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Dos grandes misterios en la economía de Dios, Lospor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-2905-7
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CAPÍTULO UNO

LOS MISTERIOS REVELADOS EN LA BIBLIA

Lectura bíblica: Ef. 3:4-11; Col. 2:2, 9

La Biblia esconde un misterio, y por mucho que la leamos, estudiemos y escudriñemos, dicho misterio pasará desapercibido para nosotros si carecemos de la correspondiente visión celestial en nuestro espíritu. La palabra misterio aparece muchas veces en el Nuevo Testamento. Efesios 3:4 habla sobre el misterio de Cristo. En Colosenses 2:2 se menciona el misterio de Dios. En Romanos 16:25 Pablo hace referencia a la revelación del misterio. Además, el apóstol Pablo incluso escribe con respecto a la economía del misterio (Ef. 3:9). ¡Todas estas expresiones son realmente extraordinarias! Esta economía está directamente relacionada con la gracia. La gracia de Dios posee una economía, llamada la economía de la gracia de Dios, cuya finalidad es que Dios, en Cristo, sea impartido a nuestro ser. Éste es el misterio hallado en la Biblia.

El libro de Génesis revela que Dios creó los cielos y la tierra. Dicho libro también revela que Dios creó al hombre, y nos relata la historia de este hombre creado por Dios. La historia del hombre comienza con Adán, y luego prosigue con Abel, Enoc, Abraham, Isaac, Jacob, José, etc. La estructura misma del libro de Génesis consiste en el relato de la creación y de la historia del hombre, pero en dicho libro se halla escondido algo que la Biblia llama: el misterio. Toda la Biblia, el Antiguo Testamento y el Nuevo, ciertamente contiene muchas historias, doctrinas y un buen número de visiones; pero aun después de considerar todo ello, es posible que todavía no nos percatemos del misterio que ella esconde.

EL MISTERIO DEL UNIVERSO

Toda persona con algún entendimiento sabe que el universo es un misterio. Simplemente si observamos todos los planetas tendremos que admitir que debe existir una razón para todo ello. El vasto conjunto de aves, animales, flores y plantas tan agradables a la vista, ciertamente debe encerrar algún significado. Incluso el propio ser humano es un ente maravilloso. A lo largo de los siglos, muchos eruditos y filósofos han dedicado su vida a intentar descubrir qué sentido tiene el universo así como la vida humana. Sabemos que por muchos siglos ha existido tanto el linaje humano como la sociedad humana; y aunque el hombre es apenas una pequeña criatura, su vida entraña gran significado. En las librerías podemos encontrar todo lo que se ha escrito en los últimos cuatro mil años, pero no podemos hallar ni una sola página que nos diga cuál es el propósito de la vida humana. Aun filósofos como Sócrates, Platón y Confucio desconocían esto. Incluso si pudiésemos acudir a Moisés y Abraham, ellos tampoco podrían decirnos; si bien ellos hablaban por Dios y al hacerlo ministraban a Dios a las personas, aún así, el significado de este universo, del linaje humano y de la nación de Israel no les fue revelado. Tampoco debemos pensar que Moisés, Elías o David conocían dicho significado. Podemos afirmar que ninguno de ellos lo conocía porque en Efesios 3 Pablo dijo que este misterio no fue dado a conocer en otras generaciones. La palabra generación es una mejor traducción que la palabra era. La palabra era hace referencia a tiempos, períodos o siglos, pero al hablar de las otras generaciones no solamente nos referimos a épocas pasadas, sino también a todas las personas que vivieron en aquellos tiempos. Así pues, a ninguna de las generaciones pasadas, incluyendo a las de Adán, Abel, Enoc, Noé, Abraham, Isaac, Jacob, Moisés, David, Elías, Isaías, etc., les fue dado a conocer este misterio.

