Revelación crucial de la vida hallada en las Escrituras, Lapor Witness Lee
ISBN: 978-1-57593-811-0
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
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Vimos en el último capítulo que la historia de los hijos de Israel estaba totalmente relacionada con el comer. En este capítulo queremos ver que la historia de los hijos de Israel no tiene que ver solamente con el comer, sino también con el beber. En Génesis 2 tenemos el árbol de la vida como alimento y el río de agua como bebida. Los dos juntos producen los materiales preciosos que se necesitan para el edificio de Dios. De Génesis 2 en adelante la historia del pueblo escogido de Dios siempre ha estado ligada al comer y al beber. Estos dos asuntos se ven en toda la Biblia. El pueblo escogido de Dios de hoy también debe relacionarse íntimamente con el comer y el beber porque éstos son los aspectos principales del sustento de la vida. Necesitamos comer y beber para vivir. El comer y el beber nos permiten disfrutar y mantener la vida.
La historia de los hijos de Israel empezó cuando comieron el cordero pascual en Exodo 12. Poco después de que habían comido la pascua y atravesado el Mar Rojo para salir de Egipto, les faltó el agua. Exodo 15:22 nos dice que “anduvieron tres días por el desierto sin hallar agua”. Llegaron a Mara, el cual significa amargo, pues las aguas de Mara eran amargas y no se podían beber. Es muy significativo que el viaje del Mar Rojo a Mara duró exactamente tres días. El hecho de que estuvieran tres días en el desierto sin agua significa que estuvieron sepultados por tres días, que estuvieron en muerte. Se puede considerar el tercer día como el día de resurrección, puesto que el Señor Jesús resucitó al tercer día (1 Co. 15:4). Cuando los hijos de Israel llegaron a las aguas amargas de Mara el tercer día, el Señor le mostró a Moisés un árbol, y cuando Moisés echó ese árbol en las aguas, éstas se endulzaron (Ex. 15:25). Podemos decir que el árbol es el Cristo resucitado porque este árbol fue echado en las aguas amargas de Mara después de que los hijos de Israel habían viajado tres días en el desierto.
Por la carencia de agua y por haber llegado a un lugar de aguas amargas, los hijos de Israel se pusieron a murmurar y a quejarse. Esto nos da un cuadro claro de cómo es el pueblo de Dios cuando no tiene agua. Si una iglesia local carece del agua espiritual, seguramente habrá peleas, reprensiones, murmuraciones y quejas. Si todo esto está presente en una iglesia local, queda muy claro que hay sequedad allí, que la sed se encuentra allí. Si no tuviéramos agua para beber durante tres días, sin lugar a dudas, muchos de nosotros expresaríamos reprensiones, pelearíamos y murmuraríamos por causa de la carencia de agua. Debemos comprender que tenemos un árbol viviente, el Cristo resucitado. Si sólo ponemos este Cristo resucitado en nuestra amargura, permitiendo que el Cristo resucitado entre en nuestra situación, las aguas amargas llegarán a ser aguas dulces.
En Mara, aun antes de que se diese la ley, el Señor les hizo un estatuto y una ordenanza a los hijos de Israel (15:25). Esto significa que si entre nosotros tenemos el agua dulce y viviente, la que se puede beber, de esta agua viviente vendrá espontáneamente un estatuto y una ordenanza vivientes. Cuanto más bebemos del agua viviente, el agua dulce del Cristo resucitado, más regulados estamos. El estatuto y la ordenanza no vienen de la ley de letra, sino que son el estatuto y la ordenanza vivientes producidos cuando bebemos del agua viviente.
Creo que el estatuto hecho en Mara podría haber prohibido las reprensiones y las murmuraciones. Después de que las aguas amargas se endulzaron, es posible que los hijos de Israel dijeran que ya no era necesario reprender o murmurar, así que promulgaron un estatuto de acuerdo con esto. No es necesario reprender o murmurar cuando haya abundancia de agua y cuando las aguas sean dulces. Si se encuentran muchas reprensiones y murmuraciones en una iglesia local, habrá mucha enfermedad en aquella iglesia. Si nosotros murmuramos todo el tiempo, nos enfermaremos. Las murmuraciones le abren la puerta al enemigo y así éste puede introducir todo tipo de enfermedad. Si murmuramos, nos quejamos y expresamos reprensiones, somos semejantes a los egipcios, a la gente mundana. En la mayoría de las asociaciones y sociedades, los miembros murmuran, se reprenden y aun se pelean. ¿Debiera haber este tipo de situación o condición entre el pueblo de Dios en una iglesia local?
