Vida y la edificación como se presentan en Cantar de los cantares, Lapor Witness Lee
ISBN: 978-0-7363-2853-1
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
ISBN: 978-0-7363-2853-1
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
Font Size
Supongamos que yo le dijera a un hermano que lo amo. Esto implica muchas cosas. Él es una persona con una personalidad fuerte, alguien que tiene su propia voluntad, deseos e intenciones, así como también cosas que le agradan y desagradan. Al decirle que lo amo, ¿eso significa que le estoy pidiendo que cumpla mis deseos? Eso no sería amor, sino más bien una orden. Si realmente lo amo, debo cumplir sus deseos. Es por eso que el Señor le dijo a Simón Pedro que lo siguiera después de que éste le contestó que sí lo amaba. Con esto el Señor estaba diciendo que si queremos tomarlo a Él como nuestra vida y como nuestra persona, debemos desear lo mismo que Él desea. Debemos permitir que Su voluntad sea nuestra voluntad. Y que Sus intenciones sean nuestras intenciones. Si queremos amarlo a Él como una persona, debemos hacer nuestra Su personalidad.
Si usted es un hombre casado, ¿realmente ama a su esposa? La mejor manera de amarla es que usted haga suya la personalidad y la voluntad de ella. Supongamos que yo, como esposo, le dijera a mi esposa: “¡Oh, te amo, pero tienes que entender que yo soy la cabeza! ¡Tienes que someterte a mí! ¡En todo lo que te diga, debes obedecerme!”. ¿Es esto amor? Si realmente supiera lo que es el amor, permitiría que la personalidad de ella fuera mi personalidad. Permitiría que su voluntad fuera mi voluntad. Permitiría que su intención fuera mi intención. Sin embargo, decir esto es fácil, pero para llevarlo a cabo se requiere verdadero amor.
Sucede lo mismo con las hermanas. No diga que usted le ha preparado algo a su esposo porque lo ama. Tal vez piense que con esto le demuestra su amor, pero es posible que a él no le guste lo que usted ha preparado. Simplemente el hecho de prepararle algo no es amor. Amarlo es permitir que los deseos de él sean sus deseos, y que la personalidad de él sea su personalidad.
Es posible que tengamos muchas enseñanzas y todos los dones y poder, pero no permitamos que la personalidad de Cristo sea nuestra personalidad. El Señor Jesús no necesita a alguien que tenga enseñanzas, dones y poder. Él necesita a alguien como Pedro, es decir, a alguien que lo ame y le diga: “Oh, Señor Jesús, ¡te amo! Estoy dispuesto a seguirte. Te tomo como mi persona. Tomo Tu personalidad como mi personalidad. Tomo Tu voluntad como mi voluntad. Tomo Tus deseos como mis deseos. No me interesan las enseñanzas, los dones ni el poder. Lo único que me interesa eres Tú mismo. Te amo, y por tanto te sigo, tomándote como mi persona”.
En los pasados años de mi vida cristiana, he escuchado muchas enseñanzas, y me han enseñado a hacer muchas cosas. Pero nada de ello funciona si no amamos al Señor Jesús. Algunos enseñan que debemos considerarnos muertos juntamente con Cristo. Pero si no le amamos, por mucho que nos consideremos muertos, jamás lo estaremos. En cambio, si decimos desde lo profundo de nuestro corazón: “Señor Jesús, te amo; tomo Tu personalidad como mi personalidad”, no será necesario que tratemos de considerarnos muertos, pues ya estaremos muertos.
Otros enseñan acerca de la santidad. Pero ¿qué es la santidad? La santidad es sencillamente el Señor Jesús mismo. Si tratamos de ser santos y tener santidad, no obtendremos nada. Pero si simplemente le decimos al Señor todo el día: “Señor Jesús, te amo”, algo sucederá. Cuando estemos en la tienda por departamentos, cada vez que tomemos un artículo en nuestras manos, digamos: “Señor Jesús, te amo”. Si hacemos esto, les aseguro que no compraremos muchas cosas. Finalmente, llegaremos a casa sin nada más que el Señor Jesús. No obstante, al llegar a casa aún diremos: “Señor Jesús, te amo”.
