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Estudio-vida de Hechospor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-1419-0
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Actualmente disponible en: Capítulo 4 de 72 Sección 2 de 3

La extensión de Cristo como vida

Nosotros los que hemos recibido la vida divina, no sólo sabemos lo que es el reino de Dios, sino que formamos parte de él. Si un perro naciera con la vida humana automáticamente formaría parte del reino humano. ¿No tiene usted la vida divina? Efectivamente, y por tener esa vida, usted forma parte del reino de Dios. Aunque entendemos estas cosas, resulta imposible explicárselas a la gente que no ha sido regenerada.

El reino de Dios es la extensión de Cristo como vida en Sus creyentes. Esta extensión propaga a Cristo como vida en Sus creyentes hasta formar un dominio en el cual Dios gobierna con Su vida. Al preparar a los discípulos, el Señor Jesús probablemente los ayudó a entender lo que era el reino de Dios. Tal vez los discípulos empezaron a ver que formaban parte de la propagación, la extensión, de Cristo, y que por consiguiente eran parte del reino de Dios.

MANDA A LOS DISCIPULOS
A QUE ESPEREN LA PROMESA DEL PADRE

En Hechos 1:4-8 el Señor Jesús les mandó a los discípulos a que esperaran el bautismo en el Espíritu Santo. El versículo 4 dice: “Y estando reunidos con ellos, les mandó que no se fueran de Jerusalén, sino que esperasen la promesa del Padre, la cual, les dijo, oísteis de Mí”. La promesa mencionada en este versículo y en Lucas 24:49 es diferente de la que se da en Juan 14:17. La promesa de Hechos 1:4 y Lucas 24:49 es la que se menciona en Joel 2:28-29, la cual se cumplió en el día de Pentecostés (Hch. 2:1-4, 16-18). Esta promesa tenía que ver con el derramamiento del Espíritu de poder de lo alto para el ministerio de los creyentes en el aspecto económico. Difiere del Espíritu de vida, infundido en los discípulos por el soplo del Salvador (Jn. 20:22) el día de Su resurrección, para que residiera en ellos y fuese vida para ellos en el aspecto esencial. La promesa hecha por el Señor en Juan 14:17 se cumplió el día de Su resurrección, cuando El, con Su soplo, infundió el Espíritu en los discípulos como aliento de vida. No obstante, la promesa que hizo el Padre en Lucas 24:49 y Hechos 1:4 se cumplió cuarenta días después, en el día de Pentecostés, cuando el Espíritu vino a los discípulos como viento recio.

Es importante que diferenciemos la promesa que hizo el Señor en Juan 14:17 de la promesa del Padre mencionada en Joel 2:28 y 29. Muchos lectores de la Biblia confunden estas dos promesas. La promesa que Dios el Padre hizo en Joel 2 y que luego el Señor Jesús menciona en Lucas 24 y Hechos 1 no tiene nada que ver con la promesa hecha por el Señor en Juan 14. En Hechos 1:4 el Señor Jesús parecía decir: “Os he hablado de la promesa de Mi Padre. Ahora debéis esperar en Jerusalén hasta que se cumpla”.

En Hechos 1:5 el Señor añadió: “Porque Juan bautizó con agua, mas vosotros seréis bautizados en el Espíritu Santo dentro de no muchos días”. Esto se efectuó en dos partes. Primero, los creyentes judíos fueron bautizados en el Espíritu Santo el día de Pentecostés (2:4); segundo, los creyentes gentiles fueron bautizados en la casa de Cornelio (10:44-47; 11:15-17). En estas dos partes todos los creyentes de Cristo fueron bautizados en el Espíritu Santo en un solo Cuerpo, una vez y para siempre universalmente (1 Co. 12:13).

LA PREGUNTA DE LOS DISCIPULOS
ACERCA DE LA RESTAURACION DEL REINO DE ISRAEL

Leamos el versículo 6: “Entonces los que se habían reunido le preguntaron, diciendo: Señor, ¿restaurarás el reino a Israel en este tiempo?” El reino de Israel, el cual los apóstoles y otros devotos judíos buscaban, era un reino material. Este reino difiere del reino de Dios, un reino de vida, el cual Cristo edifica por medio de la predicación de Su evangelio.

La pregunta que los discípulos le hicieron al Señor en el versículo 6, indica que ellos se habían olvidado de la vida divina que había entrado en ellos. Lo que a ellos les interesaba era la restauración del reino de Israel. Este concepto tradicional ocupaba las mentes de todos los judíos. Pedro, Juan, Jacobo y los demás discípulos pensaban que un día el reino de Israel sería restaurado y día tras día esperaban dicha restauración. No obstante, en 1:3 el Señor no les habló del reino de Israel, sino del reino de Dios.

Aunque el Señor habló a Sus discípulos acerca del reino de Dios durante más de cuarenta días, a ellos quizá les preocupaba más el reino de Israel que el reino de Dios. El reino de Israel ocupaba sus corazones. El Señor también les había hablado del bautismo en el Espíritu Santo. Tanto el reino de Dios como el bautismo en el Espíritu Santo se relacionan con la economía neotestamentaria. La pregunta que formularon los discípulos en el versículo 6 demuestra que hasta ese momento no habían entendido correctamente estas cosas.

En respuesta a la pregunta de los discípulos, el Señor Jesús dijo: “No os toca a vosotros saber los tiempos o las sazones que el Padre dispuso por Su propia potestad” (v. 7). El Señor parecía decir: “Dejad la restauración del reino de Israel en las manos soberanas de Dios. Olvídaos del reino de Israel, y recibid Mis palabras acerca del reino de Dios y del bautismo en el Espíritu Santo”.


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