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Ejercicio y la práctica de la manera ordenada por Dios, Elpor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-0428-3
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LLEVAR FRUTO ES EL VERDADERO DISFRUTE
DE LAS RIQUEZAS DE CRISTO

Pablo dijo: “¡Ay de mí si no anunciare el evangelio!” (1 Co. 9:16). No predicar el evangelio es un ay. El Señor Jesús dijo que si nosotros, Sus pámpanos, no llevamos fruto, seremos cortados (Jn. 15:2, 6). Ser cortado es perder el disfrute del suministro rico y pleno de la vid. Es por esto que muchos cristianos son tan pobres en el disfrute de las riquezas de Cristo. Han perdido el disfrute pleno de las riquezas de Cristo debido al hecho de que no han llevado fruto. Si no llevamos fruto, seremos cortados.

Aunque no llevemos fruto, de todos modos estamos en el Señor, pero no podemos tener el verdadero disfrute del rico suministro de la savia vital de la vid. En tanto que nosotros no tengamos el disfrute del rico suministro de la savia vital de Cristo, estamos cortados. Si estamos cortados o no, lo podemos determinar por el hecho de si tenemos o no el verdadero disfrute de las riquezas de Cristo. Esto es muy serio. La carencia principal de muchos cristianos consiste en que ellos no llevan una vida que produzca frutos regularmente. Tenemos que levantarnos y ejercitarnos en llevar fruto.

EVITAR LOS DEBATES Y REDIMIR EL TIEMPO
A FIN DE SALVAR A LOS PECADORES
PARA EL AUMENTO DE LA IGLESIA

Muchos cristianos están peleando, debatiendo y arguyendo. Sin excepción alguna, mientras los cristianos se ocupen en peleas y en debates, el resultado que obtendrán será esterilidad. Aunque a ellos les parezca que están luchando por el Señor y que están defendiendo la verdad, el resultado de su lucha será que no habrá fruto. Muchas veces he visto grupos de cristianos marchando muy bien hasta que empiezan a debatir. Una vez que empiezan a debatir en nombre de la defensa de la verdad, empiezan a decrecer en número.

Cuando vienen los debates, la mejor manera de levantarnos en su contra es “¡Yendo!” No debemos ocuparnos en debatir sino en salvar a las personas. Debemos salir para salvar un buen número de personas. Algunos tal vez digan que estamos equivocados si nos ocupamos de los números. Sin embargo, la Biblia se ocupa de los números. Hasta hay un libro en la Biblia llamado Números. Dios les dijo a Moisés y a Aarón que contaran, que numeraran, al pueblo (Nm. 1:2). Debemos contar las personas en la iglesia en nuestra localidad (Hch. 2:41; 4:4; 21:20). Si hacemos esto, nos percataremos de nuestra negligencia en el asunto de llevar fruto. Nuestra urgente necesidad es hacer que la gente sea salva. En vez de debatir, debemos preferir salvar por lo menos una persona hoy. Cuando bautizamos a alguien en el Dios Triuno, nos sentimos gloriosos. La manera gloriosa es salvar pecadores y contarlos.

Si alguien viene a nosotros para debatir acerca de la verdad, simplemente debemos decir que no tenemos tiempo para eso. Luego, podemos preguntarle si sus padres o sus familiares son salvos. Si ellos no han sido salvos, podemos orar con él por ellos. No debemos debatir en cuanto a lo que es correcto o incorrecto. No hemos sido designados para juzgar, y no tenemos tiempo para debatir. Debemos dedicar nuestro tiempo a salvar a los pecadores y a alimentar y nutrir a los nuevos a fin de ayudarles a crecer.

Debemos ir a visitar a las personas para predicarles el evangelio. El Señor no nos dijo que fuéramos a las personas “correctas” y que no fuéramos a las “incorrectas”. ¡El simplemente nos dijo que fuéramos! En primer lugar, debemos ir a visitar los hogares (Lc. 9:4). Luego, debemos visitar cada ciudad y lugar. Finalmente, debemos ir al mundo entero (Mt. 24:14, 28:19; Hch. 1:8).

