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Principios básicos en cuanto al ancianatopor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-4731-0
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Actualmente disponible en: Capítulo 13 de 14 Sección 4 de 4

CAPÍTULO NUEVE

LA EXHORTACIÓN QUE HACE PEDRO
A LOS ANCIANOS

Lectura bíblica: 1 P. 5:1-7

Oración: Señor, muéstranos Tu camino con respecto al ancianato. Te pedimos que nos limpies con Tu preciosa sangre. Debido a que a tan menudo, nuestro viejo hombre, nuestra naturaleza caída y nuestra carne nos contaminan, necesitamos de Tu limpieza y Tu perdón. Señor, ábrenos Tu corazón y Tu mente para poder entrar en Tu Palabra.

“EXHORTO A LOS ANCIANOS
QUE ESTÁN ENTRE VOSOTROS,
YO ANCIANO TAMBIÉN CON ELLOS,
Y TESTIGO DE LOS PADECIMIENTOS DE CRISTO,
QUE SOY TAMBIÉN PARTICIPANTE DE LA GLORIA
QUE HA DE SER REVELADA”

En 1 Pedro 5:1 dice: “Exhorto a los ancianos que están entre vosotros, yo anciano también con ellos, y testigo de los padecimientos de Cristo, que soy también participante de la gloria que ha de ser revelada”. El pensamiento principal de Pedro en cuanto a los ancianos es básicamente el mismo que el de Pablo. Debemos prestar especial atención a los puntos principales en la exhortación de Pedro.

En primer lugar, él exhorta a los ancianos como un anciano más entre ellos, como un testigo de los padecimientos de Cristo y como un participante de la gloria que ha de ser revelada. Aunque aquí Pedro se refiere directamente a lo que él era, todos los ancianos deben ser testigos de Cristo, especialmente de Sus padecimientos, y ser participantes de la gloria que ha de ser revelada. Esto indica que debemos llevar una vida que está absolutamente unida con Cristo, una vida que es Cristo mismo. Esta vida es una vida de sufrimientos en esta era y una vida de gloria en el futuro. La palabra griega traducida “testigo” también significa “mártir”. Si somos mártires, aquellos que participan en los padecimientos de Cristo, seremos partícipes de la gloria en la era venidera.

Los requisitos que deben cumplir los ancianos no están relacionados con la capacidad, sino que tienen que ver por completo con su vida, su vivir y su persona. Ser un testigo que participa en los padecimientos de Cristo y ser un participante de la gloria que ha de ser revelada son asuntos que no están relacionados con lo que podemos hacer sino con lo que somos. Es posible ser una persona muy competente y a la vez no ser un testigo de Cristo ni un participante de la gloria. Por lo tanto, debemos preocuparnos más por lo que somos que por lo que podemos hacer. Un anciano debe ser un mártir, alguien que participa en la vida de Cristo. Debemos llevar una vida de sufrimientos porque Cristo, quien es el que sufre hoy, es vida para nosotros. Este vivir nos prepara y capacita para ser participantes de la gloria venidera. Un pensamiento básico en el Nuevo Testamento es que primero viene el sufrimiento y después la gloria (Ro. 8:17; 1 P. 1:11). Si padecemos con Cristo, ciertamente reinaremos con Él. Sin embargo, el pensamiento principal aquí es que el ancianato depende no de lo que podemos hacer, sino de lo que somos y de la clase de vida que llevamos.

“PASTOREAD EL REBAÑO DE DIOS
QUE ESTÁ ENTRE VOSOTROS”

En 1 Pedro 5:2a dice: “Pastoread el rebaño de Dios que está entre vosotros”. Pedro también llama al Señor Jesús el Príncipe de los pastores (v. 4). A fin de entender el concepto del pastoreo y el martirio en 1 Pedro 5, debemos recordar las palabras que Pedro escuchó del Señor en Juan 10 y 21. Pedro le escuchó al Señor decir: “Yo soy el buen Pastor; el buen Pastor pone Su vida por las ovejas” (10:11). La palabra griega traducida “vida” en este versículo es psujé, la cual se refiere a la vida del alma. El Señor no puso Su vida divina zoé, sino Su vida humana. Él, como el buen Pastor, sacrificó Su vida psujé por Su rebaño. Después de resucitar, el Señor buscó a Pedro y le preguntó: “¿Me amas?”. Pedro le respondió: “Sí, Señor; Tú sabes que te amo”. Entonces el Señor le dijo: “Pastorea Mis ovejas” (21:16). Después que el Señor le encomendó a Pedro que fuera un pastor, profetizó que éste sufriría el martirio (vs. 18-19). Finalmente, Pedro murió como mártir por haber pastoreado el rebaño del Señor. Debido a que el Señor puso Su vida por Sus ovejas, Él fue el primer mártir; Él llevó una vida de sufrimientos por causa de Su rebaño. Luego Pedro fue otro mártir. Los ancianos hoy deben vivir como mártires, sacrificando sus vidas por causa de la iglesia, el rebaño de Dios.

Ser un anciano no solamente nos exige ser humildes, moderados y sensatos, sino también estar preparados para padecer como mártires por causa de la iglesia. El Señor, como el buen Pastor, puso Su vida por Sus ovejas. Hoy en día Él es el Príncipe de los pastores, y nosotros, como pastores juntamente con Él, debemos seguir Su modelo sacrificándonos y llevando la misma vida de sufrimientos que Él llevó, y ser mártires por causa del rebaño de Dios. El ancianato no sólo exige que demos hospitalidad, sino que además entreguemos la vida de nuestra alma como mártires. Debemos entregar nuestra vida y nuestro ser por la iglesia. Si tenemos tal espíritu de martirio, seremos un anciano apropiado aun cuando no seamos capaces de hablar y orar con elocuencia. Debemos estar dispuestos a dar nuestras vidas por la iglesia e incluso aspirar a ello. Debemos amar a los santos que están a nuestro cuidado, al grado en que demos la vida de nuestra alma por ellos. Si hacemos esto, seremos participantes de la gloria que ha de ser revelada. Si queremos ser pastores apropiados que cuidan del rebaño de Dios, debemos ser testigos de los padecimientos de Cristo y participantes de la gloria que ha de ser revelada.

En Hechos 20:28-29 Pablo les dijo a los ancianos de Éfeso: “Por tanto, mirad por vosotros, y por todo el rebaño, en medio del cual el Espíritu Santo os ha puesto como los que vigilan, para pastorear la iglesia de Dios, la cual Él ganó por Su propia sangre. Porque yo sé que después de mi partida entrarán en medio de vosotros lobos rapaces, que no perdonarán al rebaño”. En Mateo 10:16 el Señor dijo: “He aquí, Yo os envío como a ovejas en medio de lobos”. Debido a que hay lobos, los ancianos deben ser mártires a fin de pastorear el rebaño. Los lobos de la época del Señor y de los apóstoles eran principalmente los judaizantes, los judíos religiosos. Según el mismo principio hay religiosos hoy que, al igual que lobos, procuran hacer daño y destruir el rebaño de Dios. Cuando examinamos 1 Pedro 5 junto con Juan 10 y 21 y Hechos 20, vemos que para ser anciano se requiere tener un espíritu de mártir. Aunque quizás nunca suframos el martirio físico, debemos estar dispuestos a sacrificar nuestras vidas por la iglesia.


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