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Comer al Señorpor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-1365-0
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Actualmente disponible en: Capítulo 4 de 4 Sección 2 de 4

COMPARACION ENTRE EL MANA
Y EL PRODUCTO DE LA TIERRA

En Deuteronomio vemos que laborar para cultivar y extraer el producto de la tierra es muy diferente a recoger el maná en el desierto. En verdad, la tierra de Canaán fue dada por Dios, lo mismo que la semilla y todo lo necesario para su crecimiento, como por ejemplo, el aire, el sol y la lluvia. No obstante, además de estos elementos gratuitos, el pueblo tenía que laborar. Si no labraban los campos, el Señor no haría nada más. En la tipología, el Señor mismo era la semilla, la luz del sol, la lluvia y aun la fuerza física para que el pueblo sembrara y labrara la tierra. Aún así, se requería que el pueblo cooperara con El. Ellos no podían recoger el producto de la tierra, a menos que cooperaran con el Señor. El producto de la tierra era diferente al maná, ya que éste les caía del cielo. El hombre no tenía que sembrar ni recoger el producto de la tierra en cooperación con Dios, aunque se sobreentiende que para comer el maná había que madrugar y recogerlo. Si alguno era perezoso y se levantaba tarde, ya no hallaba qué recoger. Podría decirse que salir de la tienda en la madrugada era cooperar, pero esta cooperación era mínima en comparación con la labor necesaria para obtener el producto de la tierra, ya que para esto se requería la cooperación del hombre de principio a fin. Dios daba el agua, la luz del sol, el aire y la semilla, pero no laboraba por ellos, ya que esto era lo que le correspondía al pueblo.

Permítanme preguntar: ¿qué es mejor y más elevado: el maná o el producto de la buena tierra de Canaán? Obviamente, el producto de la tierra es superior. ¿En qué aspecto es superior? En primer lugar, el producto de la tierra se puede presentar como ofrenda. El maná descendía del cielo y era bueno a los ojos del hombre, pero Dios no deseaba que se hiciera ninguna ofrenda de maná. El no dijo que se le debía ofrecer maná en el holocausto, ni en la ofrenda mecida, ni en la ofrenda elevada, sino que instó al pueblo a comerlo. El maná sólo sirve para comerse, no está al nivel de presentarse como ofrenda. Por medio de las ofrendas se adora a Dios. El maná es alimento, pero no sirve para adorar. Si deseamos adorar a Dios, debemos traer el producto de la buena tierra de Canaán, pues sólo éste puede usarse para adorar a Dios. No importa cuánto maná comamos, al igual que el pueblo de Israel que comió el maná durante cuarenta años, éste no basta para adorar a Dios. Tenemos que comer del producto de la tierra de Canaán, ya que sólo este producto puede convertirse en adoración para Dios. Por eso decimos que el maná es inferior al producto de la tierra de Canaán.

Pregunto ¿qué comemos hoy: el maná o el producto de la buena tierra? Algunos podrían decir que comen maná, y otros afirmarían que comen ambos. Ambas respuestas son válidas, pero espero que los que comen el maná dejen de hacerlo gradualmente, ya que el maná se comía exclusivamente en el desierto. De modo que comer maná es una clara evidencia de que uno todavía está vagando. ¿En dónde se comía el producto de la buena tierra? En Canaán. Además, la décima porción de la cosecha de la tierra, la mejor porción —que era el primogénito del ganado y de las ovejas, y las primicias del grano—, no se comía en casa, sino que se llevaba al templo y se comía delante de Dios. Esto muestra que el peregrinaje había cesado.

¿Deseamos ser creyentes que comen maná o que comen el producto de la buena tierra? Todos quisiéramos estar en el segundo grupo. Es cierto que el maná es bueno, pero no es suficiente, porque es la dieta de los que vagan por el desierto. Josué 5 nos muestra claramente que el maná dejó de caer del cielo tan pronto como los hijos de Israel entraron en Canaán y comenzaron a comer el producto de la tierra (v. 12). Una vez que uno gusta el producto de la buena tierra, no necesita volver a comer maná, porque ha experimentado algo más profundo y mejor. Desde ese momento uno deja de comer maná. Es cierto que Cristo es el maná, pero es la provisión que Dios nos da mientras estamos en nuestro peregrinaje. Debemos entrar en la buena tierra, cuyos productos son mucho mejores que el maná.


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