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Agresividad apropiada que requieren los que sirven al Señor, Lapor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-4972-7
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Actualmente disponible en: Capítulo 1 de 8 Sección 3 de 3

En palabra

No debemos permitir que ninguno, debido a nuestras palabras, tenga en poco nuestra juventud. Podemos discernir si alguien aún es niño escuchando la manera en que habla. Por lo tanto, en nuestro servicio al Señor debemos ejercitarnos para hablar con el debido peso y no expresarnos frívolamente. Si nuestras palabras no tienen peso alguno, eso significa que aún somos jóvenes. Esto no significa que entonces debamos hablar usando el tono de voz de un hombre de más edad. Hablar de esa manera difiere de hablar con el debido peso. No debemos confundir estas dos cosas.

Si nos expresamos descuidadamente, no tendremos peso alguno y no podremos ser un modelo. En 1947 yo llevaba la delantera en la iglesia en Shanghái. Un día, mientras hablaba con unos pocos colaboradores, una hermana que amaba al Señor entró apresuradamente al cuarto donde nosotros estábamos y exclamó que había un agujero grande en el techo del segundo piso. Nos quedamos sorprendidos y le preguntamos de qué tamaño era. Sin embargo, cuanto más le preguntábamos, más pequeño describía el agujero. Esto nos muestra que ella era infantil y joven.

En amor

Asimismo, debemos ser modelo para otros en amor. Por lo general, lo que una persona ama indica si ella es infantil o no. Un anillo valioso siempre se exhibe en una caja hermosa. Cuando un niño ve la caja, quizás le llame la atención y prefiera la caja en vez del anillo. Esto nos muestra que él es infantil en su amor. Debemos ser maduros en nuestro amor. Nuestro amor por otros debe expresar madurez, no frivolidad ni algo pueril. A fin de aprender estas cosas, no debemos leer 1 y 2 Timoteo y Tito muy apresuradamente; más bien, debemos leer estas epístolas con mucho detenimiento y profundizar en cada versículo como si dichas epístolas hubieran sido escritas para nosotros personalmente.

En pureza

Aunque Timoteo era joven, Pablo lo exhortó diciendo que ninguno tuviera en poco su juventud en palabra, conducta, amor, fe y pureza. La pureza se refiere al hecho de ser puro, sin ninguna mezcla, en motivos y acciones. Alguien que esté aprendiendo a servir al Señor debe orar de esta manera: “Señor, no permitas que dé a otros ocasión alguna para que digan que soy infantil, ingenuo y que me falta aprendizaje en cuanto a mi conducta, acciones y palabras”. Esto es algo que nos tardará mucho tiempo aprender.

Avivar el fuego del don de Dios

La frase ninguno tenga en poco tu juventud también se puede aplicar al hecho de avivar el fuego del don de Dios que está en nosotros (2 Ti. 1:6). Si podemos avivar rápidamente el fuego del don que está en nosotros, pero dicho fuego sólo dura cinco minutos, eso significa que aún somos infantiles. Asimismo, somos infantiles si permanecemos espiritualmente fríos por medio año. Debemos ejercitarnos de tal modo que nuestra frialdad no dure más de dos minutos, pero que nuestro fuego perdure veinticinco años. Tal vez algunos creyentes digan que esto es exagerado pero yo no lo creo así. Si podemos arder continuamente por diez o veinte años sin enfriarnos, eso significaría que ya no somos infantiles, sino que tenemos cierto grado de madurez. Hay santos en la iglesia que, a pesar de que son viejos, siguen siendo infantiles. Tal vez tengan más de setenta años pero siguen comportándose como un niño. Hoy están ardientes, pero mañana están fríos. Son “niños viejos”. Es posible que tales creyentes sirvan al Señor, pero el efecto de su servicio no tendrá un impacto duradero. Si queremos que nuestro servicio tenga un impacto duradero debemos ser personas experimentadas, no personas infantiles que fluctúan constantemente entre caliente y frío.

Todas las exhortaciones están relacionadas
con la frase ninguno tenga en poco tu juventud

Todas las exhortaciones halladas en 1 y 2 Timoteo y Tito podemos relacionarlas con esta afirmación: “Ninguno tenga en poco tu juventud”. Pablo le encargó a Timoteo que exhortara a los ancianos como a padres y a las ancianas como a madres (1 Ti. 5:1-2). Si en una reunión hablamos largo y tendido, sin discernir nuestra audiencia y sin tener en cuenta nuestra edad, eso indica que somos infantiles. Yo dije una vez que cuando se nombra a un hermano como anciano, es posible que su esposa se sienta como la primera dama. Un joven colaborador usó estas palabras y dijo lo siguiente en una reunión: “En cuanto un hermano llega a ser anciano, de inmediato su esposa llega a ser la primera dama”. Él entonces le preguntó a un anciano si su esposa sentía que ella era la primera dama. La manera en que este joven colaborador aplicó las palabras que yo dije mostró su falta de madurez.

