Vivir en y con la Trinidad Divinapor Witness Lee
ISBN: 978-0-7363-6188-0
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
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Juan 3:16 dice que el Dios [Triuno] amó de tal manera al mundo, que dio a Su Hijo unigénito para que todo aquel que en Él cree tenga vida eterna. En este versículo el mundo se refiere a la humanidad. Dios amó tanto la humanidad que dio a Su Hijo unigénito ¿con qué propósito? Para que todo aquel que en Él crea tenga vida eterna. Dios da a Su Hijo y nosotros recibimos la vida eterna. Él amó a la humanidad a tal punto que nos dio a Su Hijo unigénito. Luego recibimos la vida eterna al creer en Su amado Hijo. El hecho de que Dios nos de Su Hijo constituye Su impartición. El Hijo es la corporificación del Padre. Cuando el Padre nos dio a Su Hijo, en verdad era Dios entregándose a nosotros en Su corporificación. Si recibimos al Hijo, Su corporificación, recibimos la vida eterna. Esto indica que la vida eterna es el Hijo, la corporificación del Dios Triuno. Recibir la vida eterna es recibir al Hijo como la corporificación del Dios Triuno como un regalo que Él nos da.
En 1 Juan 4:9 dice que el Dios [Triuno] envió a Su Hijo unigénito al mundo, para que tengamos vida y vivamos por Él. Este versículo revela la impartición del Dios Triuno en el Hijo para que lo tengamos a Él como vida y vivamos por Él. Gálatas 4:4 dice que el Dios [Triuno] envió a Su Hijo, nacido de mujer. Dios se impartió en nosotros como el regalo de vida por medio de la encarnación al nacer de una mujer.
Romanos 8:3 dice que el Dios [Triuno] envió a Su propio Hijo en semejanza de carne de pecado. Al enviar a Su Hijo en semejanza de carne de pecado, Dios vino para impartirse en nosotros como el regalo de vida eterna. Podemos ver la verdad de Romanos 8:3 en el tipo de la serpiente de bronce en Números 21 a la cual el Señor Jesús se refirió en Juan 3:14: “Y como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así es necesario que el Hijo del Hombre sea levantado”. La serpiente de bronce levantada por Moisés tenía la semejanza de una serpiente, pero interiormente no tenía el veneno de la serpiente. De la misma manera, Cristo tenía la semejanza de la carne de pecado, pero dentro de Él no había pecado. Al ser levantado en la cruz como la serpiente de bronce, Cristo aniquiló a Satanás, la serpiente antigua (Jn. 12:31-33; He. 2:14). Esto significa que la naturaleza serpentina dentro del hombre caído ha sido anulada con el fin de que el hombre pueda tener vida eterna. Ésta es la manera en que el Dios Triuno vino para impartirse dentro de Su pueblo escogido.
La impartición del Padre puede verse en el Evangelio de Juan. El versículo 32 del capítulo 6 dice que el Padre nos da el verdadero pan del cielo. El Señor Jesús nos dijo claramente que Él es el verdadero pan del cielo dado por el Padre. Esto significa que el Padre nos está impartiendo a Cristo como alimento a todos nosotros. Juan 6:40 dice que la voluntad del Padre es que todo aquel que ve al Hijo y cree en Él tenga vida eterna. Cristo como el pan celestial impartido a nosotros es la corporificación de la vida eterna. Cuando recibimos este pan y lo comemos, tenemos este pan dentro de nosotros como la vida eterna. El Padre nos da el pan celestial, el cual representa al Hijo. Así que, el Hijo es el alimento celestial para ser nuestro suministro de vida.
También podemos ver la impartición del Padre en Juan 8:29, el cual dice que el que envió [el Padre] al Hijo está con el Hijo. El Padre da al Hijo como el pan celestial, pero cuando Él da al Hijo, Él viene con el Hijo. El Padre, quien envió al Hijo está con el Hijo. El pensamiento natural es que el Padre permaneció en los cielos cuando nos envió al Hijo para que fuera nuestro suministro. Pero conforme a la revelación divina, el Padre estaba con el Hijo cuando el Hijo vino. Esto muestra que no solamente el Hijo, sino también el Padre, es el componente del pan celestial. Cuando recibimos al Hijo, tenemos al Padre con el Hijo como nuestra provisión de alimento. Ésta es la impartición del Padre.
Juan 5:24 dice que el que oye al Hijo y cree al Padre, quien envió al Hijo, tiene vida eterna. El libro de Juan nos dice reiteradamente que Dios se entregó a Sí mismo por nosotros para que le recibamos como nuestra vida eterna. Este dar y recibir indica la impartición del Padre.
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