Significado del candelero de oro, Elpor Witness Lee
ISBN: 978-0-7363-1338-4
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
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En 2 Crónicas 16:9 dice: “Porque los ojos de Jehová contemplan toda la tierra”. Actualmente, los ojos de Dios contemplan la tierra, buscando a los que tienen un corazón perfecto para con El. Salmos 32:8 dice: “Te haré entender, y te enseñaré el camino en que debes andar; sobre ti fijaré mis ojos”. El Señor nos guía principalmente con Sus ojos, no con palabras ni con señales. La dirección que proporcionan los ojos es de lo más íntimo, y sólo ocurre entre aquellos que se conocen profundamente. Cuando se comunican dos personas cuya relación es muy íntima, no es necesario ni que hablen en voz audible, pues a menudo se hablan con los ojos. Muchas veces al visitar a las familias, observo que las parejas no siempre se comunican verbalmente. En ocasiones, con sólo una mirada, el cónyuge sabe que es tiempo de servir el té o de atender otros asuntos. Yo también entiendo lo que significa una mirada; por ejemplo, al ver los ojos de ellos, sé que es hora de irme. Si un matrimonio ha estado unido por largo tiempo, quizás treinta o cuarenta años, vemos que el esposo llega a ser la esposa, y la esposa llega a ser el esposo. Esto se debe a que se han transfundido mutuamente uno dentro del otro por treinta años. Sólo esto hace que una pareja sea dulce y armoniosa.
Asimismo, al estar en la iglesia por mucho tiempo, el Señor gradualmente se infunde en nosotros. Esto no es algo que podemos obtener de la noche a la mañana, sino que es el resultado de un largo proceso. El Señor se ha estado transfundiendo en nosotros incesantemente. Tenemos por lo menos cuatro o cinco reuniones por semana, y en cada reunión hay dos horas de transfusión. Podemos comparar estas reuniones con una batería que está siendo cargada. Por ejemplo, una batería que ha sido cargada podrá operar dos días, y cuando está por agotarse la energía eléctrica, es necesario cargarla de nuevo. Entonces, después de haber sido “recargada”, operará nuevamente. Yo he sido “cargado” por cuarenta y cinco años. Esta es la transfusión que imparten los siete ojos.
La iglesia es algo muy misterioso, que sobrepasa cualquier descripción humana. Muchos hermanos pueden testificar que antes de asistir a esta conferencia no tenían un entendimiento adecuado acerca de la iglesia, pero después de escuchar estos mensajes, han visto claramente qué es la iglesia. La iglesia es el candelero de oro, y las siete lámparas sobre el candelero de oro son las lámparas de fuego, las cuales después de quemarnos llegan a ser los ojos. Los ojos nos transfunden y algunas veces nos reprenden. Si asistimos a una reunión y no tenemos el sentir de que hemos sido transfundidos, debemos preguntarnos si ésa realmente es la iglesia. Quizás sea la iglesia, pero no se encuentra en una condición apropiada; tiene problemas, pues no imparte luz ni transfunde a Dios en las personas. Es como si el fusible eléctrico se hubiera quemado, lo cual causa que se interrumpa el suplir de la electricidad. Si éste es el caso, debe cambiarse el “fusible” de inmediato. Algunos ancianos o jóvenes saben cómo hacer eso: orando. Así, la “electricidad” es reconectada, y de nuevo toda la reunión recibe la transfusión. Esta es la naturaleza de la iglesia. Si Dios no se transfunde en nosotros, no tenemos la iglesia.
Los siete ojos que llevan a cabo la transfusión son los siete Espíritus. Las siete lámparas son los siete Espíritus, los siete ojos también son los siete Espíritus, y los siete Espíritus son el Espíritu Santo. Cuando era joven y tenía pocos años de ser salvo, me sentía confuso siempre que se mencionaba el Espíritu Santo. Nunca hubiera dicho que no había Espíritu Santo, pero no sabía qué era ni dónde estaba. Con el tiempo, supe que el Espíritu Santo es la transfusión de Dios en nosotros, y hoy lo sé aún más. Después de un largo tiempo de asistir a las reuniones, nos acostumbramos a ellas. Por ejemplo, a la hora indicada, tomamos nuestra Biblia y nos vamos a la reunión. Sin embargo, después de sentarnos allí por dos minutos, experimentamos cierto poder inexplicable en nuestro interior. Al comienzo de la reunión tal vez no teníamos un corazón apropiado y estábamos indiferentes, pero con sólo sentarnos allí, somos tocados interiormente. Quizás en la reunión nadie hable del Espíritu Santo ni de la transfusión de Dios, pero ciertamente sentimos algo por el hecho de estar presentes. A veces quedamos muy agradecidos con el Señor, y otras veces nos reprochamos a nosotros mismos; unas veces somos iluminados, y otras, somos reprendidos; otras veces somos liberados, y aun en otras, tenemos paz y somos regados. ¿Qué es esto? Es la obra del Espíritu y Su mover; en otras palabras, es el Espíritu mismo.
Cuanto más una reunión esté llena de la naturaleza de la iglesia, más abundará la operación del Espíritu, el cual es los siete Espíritus que nos transfunden e infunden. El Espíritu es vida, y los siete Espíritus tienen como fin que recibamos el suministro de vida y que seamos equipados con ella. Las lámparas se han convertido en fuego, el fuego ha llegado a ser los ojos, y los ojos son el Espíritu mismo. Primero, Dios brilla en nosotros; luego, El también arde en nosotros; y finalmente, El se transfunde y se infunde en nuestro ser. El resultado es que recibimos el suministro de vida y somos equipados con Su vida. Con el tiempo, nuestra función se manifestará en la iglesia, creceremos en vida y seremos edificados juntamente con otros. El fruto no es simplemente la iglesia, sino la iglesia en función, donde todos los santos ministran. No sólo somos iluminados, quemados e infundidos, sino también recibimos el suministro de vida y somos equipados con ella. Es así que llegamos a ser miembros que funcionan en el Cuerpo.
Al volvernos al Espíritu, todo es vida. Las lámparas nos iluminan, el fuego nos quema, los ojos nos transfunden, y el Espíritu nos suministra vida y nos equipa con ella; ésta es la iglesia. Primero, vemos el candelero de oro, Jehová, el Cordero, la piedra y Dios; luego, las lámparas, el fuego, los ojos y el Espíritu. Sólo cuando entendamos plenamente estos nueve aspectos sabremos qué es la iglesia. La iglesia está relacionada con estos nueve aspectos. Al entrar en la iglesia, primero somos iluminados por las lámparas que resplandecen; luego, las lámparas de fuego nos queman; después, los ojos nos observan y nos cuidan, transfundiendo en nosotros lo que Dios es y lo que el Señor es; finalmente el Espíritu, quien es vida, nos suministra dicha vida y nos equipa con ella. Todo esto, en conjunto, es la iglesia.
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