El hermano John Nelson Darby vivió más de ochenta y cuatro años. Un día, siendo ya anciano, se quedó a pasar la noche en un hotel mientras estaba de viaje. Antes de quedarse dormido, le dijo al Señor: “Señor Jesús, todavía te amo”. Ninguno de sus escritos me inspiró tanto como esta frase tan breve. Estas palabras breves tocaron mi corazón. Aunque en aquel tiempo él ya era muy anciano, todavía podía decirle al Señor estas palabras. Cuando leí esto hace muchos años, inmediatamente le dije al Señor: “Señor, haz que te ame todo el tiempo. Sólo te pido que hagas esto”.
Les aliento a que se consagren a amar al Señor. Ningún otro camino es tan eficaz, tan seguro, tan rico y tan placentero como éste. Simplemente ámenlo. No se preocupen por nada más. Las enseñanzas, las doctrinas, los dones y el poder no tienen mucho valor. Debemos decirle al Señor continuamente: “¡Señor, guárdame en Tu amor! ¡Atráeme con Tu persona! ¡Haz que me mantenga continuamente en Tu presencia llena de amor!”. Si oramos de esta manera, descubriremos cuánto amor sentiremos por el Señor y la clase de vida que viviremos. Sencillamente viviremos por el Señor. En tanto que le amemos desde lo más profundo de nuestro ser, todo lo demás estará bien. Si necesitamos sabiduría, Él será sabiduría para nosotros. Si necesitamos poder, Él será el poder. Si necesitamos tener un conocimiento apropiado y adecuado, Él también será eso para nosotros. Todo lo que necesitemos, Él es. No traten de obtener nada más; simplemente pídanle que les revele Su amor. Cantar de los cantares 1:4 dice: “Atráeme; en pos de Ti correremos” [heb.]. Debemos pedirle al Señor que nos atraiga, para que luego otros corran en pos de Él junto con nosotros. Si hemos de tomarlo como nuestra vida, debemos amarlo de esta manera.
En Apocalipsis 2 vemos que la degradación de la iglesia empezó con la pérdida del primer amor hacia el Señor Jesús. La iglesia en Éfeso había realizado muchas buenas obras e incluso era firme en cuanto a la fe, pero el Señor los reprendió, diciendo: “Tengo contra ti que has dejado tu primer amor”. Ellos habían perdido el mejor amor, la frescura de su amor, por el Señor. Éste fue el comienzo de la degradación de las iglesias. Cuando perdemos nuestro amor por el Señor, empezamos a retroceder. Por lo tanto, debemos acudir al Señor y hacer un trato con Él, diciendo: “¡Señor, ten misericordia de mí! No necesito nada más ni a nadie más, sino Tu persona llena de amor. ¡Simplemente muéstrame Tu persona! Atráeme para que podamos correr en pos de Ti. ¡Oh Señor, muéstrame Tu amor para que sea constreñido por él! Señor, no deseo hacer nada por Ti. Simplemente deseo amarte. Sólo quiero tomarte como mi persona. Quiero que Tu personalidad sea mi personalidad, que Tu voluntad sea mi voluntad, y que Tus deseos sean mis deseos. Quiero que Tu todo sea mi todo”.
Así pues, vemos que no se trata simplemente de creer, sino también de amar. Debemos aprender a amar al Señor Jesús. Si amamos al Señor Jesús con un amor así de ferviente, disfrutaremos de todo lo que Él es. Por consiguiente, no los aliento a que busquen nada más. Simplemente acudan al Señor y pídanle que los atraiga para que puedan correr en pos de Él. Deben comprender que la “vida-zoé” es sencillamente una persona maravillosa y llena de amor, y que amarle es la única manera de relacionarnos con Él.
Nota: Esperamos que muchos se beneficien de estas riquezas espirituales. Sin embargo, para evitar cualquier tipo de confusión, les pedimos que ninguno de estos materiales sean descargados o copiados y publicados en otro lugar, sea por medio electrónico o por cualquier otro medio. Living Stream Ministry mantiene todos los derechos de autor en estos materiales, y esperamos que ustedes los que nos visiten respeten esto.