TOMAR LA CARGA DE PREDICAR EL EVANGELIO
POR MEDIO DE SALIR A VISITAR A LA GENTE

Nuestra primera carga en este entrenamiento consiste en que a cada entrenando se le imparta la carga de ir a visitar a la gente para predicarle el evangelio. Debemos tomar esta carga. No tenemos manera de excusarnos. El Señor se envió a Sí mismo primero; luego El envió a los doce y a los setenta; y ahora ha enviado a todos los discípulos. El libro de Hechos narra que gran número de personas fue salvo en Jerusalén por medio de la predicación del evangelio. En el día de Pentecostés, tres mil personas fueron salvas (Hch. 2:41). Luego Hechos 4:4 dice que “el número de los varones era como cinco mil”. Hubo miles de personas salvas en Jerusalén, y aún así, no estaban dispuestos a salir. Todos ellos se habían quedado pegados a esa ciudad. Entonces vino la persecución, y esto los forzó a salir (Hch. 8:1). Hechos 8:4 nos dice que aquellos que fueron esparcidos iban por todas partes anunciando las buenas nuevas de la palabra. Debido a la persecución ellos salieron y el evangelio se difundió. Como resultado de que ellos salieran el reino se extendía a muchos lugares, y la iglesia era edificada (Hch. 9:31).

Debemos ser de aquellos que salen. Si no podemos salir todos los días, debemos salir por lo menos una vez por semana. Todos pueden hacer esto. Debemos salir por lo menos una noche o una tarde por semana. Debemos ir primero a nuestra “Jerusalén”, lo cual significa que debemos ir a nuestros familiares cercanos, a saber: a nuestros padres, tíos, tías, primos, cuñados, suegros, etc. Luego, debemos ir a Judea, a Samaria, y, por último, a los confines de la tierra (Hch. 1:8).

No sabemos quiénes son los escogidos. El Señor ha escogido un pueblo “de todo linaje y lengua y pueblo y nación” (Ap. 5:9). Sólo el Señor sabe quién es escogido. Lucas 14 dice que debemos ir “pronto por las plazas y las calles de la ciudad” (v. 21), y luego “por los caminos y por los vallados” (v. 23). Esto significa que debemos ir por todas partes. No debemos hacer distinción entre quién tiene una posición alta y quién tiene una posición baja. Mientras sean seres humanos, debemos traerlos al Señor. El Señor dijo que salieran y trajeran “a los pobres, los mancos, los cojos y los ciegos” (v. 21).

Tal vez algunos de los que debaten pueden decir que nosotros forzamos a la gente a creer y a ser bautizada, pero el Señor nos manda en Lucas 14 que ‘forcemos’ a la gente a que reciba la salvación del Señor (v. 23). Antes de que fuéramos salvos, no estábamos dispuestos a buscar al Señor; tuvimos que ser forzados, compelidos, a recibir Su salvación. Si forzamos a la gente a recibir al Señor, tal vez nos preguntemos si algunos de ellos llegan a ser creyentes genuinos. Pero sólo el Señor sabe quién es cizaña y quién es trigo (Mt. 13:29-30), y el Señor no nos dice que tratemos de discernir tal diferencia. El Señor nos dijo que fuéramos a hacer discípulos a todas las naciones y a bautizarlas en el nombre del Dios Triuno (Mt. 28:19). Como miembros de la iglesia, nuestra primera responsabilidad es levantarnos y ejercitarnos a salir a predicar el evangelio en la nueva manera.

LOS ANCIANOS DEBEN SER LOS PRIMEROS
EN PREDICAR EL EVANGELIO

Me gustaría decir una palabra a los ancianos. Si usted es un anciano que predica el evangelio, la iglesia en la cual usted tiene la responsabilidad será una iglesia que predica el evangelio. Por lo tanto, los ancianos deben ser los primeros en ejercitarse para la predicación del evangelio, en practicarla y aun en promoverla. Todo creyente tiene que salir a predicar el evangelio. Yo rogaría a cada iglesia que se levante y se dé a la predicación del evangelio. La predicación del evangelio debe ser promovida en cada localidad.


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