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Mensajes para creyentes nuevos: Cómo conducir las personas a Cristo #5por Watchman Nee

ISBN: 978-0-7363-0128-2
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Actualmente disponible en: Capítulo 1 de 1 Sección 5 de 5

E. Hablar a tiempo y fuera de tiempo

Dijimos anteriormente que debemos orar antes de hablarle a una persona. Sin embargo, esto no significa que si no hemos orado no podamos hablarle. Debemos predicar el evangelio a tiempo y fuera de tiempo, aprovechando toda oportunidad que se nos presente. Incluso, debemos hablarle del Señor a una persona que veamos por primera vez. Tenemos que estar siempre preparados para hablar. Aunque es importante orar por los nombres de los que están anotados en la lista, también debemos orar por los que no conocemos. Cuando oremos digamos: “Señor, por Tu amor y misericordia salva a los pecadores quienesquiera que sean. ¡Sálvalos, Señor!” Siempre que nos encontremos con alguien y sintamos en nuestro corazón un intenso deseo de hablarle, debemos hacerlo.

Si no prestamos atención a este sentir, dejaremos que un alma se nos escape. No debemos permitir que las almas se nos escapen de las manos. Esperamos que todos los hermanos y hermanas den fiel testimonio del Señor y conduzcan a muchos a Cristo.

F. Estudiar cuidadosamente

Cada vez que guiemos a una persona al Señor, tenemos que analizarla cuidadosamente, como un doctor que estudia minuciosamente el caso de cada uno de sus pacientes. Debido a las diferentes clases de enfermedades, un médico no puede recetar la misma medicina a todos sus pacientes. Lo mismo sucede cuando conducimos las personas a Cristo. Nadie puede ser doctor sin haber estudiado medicina. De la misma forma, nadie puede guiar hombres al Señor sin haber estudiado cada caso. Algunos hermanos son muy eficaces en su labor de salvar a los incrédulos porque los han estudiado primero. Esto es algo que todo creyente debe practicar. Tenemos que estudiar por qué una persona determinada aceptó al Señor, qué hizo que se abriera y por qué otra persona no lo hizo; por qué alguien, después de escuchar atentamente por un momento, se rehusó a creer. Por qué una persona aceptó después de haberse negado. Por qué no hay peces aun después de haber esperado bastante tiempo. Siempre tenemos que encontrar la razón por la que el Espíritu actúa y también por qué no lo hace.

Si fracasamos en la tarea de conducir las personas a Cristo, no culpemos a nadie. Todo aquel que sabe conducir las personas al Señor, siempre busca el problema en sí mismo. No podemos quedarnos inertes a la orilla del mar esperando que los peces salten a la orilla. Salvar a los incrédulos no es sencillo, y requiere que dediquemos tiempo a estudiar y descubrir dónde están los problemas. Conducir las personas a Cristo es una habilidad y ésta se adquiere laborando. Es por medio de los éxitos y los fracasos que aprendemos. En cada situación necesitamos estudiar las razones detrás de los resultados.

Si hacemos esto de una manera consciente, aprenderemos muchas lecciones y, con el tiempo, descubriremos que en lo referente a creer en el Señor, hay toda clase de personas. Con unas uno tiene que hablar mucho para que crean en el Señor, y con otras, no es necesario decir mucho. Debemos aprender a relacionarnos con todo tipo de personas. De esta manera sabremos cómo tratar a aquellos que anotamos en nuestra lista, y a los que conocemos por casualidad. Tan pronto conozcamos a alguien, examinemos qué tipo de persona es y aprovechemos esa oportunidad para dar testimonio. En el curso de nuestra conversación nos daremos cuenta cómo es ella y qué debemos decir. Posiblemente ya sea salva, o quizá no. Si estudiamos cada caso, con el transcurso del tiempo adquiriremos la habilidad de ganar almas. Lograr esto requiere sabiduría. Por la misericordia de Dios, posiblemente podamos conducir al Señor docenas o quizás centenas de personas, pero si estudiamos cada caso con discernimiento, llegaremos a ser muy poderosos en el asunto de ganar almas.

