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Hombre espiritual, El (juego de 3 tomos)por Watchman Nee

ISBN: 978-0-7363-0699-7
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EL DISCERNIMIENTO

Si leemos el contexto de este pasaje bíblico, veremos que el apóstol habló de que había falsas enseñanzas y anticristos. Pablo estaba diciéndoles a los creyentes que por haber recibido la unción del Santo que permanece en ellos, esta unción espontáneamente les mostraría qué es verdad, qué es mentira, quién es de Cristo, y quién es el anticristo. Los creyentes no necesitan que los hombres les instruyan, pues la unción que habita en ellos espontáneamente les enseña todas las cosas. En el presente, hay una gran necesidad de discernimiento espiritual. Si tuviéramos que fiarnos de muchas citas bíblicas y referencias teológicas, de razonar e investigar, de observar y analizar con nuestra mente para discernir lo que es verdad y lo que es mentira, sólo los creyentes muy versados y eruditos podrían escapar del engaño. Dios no valora nada de la vieja creación y dispuso que todo lo que no sea el espíritu, que pertenece a la nueva creación, debe morir y ser destruido. ¿Puede la capacidad mental, la cual Dios desea abolir, ayudar al hombre a distinguir entre lo correcto y lo incorrecto? No, en absoluto. Pero Dios pone Su Espíritu en el espíritu de cada creyente, no importa cuán ignorante o necio sea éste, a fin de enseñarle lo que es de El y lo que no es. Debido a eso, muchas veces cuando no entendemos la razón por la cual nos oponemos a cierta enseñanza, tenemos un sentido de desaprobación en lo más profundo de nuestro ser. No sabemos por qué, pero nuestro sentido interior nos dice que algo está equivocado. Algunas veces escuchamos una enseñanza que es totalmente diferente a la que conocemos y la cual no deseamos seguir; sin embargo, dentro de nosotros hay una pequeña voz que persiste en decirnos que ése es el camino y que debemos seguirlo. Aunque podamos tener muchas razones para oponernos a ello y aunque nuestro razonamiento pueda vencer, la voz apacible de la intuición nos habla continuamente y nos dice cuándo estamos equivocados.

Estas experiencias nos muestran que nuestra intuición, el órgano donde el Espíritu Santo opera, puede distinguir entre lo correcto y lo incorrecto, sin la ayuda de la observación ni el análisis intelectual. Toda persona que siga sincera y fielmente al Señor será enseñada por la unción, independientemente de su capacidad intelectual. En los asuntos espirituales, el sabio más versado es tan ignorante como el analfabeta. Con frecuencia, el erudito comete más errores que el inculto. Las falsas doctrinas son bastante comunes hoy, y muchos disfrazan las mentiras con palabras engañosas para que parezcan verdades. Necesitamos discernimiento en el espíritu para saber lo que es correcto y lo que no lo es. Ni la mejor enseñanza ni la mente más perspicaz ni los consejeros más sabios son dignos de fiar; sólo los que obedecen a la enseñanza del Espíritu Santo en la intuición, escaparán del engaño de las confusiones teológicas, las herejías, los milagros y las cosas sobrenaturales que pululan hoy en día. Debemos pedirle al Señor continuamente que active y purifique nuestro espíritu y también debemos obedecer esta tenue voz que proviene de la intuición. No debemos dejarnos impresionar por el conocimiento menospreciando la advertencia de la intuición, pues en tal caso, caeremos en herejías o nos volveremos fanáticos. Si no obedecemos lo que nos enseña la unción con su leve voz, seremos distraídos y confundidos debido a nuestras emociones y nuestra mente inquieta.

NUESTRA RELACION CON LOS DEMAS

La unción también nos muestra cómo relacionarnos con las personas.

No debemos criticar a nadie, sino conocer a las personas para saber convivir con ellas y ayudarles. Comúnmente uno conoce a los demás examinándolos u observándolos. Pero aun esto a menudo nos lleva al error. No negamos la utilidad de estos procedimientos, pero sí decimos que ocupan un lugar secundario. Normalmente, un espíritu puro posee el discernimiento correcto. Recordemos que cuando éramos niños hacíamos un juicio muy preciso de la gente que veíamos. Con el paso del tiempo, hemos acumulado conocimiento, experiencias y observaciones; sin embargo, nuestra habilidad para conocer a la gente no parece haber mejorado. Cuando éramos niños, al formar nuestros juicios sobre las personas, no nos basábamos en nada lógico para hacerlos, sino en lo que sentíamos en nuestro corazón, aunque muchas veces no lo podíamos explicar con palabras. Pero todo ha cambiado y ahora los hechos demostraron que nuestros “sentimientos” eran correctos. Cuando éramos niños, nuestros juicios no eran el resultado de investigaciones ni de indagaciones, pues ni siquiera podíamos ofrecer evidencias ni razones para ellos. Esa era la acción de una intuición pura, aunque era natural. El Señor quiere que tomemos las cosas de Dios de la misma manera. Nuestro espíritu debe convertirse, y debemos ser como niños, ya que así tendremos el conocimiento claro que procede de Dios.

Veamos esto en el Señor Jesús: “Y al instante Jesús, conociendo en Su espíritu que cavilaban de esta manera dentro de sí mismos, les dijo...” (Mr. 2:8). Este versículo nos muestra la operación de la intuición. No dice que el Señor Jesús tuviera un pensamiento ni un sentimiento en Su corazón, ni dice que el Espíritu Santo se lo hubiese revelado. La facultad de Su espíritu demostró su habilidad perfecta. El sentido del espíritu en Jesucristo el hombre era muy puro, agudo y elevado. El percibía en Su espíritu con la intuición los razonamientos de las personas que lo rodeaban, y les hablaba según dicha percepción. Esta debe ser la vida normal de toda persona espiritual. El Espíritu Santo mora en nuestro espíritu y lo capacita para que funcione a la perfección y para que conozca todas las cosas; es así como regula todo nuestro ser. Igual que el espíritu humano del Señor Jesús actuaba cuando El estuvo en la tierra, también nuestro espíritu debe operar por medio del Espíritu Santo que mora en nosotros.


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