Información del libro

Estudio-vida de Mateopor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-1422-0
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Actualmente disponible en: Capítulo 15 de 72 Sección 2 de 4

UNA PALABRA ACERCA DE LA MANSEDUMBRE

Quisiera añadir algo acerca de la mansedumbre. El Nuevo Testamento nos dice que no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra el diablo, contra el enemigo de Dios. Día y noche debemos luchar contra el diablo, el enemigo de Dios. Sin embargo, no debemos luchar contra los seres humanos, ni siquiera contra los que se nos oponen. Debemos ser mansos para con todos los hombres, incluyendo a los adversarios y a los opositores. Aunque luchamos contra Satanás y contra los principados que están en el aire, no tenemos lucha con los hombres. Por el contrario, los amamos a todos. Ustedes los jóvenes no deben ir a los campos universitarios para pelear con los estudiantes. Nunca digan: “¡Derrotaremos a los estudiantes y tomaremos posesión de la tierra!” No vayan a las universidades para pelear, sino para ser mansos. Necesitamos ser tan mansos que, si un perseguidor nos abofetea en la mejilla derecha, podamos volverle la otra. Ser manso significa no resistir ni luchar. Sin embargo, al volverle la otra mejilla al perseguidor, debemos orar: “Señor, ¡ata las potestades de las tinieblas!” Mientras somos mansos para con otros, debemos luchar contra las potestades de las tinieblas. Las personas no son el enemigo; el enemigo es Satanás y sus ángeles, las potestades malignas del aire.

TENER HAMBRE Y SED DE JUSTICIA

Mientras somos mansos para con otros, debemos tener hambre y sed de justicia. Nosotros debemos ser irreprensibles en nuestras relaciones con otros. Debemos estar bien con nuestros padres, nuestro marido o nuestra esposa, nuestros hijos, nuestros suegros, y con nuestros familiares y vecinos. De esta manera, los que pertenecen al reino son justos. No debemos pensar que, si lloramos y somos mansos, podemos permitirnos ser descuidados. No. Debemos tener hambre y sed de la justicia más elevada.

JUSTOS PARA CON NOSOTROS MISMOS
Y MISERICORDIOSOS PARA CON OTROS

Aunque debemos ser estrictos en cuanto a la justicia para con nosotros mismos, debemos aprender a tener misericordia de otros y no exigir nada de ellos. Es malo que un cristiano exija algo de otros. Si usted es verdaderamente estricto consigo mismo, sabrá cómo ser misericordioso para con otros. No trate de ser misericordioso para con otros sin ser primero justo consigo mismo. Las personas que viven desordenadamente no exigen nada de sí mismos ni de otros, o sea, son “misericordiosos” para con otros, porque ya se han mostrado “misericordiosos” consigo mismos. Si duermen hasta muy tarde por la mañana, tendrán mucha misericordia de otros que duermen hasta tarde. Esta clase de misericordia realmente no es misericordia; es todo un error. Ninguna persona que vive desordenadamente sabe cómo tener misericordia de otros. Sólo una persona estricta y justa sabe cómo ser misericordiosa. Si usted quiere mostrarse misericordioso para con otros según la quinta bienaventuranza, primero debe ser justo para consigo mismo en conformidad con la cuarta bienaventuranza.

Debemos ser justos y estrictos con nosotros mismos y nunca buscar excusas. Pero cuando otros nos ofendan, poniendo de manifiesto así nuestras faltas, debemos tener misericordia de ellos. Todos los que se justifican a sí mismos condenan a otros y nunca los perdonan. Lo dicho por el Señor en el monte es completamente diferente. Para con nosotros mismos debemos ser justos y estrictos, serios y sobrios; pero para con otros debemos mostrarnos misericordiosos. Dios en Sí es justo. Sin embargo, si El fuese sumamente justo al tratarnos, todos nosotros estaríamos muertos. Aunque Dios es justo en cuanto a Sí mismo, está lleno de misericordia en Su relación con nosotros. Nosotros, los pecadores caídos, de verdad necesitamos la misericordia de Dios. También debemos aprender a ser justos para con nosotros mismos y misericordiosos para con los demás. Este asunto no trata principalmente de la conducta externa, sino de nuestra actitud interna, de nuestro ser interior.