Es apropiado para mí, como un hermano de mayor edad, decir tales palabras, pero no es correcto que un joven hable de estas cosas cuando no tiene ninguna experiencia. Cuando mucho podría decir: “El hermano Lee dijo que a todos les gusta ser anciano y que después que algunos hermanos llegan a serlo, sus esposas se consideran como primeras damas”. Eso sería lo máximo que podría decir. Decir algo más que eso revela su puerilidad. El joven colaborador que habló de esta manera dejó en los demás una impresión tan profunda de su inmadurez que ellos no se han olvidado de esto después de muchos años.

Cuando Timoteo recibió estas epístolas de Pablo, posiblemente tenía menos de treinta años de edad. Aunque era joven, Pablo le encargó que le expusiera a los hermanos lo que se le había enseñado (1 Ti. 4:6). Pablo asimismo le encargó que nombrara ancianos y se hiciera cargo de las acusaciones hechas contra los ancianos (5:19). Estos asuntos son muy serios. No tener en cuenta nuestra edad ni la edad de aquellos con quienes hablamos hará que los demás tengan en poco nuestra juventud. Si somos mayores que las personas con quienes hablamos, nuestra edad nos dará mayor base para hablar. Pero si somos más jóvenes que aquellos a quienes nos dirigimos, debemos recordar este hecho. Cuando prestamos atención a nuestra edad, como también a la edad de otros, nuestro hablar será apropiado y nadie tendrá en poco nuestra juventud.

EN CUANTO AL CARÁCTER
DE LOS QUE SIRVEN AL SEÑOR

En resumen, las epístolas de 1 y 2 Timoteo y Tito recalcan mucho el asunto del carácter. Estos tres libros tienen que ver con el carácter de una persona joven que sirve al Señor. Pablo amonestó a Timoteo que practicara las cosas que le había confiado (1 Ti. 4:15). Ser diligente está relacionado con el carácter. Pablo comparó a Timoteo a un soldado y un atleta que compite en una carrera (2 Ti. 2:3-5). Si una persona es un soldado o un atleta que compite en los juegos, necesita ser entrenado en su carácter. Pablo usó a un soldado y un atleta como analogías para mostrar que aquellos que sirven al Señor necesitan tener un carácter apropiado. Además, Pablo dijo que debíamos evitar las vanas palabrerías, las cuales están relacionadas con el carácter (1 Ti. 6:20; 2 Ti. 2:16). A una persona con un carácter deficiente le gustan las palabras vanas; una vez que empieza a hablar por teléfono, le cuesta trabajo colgar. Por lo tanto, podemos enterarnos del carácter de una persona al observarla cuando hace una llamada telefónica. El término chino para la palabra carácter es muy significativo. Se compone de dos palabras: xing y ge. Xing se refiere a algo inherente, y ge se refiere a algo que se manifiesta; estos dos aspectos conforman nuestro carácter. Lo que es interno es innato y lo que es externo es cultivado. En 1953 mientras conducía un entrenamiento en Taiwán, hablé a los jóvenes del entrenamiento sobre treinta rasgos del carácter. Estos treinta rasgos son: genuino, exacto, estricto, diligente, amplio, fino, estable, paciente, profundo, puro, justo, calmado, sencillo, corporativo, abierto, afectuoso, ardiente, adaptable, fuerte, flexible, sumiso, sufrido, humilde, pobre, constante, perseverante, que soporta, claro, magnánimo y sobrio (véase Carácter, publicado por Living Stream Ministry). Espero que, especialmente los santos que son jóvenes, entren en cada uno de estos rasgos del carácter.

CULTIVAR UN CARÁCTER APROPIADO

Si un niño chino es criado por estadounidenses y crece en medio de la sociedad estadounidense, adquirirá un carácter estadounidense. De igual manera, si un niño estadounidense es criado por chinos, tendrá un carácter chino. Esto nos muestra que el carácter es algo que puede ser cultivado. A mi juicio, el treinta por ciento del carácter de una persona lo determina lo que ella es por nacimiento y el setenta por ciento lo determina la crianza que reciba. Si hemos de hacer las cosas apropiada y exitosamente, ello dependerá enteramente de nuestro carácter. Nuestra capacidad es algo secundario; el factor principal es nuestro carácter. Espero que todos prestemos atención a este asunto. Por un lado, no debemos permitir que nadie tenga en poco nuestra juventud y, por otro, debemos cultivar un carácter apropiado.


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