APENDICE: REPARTIR LITERATURA

A. No nos limita el tiempo

Durante los últimos doscientos a trescientos años, el Señor ha usado folletos para salvar a muchas personas. Una de las características especiales de los folletos es que no están limitados por el tiempo. Nosotros estamos limitados no sólo por el tiempo, sino por las personas, ya que no podemos hablar las veinticuatro horas del día, ni hay nadie que esté dispuesto a escucharnos todo ese tiempo. Uno puede predicar un mensaje maravilloso en un lugar, pero no toda la audiencia está allí. En cambio los folletos pueden ir a todas partes y los podemos repartir en cualquier momento del día. Muchas personas no tienen tiempo de venir a las reuniones de la iglesia; pero los folletos pueden llegar hasta ellas. Podemos repartirlos a las personas en las calles, en las casas, en las oficinas o en los parques. Esta es la principal ventaja que presentan los folletos.

B. Los folletos
transmiten el evangelio íntegramente

Muchas personas son muy fervorosas dando testimonio del Señor y conduciendo las almas a Cristo, pero carecen del conocimiento apropiado, no saben expresarse, ni tienen la capacidad de comunicar el evangelio con propiedad. Los folletos pueden hacer esto. Los creyentes nuevos deben escoger la debida literatura a fin de repartirla en su tiempo libre. Esto los capacita para lograr lo que solos no podrían.

C. Los folletos
no son afectados por el elemento humano

Examinemos otra ventaja de los folletos. Cuando estamos frente a las personas y queremos predicar el evangelio, nos sentimos demasiado tímidos como para decirles algo que los sacuda. Los folletos no tienen este inconveniente, porque pueden llegar a cualquier persona y decir todo lo que deseen. El predicador está restringido por las circunstancias y el elemento humano, pero esto no se da con la literatura. Los creyentes deben aprender desde el principio a sembrar las semillas usando los folletos.

D. Repartir folletos
es una manera de sembrar

Otra ventaja de repartir folletos es poder sembrar por todas partes. El Antiguo Testamento nos dice que debemos sembrar nuestra semilla en muchas aguas (Nm. 24:7). Es increíble cuánto debemos esforzarnos para poder hablarle a tres, cinco o a diez personas; sin embargo, no sucede lo mismo si repartimos mil, dos mil o tres mil folletos o volantes al día. Si una persona se salva con uno de los mil folletos que repartimos, esto es maravilloso. Los recién convertidos deben aprender a repartir folletos en grandes cantidades.

E. Dios usa los folletos
para salvar a los hombres

Es indudable que los folletos son usados por Dios para salvar a los hombres. Algunas personas cuando reparten los folletos, los echan debajo de las puertas de las casas, o en los buzones de correo. Una vez alguien recibió un folleto en la calle y lo tiró sin leerlo. Otra persona que pasaba por allí, buscando algo que le sirviera de plantilla, porque tenía un clavo en el zapato que le molestaba, encontró el folleto y lo puso en el zapato. Ya en su casa, cuando se disponía a reparar el zapato que le molestaba, vio el folleto y comenzó a leerlo, y como resultado fue salva. Hay muchos casos similares de personas que han sido salvas por medio de folletos y muchos de estos casos son verdaderamente maravillosos.

F. Oración y dedicación

El creyente nuevo siempre debe tener folletos en sus bolsillos listos para repartirlos en sus momentos libres. De igual manera que conducimos las personas a Cristo, se necesita mucha oración y dedicación para repartir volantes. Al repartirlos, podemos hablar brevemente o permanecer callados. Debemos actuar según el caso lo exija. Si el creyente pone en práctica lo que hemos dicho en este mensaje, recibirá un gran beneficio.


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