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Pláticas adicionales sobre el conocimiento de la vidapor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-7126-1
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CAPÍTULO CINCO

DIOS LLEGA A SER LA VIDA DEL HOMBRE
MEDIANTE LA REGENERACIÓN

LA VIDA ES DIOS MISMO,
NO EL BUEN COMPORTAMIENTO DEL HOMBRE

La vida es Dios mismo, y todo lo que no emane de Dios no puede ser considerado vida. Según esto, debemos ser muy cuidadosos y entender que cualquier virtud o bondad, como la humildad, la mansedumbre o la paciencia, que no emane de Dios —que no manifieste el elemento de Dios ni tenga el sabor de Dios—, es simplemente comportamiento humano, no la vida. Tal vez sea un buen comportamiento, pero no es la vida. Esto incluye también nuestro amor. Si en nuestro amor las personas no perciben la presencia de Dios ni el sabor de Dios, entonces simplemente se trata de un buen comportamiento, una virtud humana. La vida es Dios mismo. Cuando vemos a algunos hermanos y hermanas que son mansos, humildes, amorosos y comprensivos, siempre pensamos que son avanzados en su crecimiento en vida. No debemos pensar así; más bien, debemos discernir tales virtudes con nuestro sentido espiritual y olerlas con nuestra “nariz” espiritual. Si no podemos percibir el elemento de Dios ni tampoco el sabor de Dios, entonces lo que se manifiesta es simplemente el buen comportamiento humano, y no la vida.

LA VIDA ES CRISTO,
Y EXPRESAR ESTA VIDA EN NUESTRO VIVIR
ES EXPRESAR A CRISTO EN NUESTRO VIVIR

Debemos saber que la vida es Dios mismo. Toda nuestra bondad, virtudes y méritos no pueden reemplazar a Dios, porque todo lo que no sea Dios no es la vida. Así como la vida es Dios mismo, la vida también es Cristo. Todo lo que sea menos que Cristo no es vida. Puesto que Cristo es la expresión de Dios, Él también es la expresión de la vida. Cuando tenemos vida, tenemos a Dios, y cuando expresamos la vida en nuestro vivir, en esencia, en nuestro vivir estamos expresando a Dios, es decir, a Cristo. Toda nuestra bondad y virtudes son vida únicamente si tienen el sabor de Dios; asimismo, son vida únicamente si tienen el sabor de Cristo. Si en nuestra bondad o virtud las personas no perciben ni a Cristo ni a Dios, no son vida. Nuestro andar es vida únicamente si en él los demás perciben a Cristo.

DIOS LLEGA A SER NUESTRA VIDA
AL REGENERARNOS

La vida es el Dios Triuno mismo: el Padre es la fuente, el Hijo es la expresión, y el Espíritu es la vida que entra en nosotros. El Padre es la fuente de la vida, el Hijo es la expresión de la vida, y el Espíritu es la vida que entra en nosotros. El Evangelio de Juan nos muestra cómo el Dios Triuno llega a ser nuestra vida. Habla primero en 1:1 de la Palabra, que era en el principio y que era Dios. Él era en el principio. Luego en el versículo 4 nos muestra que en esta Palabra estaba la vida, y el versículo 12 dice que a los que han recibido esta Palabra les fue dada la autoridad de ser hechos hijos de Dios, y esta autoridad es la vida. El versículo 13 continúa diciendo que éstos no fueron engendrados de voluntad de varón, sino de Dios.

LA PALABRA DE DIOS ES LA EXPRESIÓN DE DIOS

Cuando juntamos estos cuatro versículos, vemos que si Dios ha de llegar a ser nuestra vida, Él tiene que regenerarnos. El Dios que era en el principio se manifestó en la Palabra así como en calidad de Palabra. Todos sabemos que las palabras son la expresión del hombre; todos los pensamientos del hombre y todos sus deseos se expresan en palabras. La palabra de Dios es Dios mismo; por tanto, la palabra de Dios es la expresión y explicación de Dios. Gracias a la palabra de Dios, Dios ha dejado de estar oculto; Él se nos ha manifestado. Dios como Palabra vino a nosotros para ser nuestra vida, y Él se manifestó a fin de ser nuestra vida. Una vez que le recibimos, Él nos regenera para que podamos recibir la vida. Esta vida es la autoridad que nos capacita para tener una relación de vida con Él y ser Sus hijos.

DIOS NOS REGENERA AL SER EL ESPÍRITU

En Juan 3:5 y 6 vemos que a fin de ser engendrados de Dios, debemos nacer del Espíritu. Si Dios únicamente fuera Dios pero no el Espíritu, no podría entrar en nosotros ni engendrarnos, ni tampoco podría ser nuestra vida. A fin de regenerarnos y ser nuestra vida, Dios tiene que ser el Espíritu. Solamente como Espíritu Él puede entrar en nosotros y regenerarnos. Él es la Palabra y, como tal, se manifestó entre nosotros, y como Espíritu, Él entra en nosotros para engendrarnos. Si Dios no fuera la Palabra, no podría estar entre nosotros, y si Él no fuera el Espíritu, no podría entrar en nosotros. Él se hizo la Palabra para poder manifestarse entre nosotros, y llegó a ser el Espíritu para entrar en nosotros.

Juan 3:6 dice: “Lo que es nacido del Espíritu, espíritu es”. El primer Espíritu es el Espíritu de Dios, y el segundo espíritu es nuestro espíritu humano. El que Dios nos engendre equivale a que el Espíritu realice la obra de engendrarnos en nuestro espíritu; por lo tanto, Dios entra en nuestro espíritu para engendrarnos. Esto podemos ver también en Ezequiel 36:26, que dice: “Pondré un espíritu nuevo dentro de vosotros”. Juan 4:24 dice que Dios es Espíritu y que debemos contactarlo a Él en espíritu; es decir, debemos adorarlo y tocarlo en espíritu. Ésta es la luz que encontramos al seguir la línea de la vida en la Biblia, y ésta es la manera de leer la Biblia.

Dios es Espíritu, y nosotros también tenemos un espíritu en nuestro interior. Como Espíritu, Él entra en nuestro espíritu para regenerarnos. Decir esto es fácil, pero involucra muchos versículos: Juan 1:13, 3:5-6 y 4:24. La palabra que era en el principio era Dios. A fin de ser nuestra vida, Él entra en nuestro espíritu como Espíritu para engendrarnos; por lo tanto, todo nuestro contacto con Él debe ocurrir en nuestro espíritu.


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