A los hermanos que tengan cierta responsabilidad, ya sea por ser ancianos de la iglesia o por vivir en la casa de los hermanos, tal vez les sea difícil ser estrictos para consigo mismos y al mismo tiempo tener misericordia de otros. Supongamos que todos deben regresar a la casa a cierta hora. Llegar a la casa más tarde que la hora señalada no es justo. Del mismo modo, no es justo causarles molestias a otros. No obstante, cuando algunos jóvenes regresan a casa, les gusta dejar sus zapatos donde sea. Conocí a un colaborador, alguien que predicaba y enseñaba acerca de la Biblia, quien solía lanzar sus calcetines sin importarle a dónde iban a caer en el cuarto. Una vez este hermano y yo fuimos huéspedes en cierto hogar. La anfitriona, muy incómoda, me mencionó el descuido del hermano. ¡Qué vergüenza para mí! Es posible que algunos de los hermanos que viven en la casa de los hermanos se comporten de la misma manera.

Tal vez a otros hermanos no les guste tener que lavar la loza; por consiguiente, es posible que no la laven bien. Esto no es justo. Nunca es justo aprovecharse de otros o meterse en los derechos de otros. No lavar la loza de forma adecuada equivale a aprovecharse de otros. Si usted es así, no es una persona justa. Si usted es uno de los líderes de la casa de los hermanos, debe ser estricto para consigo mismo en cuanto a la hora, al hablar demasiado, al ruido, al lavar la loza y con respecto a muchas otras cosas. No diga que esto es pedir demasiado. Tal vez sea demasiado para usted, pero no lo es para el Cristo que vive en usted. En todo lo que usted haga, debe ser estricto para consigo mismo.

No obstante, si usted es uno de los líderes de la casa de los hermanos o de cualquier aspecto de la vida de iglesia, también debe ser misericordioso. Puede ser que a veces un líder le amoneste a otro con respecto a la loza, diciendo: “Esta es la primera advertencia acerca de la manera en que usted lava la loza. Después de dos advertencias más, usted tendrá que mudarse a otra casa”. Recordemos lo que el Señor Jesús dijo con respecto a cuántas veces debemos perdonar a nuestro hermano (18:21-22). Aunque cierto hermano no lave bien la loza después de que usted haya hablado con él varias veces, usted todavía tiene que mostrarse misericordioso para con él. No aleje a dicho hermano, por muy descuidado que sea. Por el contrario, debe tener misericordia de él. Esto no quiere decir que debe irse al otro extremo y decir: “He aprendido que debo tener misericordia de este hermano. Por lo tanto, desde ahora en adelante, nunca hablaré con él acerca de la forma en que lava la loza. Que la lave como quiera. Nosotros simplemente tenemos que tolerarlo a fin de mantenerlo aquí con nosotros”. Esta actitud tampoco es correcta. Usted necesita cuidar al hermano día a día. Permítale que tome su turno con la loza. Pero cada vez que lo haga, usted debe proceder con paciencia y mostrarse misericordioso para con él.

Es fácil ser estricto o ser descuidado. Pero es necesario que aprendamos a ser estrictos por un lado y misericordiosos por otro. Si tratamos a otros de manera exigente, inmediatamente debemos ser misericordiosos para con ellos. Esta es una lección importante para los ancianos. El pueblo del reino es justo y misericordioso. Cuando usted sea justo, debe ser perfectamente justo; y cuando sea misericordioso, debe mostrarse muy misericordioso. Aunque la justicia y la misericordia son polos opuestos, éstos tienen que unirse en nuestra experiencia. Su justicia tiene que unirse a su misericordia.


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