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Sacerdocio, Elpor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-0324-8
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Actualmente disponible en: Capítulo 1 de 18 Sección 3 de 3

Moisés

Veamos el caso de Moisés. Cuando él estaba en el desierto, se hallaba en el atrio. Después de que Dios lo llamó para sacar a Su pueblo Israel de Egipto, él se encontraba, por lo menos, en el Lugar Santo. El lo ayudó a cruzar el Mar Rojo y, más adelante, lo condujo al monte Sinaí, donde permaneció cuarenta días. No hay duda que para Moisés, éste fue el verdadero Lugar Santísimo. El estuvo con Dios y, cuando descendió del monte, el pueblo veía en su rostro la gloria de Dios.

Todo el pueblo de Israel

Durante la Pascua los hijos de Israel sacrificaron el cordero sin la ayuda del sacerdote, debido a que todos eran sacerdotes. Cada familia era parte del sacerdocio. Todo el pueblo ofreció el mismo sacrificio a Dios simultáneamente. Ninguna familia tenía un sacerdote especial que ofreciese el cordero pascual por ellos, porque todos eran sacerdotes. Cuando salieron de Egipto y llegaron al monte Sinaí, el Señor les dijo que haría de ellos un reino de sacerdotes. Todos debían ser Sus sacerdotes y debían estar en Su presencia para ser llenos de El y llegar a ser Su expresión corporativa, la cual es el verdadero sacerdocio. Debo repetir que el sacerdocio no consiste en hacer algo para Dios, sino que es un grupo de personas que están llenas y empapadas de Dios a fin de que El fluya en ellos, y ellos sean Su expresión corporativa. No obstante, el pueblo de Israel también fracasó ante Dios.

Entonces, Dios tomó la tribu de Leví, la cual llegó a ser una tribu de sacerdotes. En realidad, ellos no realizaban un sinnúmero de actividades para el Señor, sino que pasaban el tiempo en Su presencia, y allí Dios los disciplinaba para que llegaran a ser uno con El. (En los capítulos siguientes estudiaremos más al respecto.) Por ser el sacerdocio, ellos disfrutaban continuamente al Señor llevándolo como Su testimonio.

No podemos dejar el Antiguo Testamento sin examinar el caso de los salmistas. Al leer sus escritos tenemos que reconocer que fueron verdaderos sacerdotes. Sus escritos muestran que pasaron la mayor parte de su tiempo en la presencia de Dios para ser llenos de El.

Al llegar al Nuevo Testamento, notamos que los apóstoles fueron sacerdotes, ya que continuamente abrían su ser al Señor para ser llenos de El; por lo cual, fueron una verdadera expresión corporativa del Señor. Así debe ser el creyente. Pedro, el primero de los apóstoles, y Juan, el último que ministró, dieron especial énfasis a esto: ambos afirman que somos sacerdotes y que, en conjunto, somos un sacerdocio.

UN CONCEPTO RENOVADO

La idea que tenemos acerca de servir a Dios tiene que ser transformada y calibrada. Ser sacerdote no significa primordialmente hacer algo para el Señor, sino que El nos cautiva. Debemos pasar mucho tiempo en Su presencia y permitir que entre en nosotros y nos llene en plenitud.

Cuando recién me había convertido, me gustaba hablar de la obra del Señor, pero ahora eso no me interesa tanto, porque lo que importa no es trabajar para el Señor sino ser poseídos por El y mantenernos en Su gloria. Entonces El fluirá y ese fluir será Su verdadera obra y el verdadero servicio. Únicamente este fluir cumplirá el propósito del Señor. Lo importante no es dar mensajes, ni mantener formalidades o enseñanzas, sino ser completamente llenos de El, para que así brote de nosotros y seamos uno con El y con todos los que abran su ser a El. Nuestro trabajo, nuestro servicio, el fluir de vida, la vida del Cuerpo y también Su edificio se hallan en este fluir. Debemos comprender que la edificación del Cuerpo no es un trabajo, ni una especie de organización, sino la vida corporativa que corre en el fluir de Dios.

Necesitamos ser llenos e impregnados de la gloria de Dios; entonces, seremos uno con El y uno con otros en El. Toda la labor y el servicio del creyente debe proceder de este sacerdocio. Espero que deje una profunda impresión en nosotros el hecho de que la intención de Dios no es que trabajemos para El. Si comprendemos en verdad el deseo de Su corazón, abriremos nuestro ser completamente a El para que nos inunde consigo mismo. Este es el sacerdocio, y ésta es la clase de persona que Dios anhela obtener hoy.

¡Oh, qué bendición gloriosa!
    Ser un sacerdote real;
Aunque sea el más pequeño
    Tengo oficio divinal.

    CORO:
    La edificación del Cuerpo
        Por el sacerdocio es;
    En mi espíritu orando
        Este oficio cumpliré.

Si atiendo este llamado
    Bajo Tu autoridad
Se edificará la iglesia
    Por el sacerdocio real.

Es la iglesia el sacerdocio
    Concertado en unión;
Hoy los sacerdotes juntos
    Forman su edificación.

Por la iglesia degradada
    Este oficio se anuló;
Sus espíritus endebles
    Sólo quieren un sermón.

Muchos buscan un mensaje
    Y no quieren funcionar;
Descuidando el sacerdocio,
    Y en espíritu el orar.

Quiero estar bien balanceado
    Y cumplir mi comisión,
Tu mensaje liberando
    Y guiando a oración.

Con espíritus unidos
    Y vital predicación,
Se edificará la iglesia
    Al servir en oración.

(Himno #363 de Himnos)


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