Levantarnos para predicar el evangeliopor Witness Lee
ISBN: 978-0-7363-8726-2
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
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En 1948 presenté un mensaje en Shanghái titulado “Venir e ir”. En aquel tiempo mi carga era muy pesada. El Señor dijo en Mateo 11:28: “Venid a Mí todos los que trabajáis arduamente y estáis cargados, y Yo os haré descansar”. Luego, en 28:19, Él dijo: “Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones”. Venir e ir es el vivir que los creyentes deberían tener. Venimos con aflicción; nos vamos con gozo. Venimos con nuestros pecados; nos vamos con gracia. Venimos con muerte; nos vamos con vida. Venimos con las manos vacías; nos vamos llenos ricamente de Dios. No sólo eso, sino que al venir somos salvos; al ir conducimos a otros a ser salvos. Al venir, recibimos gracia; al ir, impartimos gracia a otros. Al venir, derramamos nuestro dolor y nuestra aflicción; al ir, somos llenos de gozo y paz. En esto consiste el vivir normal de un creyente: en venir e ir.
La Biblia habla más de “ir” que de “venir”. Lamentablemente, la mayoría de los creyentes sólo le prestan atención a venir, tal como venir para ser salvos, venir para ser bautizados, venir al trono de Dios, venir a la reunión, venir para orar y venir para leer la Palabra. Sin embargo, ellos han descuidado el asunto de ir, tal como: “Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones” (Mt. 28:19), “Id por todo el mundo y proclamad el evangelio” (Mr. 16:15), e “Id; he aquí Yo os envío” (Lc. 10:3). En Isaías 6 el Señor dijo: “¿A quién enviaré? ¿Quién irá por Nosotros?” (v. 8). Esto indica que casi nadie está dispuesto a ir por el Señor. Los creyentes que pueden y desean venir son pocos; quienes están dispuestos a ir y pueden ser útiles son aún menos. Por lo tanto, necesitamos ser recordados que no deberíamos ser un “creyente a medias”, sino un “creyente entero”; es decir, no deberíamos ser un creyente “que viene pero que no va”, sino un creyente “que viene y va”.
Había un trasfondo a lo que dije en 1948 acerca de venir e ir. En 1943 hubo un gran avivamiento en Chifú. Es difícil describir la condición de aquel avivamiento. Todavía puedo recordar una hermana aquí en Anaheim que fue salva en aquel avivamiento. Cuando ella vino a estar entre nosotros por primera vez, noté que su cabello era como una torre de tres pisos. Lo podía ver claramente desde la plataforma. Había varios centenares de personas en el salón, pero sólo el cabello de esta joven era de “tres pisos” de altura. Sin embargo, un día cuando ella vino nuevamente, el piso superior había desaparecido. Después de varios días el segundo piso también desapareció, y poco después su cabello llegó a estar parejo. Durante este tiempo ella fue salva.
Había un hermano llamado Sun Fung-lu que era juez en el tribunal local. Él amaba al Señor muchísimo después de su salvación. Más adelante, llegó a ser uno de los ancianos de la iglesia en Taipéi. Durante el avivamiento de Chifú, él acababa de ser ascendido del tribunal local al tribunal superior. Un día él vino a mí y dijo que la condición del avivamiento de Chifú probablemente era más gloriosa que la condición descrita en los Hechos, y que valía la pena tomar nota del mismo como algo histórico. En realidad, quizás no fue así, pero el impacto que ese avivamiento tuvo fue mucho mayor de lo que podemos imaginar.
Todavía puedo recordar la corriente del avivamiento. Comenzó a partir del 31 de diciembre de 1942. En la tarde después de la reunión del día del Señor, se hizo un anuncio de que habría una reunión al día siguiente. Lo que siguió fue cien días consecutivos de reuniones. El tiempo no estaba programado, pero era de mañana a noche. Tampoco había un procedimiento específico para la reunión; todos estaban libres en su espíritu. Principalmente era yo quien daba los mensajes, pero no había un tema particular. Las reuniones eran distintas cada día. El Espíritu verdaderamente estaba libre. Por ende, se podría decir que aquello fue un verdadero avivamiento.
Después de un mes, en la tarde de un día del Señor, bendijimos a los santos al imponer nuestras manos sobre ellos. Los ancianos y yo nos arrodillamos en el centro del salón de reunión e impusimos nuestras manos sobre las cabezas de los santos. Los santos, hermanos y hermanas por separado, se arrodillaron en los dos pasillos. Ellos se acercaron uno a uno para recibir la imposición de las manos. Uno no podría imaginarlo. Puestas en conjunto, las oraciones para tantos santos eran sencillamente una sola oración continua, aunque la porción que cada santo recibió era la adecuada para su situación. Era la obra del Espíritu. Hubo muchas alusiones bíblicas incluidas en aquella oración, tales como: “Eres un pequeño Benjamín”, y “Eres Juan”. Impusimos nuestras manos sobre más de doscientos santos y oramos por ellos. Después, todos se levantaron y estaban sorprendidos por cuán maravillosa había sido aquella oración. Más adelante, quienes recibieron la imposición de las manos testificaron que las palabras de bendición que recibieron eran exactamente las oportunas para cada uno de ellos.
Otro día del Señor, después de la predicación del evangelio en la mañana, hubo una reunión de edificación en la tarde. Antes que yo estuviera a punto de presentar el mensaje, tuve un sentir en mi interior de que necesitaba orar, así que lo hice. En cuanto abrí mi boca y comencé a orar, no podía parar. Alcé mi mano izquierda y oré fuertemente pidiendo que el Señor nos sacudiera. Los santos luego testificaron que esta oración fue como una cascada que se derramaba. Después de orar con mi mano elevada por media hora, un hermano subió a la plataforma para sostener mi brazo. Yo estaba allí orando y él estaba allí sosteniendo. Aquel acontecimiento fue verdaderamente asombroso.
Este avivamiento produjo una gran iniciativa de migración. El primer grupo que salió estaba compuesto de setenta santos. Cada uno de ellos consagró toda su familia, y salieron en abril de 1943. Navegaron desde Tientsín y luego llegaron a la provincia de Suiyuan en Mongolia Interior. Sus boletos de barco fueron comprados con el dinero ofrendado a la iglesia; también les proveímos a cada uno tres meses de gastos de subsistencia. Originalmente, varios misioneros suecos y británicos de la Misión al Interior de China habían estado obrando en la región de Suiyuan por muchos años. Sin embargo, debido al surgimiento de la Guerra del Pacífico, todos los caucásicos, incluyendo los misioneros, habían sido encarcelados. Los santos que migraron allí se dedicaban a reparar zapatos, enseñar, vender bienes u otros oficios. Su celo por el evangelio y su unanimidad ciertamente conmovieron a los cristianos locales, que subsiguientemente fueron a donde ellos y se unieron a ellos. Para finales de 1943 más de cuarenta iglesias fueron levantadas.
Otros treinta santos salieron a la misma vez junto con la primera oleada. Ellos salieron de Chifú a la desembocadura del río Yalú en la provincia de Antung al noreste de China. De este modo, al mismo tiempo hubo cien santos que migraron desde Chifú. Esta movida escandalizó la oficina de los agentes secretos japoneses. Ellos no podían entender lo que había ocurrido para que una organización cívica tan pequeña tuviese tal poder de movilización. Por ende, me encarcelaron y me interrogaron infligiendo torturas severas por un mes. Después de concluir que yo era sencillamente un “adicto a Jesús” que conducía a un grupo de otros “adictos a Jesús” para que hicieran tales cosas, me liberaron.
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