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Ser liberados de los ritos religiosos y andar conforme al Espíritupor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-8302-8
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LA VISIÓN EN EL MONTE

Los asuntos espirituales son más difíciles de aprender que un curso académico. Una persona que tiene un buen maestro puede aprender matemáticas. No obstante, la revelación espiritual sólo aparece brevemente y luego desaparece. Podría parecer como si hubiésemos visto algo, pero luego de un rato parece como si lo hubiésemos perdido. Pedro recibió la revelación celestial en Mateo 16 acerca de quién Cristo es, pero el Señor Jesús quería que Pedro recibiera una lección suplementaria.

Luego de la revelación que fue recibida en Mateo 16, el versículo 1 del capítulo 17 dice: “Seis días después, Jesús tomó consigo a Pedro, a Jacobo y a Juan su hermano, y los llevó aparte a un monte alto”. Lucas 9:28 relata el mismo evento y dice: “Aconteció como ocho días después de estas palabras, que tomó consigo a Pedro, a Juan y a Jacobo, y subió al monte a orar”. Mateo 17:1 dice seis días, pero Lucas 9:28 dice ocho días. ¿Cómo podría ser seis días y también ocho días? Los judíos contaban sus días desde las cinco de la tarde hasta las cinco de la tarde del día siguiente. Por tanto, desde las cuatro de la tarde hasta las seis de la tarde del día siguiente constituye tres días, pues la primera hora se cuenta como un día, y la última hora también se cuenta como un día. Por tanto, podríamos decir que es un solo día o tres días. Asimismo, el periodo de tiempo entre la revelación acerca de Cristo y la visión del monte se registra como seis días en el Evangelio de Mateo, pero ocho días en el Evangelio de Lucas. Esto quiere decir que había pasado una semana. Una semana es un periodo específico de tiempo. Un día es un periodo corto de tiempo; una semana es un periodo de tiempo más largo; un mes y un año son periodos de tiempo mucho más largos.

El Señor llevó sólo a tres discípulos a un monte alto. Si deseamos ver cosas espirituales, tenemos que pagar el precio para subir a un monte alto. En esta ocasión el Señor Jesús no hizo ninguna pregunta; más bien, Él les mostró algo a los discípulos. Él se transfiguró delante de los discípulos. Su rostro resplandeció como el sol, y Sus vestidos se volvieron blancos como la luz. El Jesús a quien los discípulos vieron en el monte era distinto de la persona que ellos vieron en la llanura. En esta escena gloriosa, Moisés y Elías se aparecieron repentinamente (Mt. 17:1-3). Existe un aspecto misterioso tanto acerca de Moisés como de Elías. Cuando Moisés murió, Dios escondió su cuerpo, y los hijos de Israel no saben dónde fue sepultado (Dt. 34:6). Elías fue arrebatado vivo al cielo, y los hijos de Israel no saben adónde fue (2 R. 2:11). No obstante, aquel día en el monte alto, no sólo Moisés se apareció, sino que también Elías se apareció.

Muchas veces Pedro tomaba la delantera para hablar, y esta vez no fue una excepción. Él dijo: “Señor, bueno es que nosotros estemos aquí; si quieres, haré aquí tres tiendas: una para Ti, otra para Moisés, y otra para Elías” (Mt. 17:4). La primera oración que Pedro dijo era correcta: “Bueno es que nosotros estemos aquí”. No obstante, él habló absurdamente cuando dijo que haría tres tiendas, una para el Señor Jesús, una para Moisés y una para Elías. Moisés y Elías eran representantes del Antiguo Testamento; Moisés representaba la ley y Elías representaba los profetas. Cuando los judíos hablaban de las Escrituras, muchas veces no usaban la expresión Escrituras; se referían a ella como la Ley y los Profetas. Cuando hablaban de la Ley y los Profetas, se referían a las Escrituras. Si alguien nos pregunta si deseamos a Cristo o no, seguramente diremos que deseamos a Cristo. Sin embargo, ¿deseamos la Ley y los Profetas? Si deseamos a Cristo y también la Ley y los Profetas, estaremos haciendo dos tiendas. Eso seguramente será problemático. Cristo no sólo es contrario a la religión; Él también es contrario a la Ley y los Profetas. Él está en contraste con las Escrituras de los judíos.

La declaración absurda de Pedro no elevó a Moisés y Elías, sino que rebajó a Cristo. Él puso a Cristo al mismo nivel que Moisés y Elías. Por tanto, una nube luminosa vino y los cubrió, y salió de la nube una voz que decía: “Éste es Mi Hijo, el Amado, en quien me complazco; a Él oíd” (v. 5). Esta palabra indica que ya no deberíamos escuchar a Moisés o Elías. La nube luminosa que los cubrió y la voz trajeron una atmósfera que atemorizó grandemente a los discípulos, y ellos se postraron sobre sus rostros (v. 6). Entonces el Señor Jesús se acercó y los tocó, diciendo: “Levantaos, y no temáis”. Cuando ellos alzaron los ojos, a nadie vieron sino a Jesús solo (vs. 7-8).

Si nuestra Biblia reemplaza a Cristo, no debiéramos desear la Biblia. La Biblia no debería reemplazar a Cristo. Debemos llegar al punto donde podamos decir: “¡Aleluya! Veo a Jesús solo. No veo nada más”. Muchas veces los creyentes dicen que la Biblia dice esto y aquello. Sí, la Biblia dice esto y aquello, pero ¿nos hemos encontrado con Cristo? Una cosa es conocer la Biblia y otra cosa bastante distinta es tener un encuentro con Cristo. Una hermana joven, en su lectura de la Biblia, podría llegar a Efesios 6:1, que dice: “Hijos, obedeced en el Señor a vuestros padres, porque esto es justo”. Ella podría ser tan conmovida por el versículo, que toma la resolución de siempre obedecer a sus padres. Sin embargo, después de menos de cinco minutos, su madre podría quejarse repentinamente de algo, lo cual incita el enojo de la hermana joven y hace que se olvide del versículo que acaba de leer. No obstante, si la hermana tiene un tiempo con el Señor en la mañana, ella no sólo será conmovida por los versículos, sino que también tendrá un encuentro con el Señor en su espíritu. Como resultado de ello, en vez de enojarse cuando su madre se queje, ella podrá cantar diciendo: “¡Aleluya!”. ¿Ven la diferencia entre estas dos situaciones? Una cosa es ser conmovidos cuando leemos la Biblia, pero otra cosa es tener un encuentro con el Señor. La Biblia nos debería conducir a Cristo. La Biblia debería hacer que nos encontremos con el Señor. El Señor ocupa una posición única. Deberíamos oírle a Él solamente.


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