Nuestras quejas o murmuraciones constituyen cierto tipo de enfermedad. Estamos enfermos espiritualmente, y esta enfermedad espiritual puede dar por resultado una enfermedad física. En 1 Corintios 11 Pablo les dijo a los corintios que entre ellos había muchos debilitados y enfermos y varios aun estaban muertos (v. 30), porque murmuraban, se quejaban y eran facciosos. Los corintios se oponían porque carecían del agua dulce del Cristo resucitado. Si tenemos al Cristo resucitado en nuestra situación, ésta será muy dulce y tendremos el agua viviente. Luego promulgaremos un estatuto que prohíba las reprensiones, las murmuraciones, las quejas y las peleas entre nosotros. Nuestra ordenanza mandará que alabemos al Señor y que gritemos con júbilo sin quejas ni murmuraciones. Una ordenanza tal como ésta sólo proviene de las aguas dulces. Si disfrutamos al Cristo resucitado en nuestra situación y gozamos de la dulzura del agua viviente, no tendremos ninguna enfermedad.
Si pueden encontrarse murmuraciones y quejas en una iglesia local, esto comprueba que hay enfermedades egipcias allí. Si no hay murmuraciones ni quejas, entonces hay un estatuto viviente hecho del agua viviente y dulce, el cual nos enseña a no criticar, reprender, murmurar, quejarnos ni pelear el uno con el otro. Este estatuto no se dio en Sinaí, sino que se promulgó en Mara donde los hijos de Israel disfrutaron de las aguas dulces. Exodo 15:26 dice: “Si oyeres atentamente la voz de Jehová tu Dios, e hicieres lo recto delante de sus ojos, y dieres oído a sus mandamientos, y guardares todos sus estatutos, ninguna enfermedad de las que envié a los egipcios te enviaré a ti; porque yo soy Jehová tu sanador”. No debemos tener entre nosotros las enfermedades ni las dolencias porque el Señor es nuestro sanador, y en las aguas dulces se encuentra la sanidad que El nos trae. Tenemos al Señor como nuestro sanador.
Los hijos de Israel, después de sus experiencias en Mara, llegaron a Elim donde había doce fuentes de aguas y setenta palmeras (Ex. 15:27). En la Biblia las palmeras simbolizan la victoria de la vida de hoja perenne. Debemos alabar al Señor por la palmera, por la victoria de la vida. Setenta es diez por siete. Siete es el número de completamiento y diez es el número de plenitud, así que Elim es un lugar lleno de las victorias de la vida. También había doce fuentes de aguas en Elim. Doce se compone de cuatro por tres. El número cuatro simboliza las criaturas, especialmente la humanidad, y el número tres representa al Dios Triuno. Por lo tanto, cuatro por tres, el número doce, nos habla de la mezcla de lo divino con lo humano. Las fuentes de Elim tienen como fin la mezcla de la divinidad con la humanidad. Dios como agua viviente entra fluyendo en Sus escogidos para mezclarse con ellos. La vida de resurrección en Elim fluye y crece. Procede de Dios y entra en nosotros, y mediante este fluir crece hacia arriba a fin de manifestar las riquezas y la victoria de la vida divina.
Necesitamos que Cristo como el árbol, el Cristo resucitado, sea puesto en nuestra situación. Entonces tendremos las aguas dulces. De estas aguas dulces vendrán un estatuto y una ordenanza que prohíban las murmuraciones, las quejas, y que exijan la alabanza. No debemos encontrarnos murmurando sino alabando. Necesitamos una ordenanza que nos mande a decir: “¡Oh Señor, amén, aleluya!” Nuestra ordenanza y nuestro estatuto no nos mandan a dar reprensiones, a criticar, a murmurar ni a quejarnos, sino a alabar siempre. Este estatuto y esta ordenanza no vinieron de la ley de letra, sino del beber de las aguas dulces. Con el tiempo, nosotros somos introducidos en Elim, donde hay doce fuentes de aguas y setenta palmeras. Esta situación está llena de la vida que fluye para mezclar lo divino con lo humano, y también está llena de las victorias de la vida para que alabemos al Señor. Elim es un lugar lleno de alabanzas que brotan de la vida.
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