favor, examinen los estantes donde hay himnarios y Biblias para uso del público en los diferentes salones de reunión. ¿Están los libros medio rotos o desbaratados? Esta condición no es apropiada e indica que no tenemos un buen carácter. Debemos saber que cuando una persona apropiada asiste a una reunión cristiana, más o menos prestará atención a la manera en que los cristianos allí se visten, a la manera en que hablan y al comportamiento de ellos, y también a la condición del salón de reuniones. Debemos darles la impresión de que somos personas serias, ordenadas, apropiadas y honorables. Todo esto tiene que ver con nuestro carácter espiritual.

Yo fui adiestrado en mi carácter desde la niñez. Cuando llegaba a casa, acomodaba bien mis zapatos. Después que usaba algo lo volvía a poner en su lugar. Hace varios días alguien me llamó a Taipéi desde Anaheim. Yo pude decirles claramente lo que había puesto en el cajón inferior derecho del escritorio de mi estudio y lo que había puesto en el segundo cajón de la izquierda del tocador de mi cuarto. Les pedí que me trajeran esas cosas, y ellos no cometieron ninguna equivocación. Soy una persona anciana de ochenta años de edad. Les digo esto con la esperanza de que los jóvenes entre nosotros adiestren su carácter mientras aún son jóvenes.

El carácter es algo que se cultiva. El carácter del hombre primeramente tiene que ver con la naturaleza interna y, en segundo lugar, con la expresión externa. En 1953 compartí acerca de treinta y dos rasgos del carácter. En aquel tiempo les recalqué a los entrenantes que el carácter es el desarrollo de nuestra naturaleza innata y los hábitos que hemos adquirido. Mientras que el treinta por ciento de nuestro carácter corresponde a nuestra naturaleza innata, el setenta por ciento corresponde a los hábitos que hemos adquirido. Por consiguiente, todos necesitamos aprender a ser personas apropiadas, no sólo cuando visitemos a otros en sus hogares, sino también en nuestra vida diaria. No debemos portarnos descuidadamente la mayor parte del tiempo y luego hacer una actuación cuando sea necesario. No, debemos cultivar continuamente nuestro carácter en nuestra vida diaria y procurar siempre ser llenos del Espíritu Santo. De esta manera, tendremos éxito al conducir las reuniones de hogar.

Actualmente tenemos aproximadamente siete mil nuevos creyentes a nuestro cuidado, y todavía faltaría incluir a diez mil nuevos creyentes de los cuales no podemos cuidar, principalmente porque no tenemos suficientes personas que los cuiden. Les digo esto a fin de mostrarles que si la nueva manera ha de tener éxito, ello dependerá completamente de las reuniones de hogar. Si las reuniones de hogar son buenas, la nueva manera tendrá éxito, pero si no son buenas, la nueva manera fracasará. Creo que en algunos lugares la nueva manera será muy exitosa, mientras que en otros lugares no tendrá éxito. Incluso en otros lugares, en parte tendrá éxito y en parte fracasará. Todo depende de cómo los ancianos y los colaboradores tomen la delantera en la iglesia en su localidad. La clave es que ellos toman la delantera en la iglesia de una manera apropiada a fin de que se asegure el éxito.

Es difícil para los entrenantes vivir con cientos de personas, y mucho menos ser adiestrados las veinticuatro horas del día. Sin embargo, el propósito de esto es adiestrar su carácter y ayudarles a ejercitar su espíritu a fin de que se adapten a su entorno. Quizás algunos sean el único hijo o hija en casa, y hayan sido malcriados por sus padres y les hayan permitido hacer lo que quieren. Sin embargo, hoy, puesto que han escogido servir al Señor a tiempo completo, deben saber que al servir al Señor no hay absolutamente nada conforme a lo que desean. Por lo tanto, deben prepararse y armarse con una mente dispuesta a soportar el sufrimiento.

Una persona que es tan frágil como un huevo no puede servir al Señor. Quienes sirven al Señor deben ser como un huevo de mármol, o incluso de acero, para poder soportar un ataque nuclear. Solamente una persona así de fuerte puede servir al Señor. Si alguien nos dice algo que consideramos injusto o algo que nos desagrada y nos ofendemos y sentimos decepcionados, no seremos bien recibidos en ningún lugar. Por lo tanto, debemos aprender a ser fuertes en nuestro espíritu interiormente y mansos exteriormente a fin de adaptarnos a cualquier entorno. Eso es tener un buen carácter. Si las personas disponen que durmamos en un cuarto solos, nos parecerá bien, y si disponen que compartamos el cuarto con otra persona, o con dos o tres personas más, también nos parecerá bien. Si tenemos que levantarnos temprano, nos parecerá bien, y si tenemos que levantarnos tarde, también nos parecerá bien. Debemos adaptarnos fácilmente a todo, ya sea duro o suave, cuadrado o redondo. De este modo, seremos útiles en las manos del Señor.


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