Efesios 3 dice que este misterio estaba oculto, escondido desde los siglos en Dios. La expresión los siglos nos remite a la eternidad, pues el texto original usa la misma palabra que en otros pasajes se traduce “eternidad”. Desde la eternidad, este misterio estaba escondido en Dios. Él no se lo reveló a Abraham ni a los patriarcas. Tampoco se lo dio a conocer a Moisés ni a David. Dios no se lo reveló a nadie. Este misterio jamás se dio a conocer a los hijos de los hombres. Se hallaba totalmente escondido en Dios. Efesios 3:9 dice que este misterio estaba escondido “en Dios, que creó todas las cosas”. Dios es único, y Él creó todas las cosas. Sí, Dios creó todas las cosas, pero jamás le reveló a hombre alguno el propósito de Su creación. Más aún, el versículo 9 dice: “Y de alumbrar a todos para que vean”; en realidad, en el griego original se halla implícita la idea de “sacarlo a la luz”. Si yo quisiera encubrirles algo durante todo este año, aunque ustedes permanecieran conmigo por trescientos sesenta y cinco días, ninguno de ustedes sabría qué es lo que escondo hasta que yo decidiera “sacarlo a la luz”. Del mismo modo, hasta que los apóstoles vinieron, y en especial hasta que surgió el apóstol Pablo, este misterio no fue dado a conocer. En este pasaje Pablo nos dice claramente que no fue sino hasta su generación, la generación de los apóstoles, que este misterio fue revelado.

Pablo llamó a los apóstoles los “santos apóstoles” (v. 5). Esto implica que ellos eran personas que Dios había apartado para sí, es decir, no eran personas comunes. Confucio, Sócrates y Platón eran personas comunes, pero aquí vemos unos apóstoles que eran santos y no personas comunes. Ellos eran personas especiales. Ciertamente no eran ángeles, pero tampoco eran seres humanos comunes. Eran personas que habían sido apartadas para Dios, ya que habían visto algo que ningún otro ser humano, ni aun los otros santos de Dios, habían visto jamás. ¡A ellos les fue revelado el misterio! Pablo podía jactarse ante los ángeles de que aunque éstos sabían cómo servir y actuar para dar cumplimiento al mandato de Dios y a lo que Él ordenara, ellos jamás conocieron el propósito del universo.

Sin Dios, el universo carecería de sentido, estaría vacío. Sin Dios, el universo sólo podría inspirarnos lástima. Si Dios no existiera, todos nosotros tendríamos que llorar pues el vacío de este universo sería lamentable en gran manera. El universo sería como un gran recipiente vacío, sin contenido alguno. Es por causa de Dios que existen los planetas, es por Su causa que las flores son hermosas y existen animales maravillosos, y sólo por causa de Dios es que existen los seres humanos. Así pues, Dios mismo es la respuesta. Tal vez los ateos digan que afirmar tales cosas es superstición y una tontería. Sin embargo, nosotros sabemos por qué existen los cielos y la tierra. Todas las flores, los cereales, los animales y las aves existen por causa de Dios. El universo existe por causa de Dios. Esto de ninguna manera es una superstición.

No solamente los apóstoles conocieron este misterio, sino que ahora nosotros también lo conocemos. Nosotros sabemos que Dios mismo es el misterio detrás de este universo y conocemos el misterio de la creación. Conocemos, además, el misterio de la vida humana y el misterio de la Biblia. Sin embargo, este misterio aún continúa siendo un misterio para muchos cristianos, pues ellos únicamente saben de su necesidad de ser salvos por Dios para no perecer en el infierno y ser rescatados y llevados al cielo. A ellos les parece que mientras estén en la tierra, el único motivo de su vida aquí es simplemente manifestar un buen comportamiento cristiano, glorificar a Dios y ayudar a las personas. No obstante, debemos saber que Dios no se ha propuesto simplemente llevar un grupo de pecadores al cielo.

El libro de Romanos comienza hablándonos, en el capítulo 1, sobre los pecadores caídos, incluso sobre las personas caídas en su conjunto; y avanza hasta llegar al capítulo 12, donde nos dice que tales personas han llegado a conformar el Cuerpo de Cristo. En cambio, el libro de Efesios es diferente, pues comienza hablándonos de Dios en la eternidad. Desde esta perspectiva, no importa la condición en la que uno se encuentre, pues Dios dio inicio a este misterio mucho antes de que naciéramos, incluso antes que el mundo fuera creado. Dios dio inicio a este misterio desde la eternidad. A la luz del primer capítulo de Romanos, casi todos los cristianos se considerarían a sí mismos personas pecadoras y caídas; pero al leer Efesios, tenemos que olvidarnos de nuestra propia condición. En este libro encontramos una expresión particular: el propósito eterno (Ef. 3:11). En el idioma griego, este término hace referencia al propósito de los siglos. El propósito de los siglos era un misterio hasta que los apóstoles surgieron. Dios quiso revelar lo más íntimo de Su ser a fin de dar a conocer a Sus apóstoles el misterio que estaba escondido en Él.


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