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Mensajes de la verdadpor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-6894-0
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Actualmente disponible en: Capítulo 8 de 11 Sección 3 de 3

PERDER LA UNIDAD

Es extremadamente significativo el que seamos uno donde el Hijo está. Ninguna de las personas caídas está en el Padre, sino que todas ellas están en sí mismas. Debido a que no están en el Padre, no están en la expresión de Dios. Al contrario, se hallan en la mundanalidad, la ambición, la autoexaltación y los conceptos y opiniones. En el mensaje anterior señalamos que el mundo está constituido de la ambición, la autoexaltación y los conceptos, y no simplemente de cosas superficiales como la moda y el entretenimiento. Las personas caídas están completamente en sí mismas y en el mundo. En un sentido, ni siquiera los que verdaderamente han sido salvos están en el Padre, puesto que muchos todavía viven en sí mismos, expresando así la mundanalidad, la autoexaltación, la ambición y los conceptos. Estas cuatro cosas constituyen la fibra misma de nuestro ser. Incluso entre los cristianos que buscan del Señor, no muchos verdaderamente viven en el Padre ni en la gloria del Padre. Como resultado, la unidad genuina se pierde.

Es preciso que todos tengamos una comprensión acertada de la unidad. Es posible que nos reunamos y aún no estemos en la unidad genuina. Únicamente poseemos la verdadera unidad al vivir en el Padre y en Su gloria.

Muchos cristianos hablan acerca de la unidad mencionada en Juan 17 sin un verdadero entendimiento de lo que hablan. Hasta cierto punto, ésta también puede ser nuestra situación. La unidad en Juan 17 no tiene que ver con reunirnos, unirnos u organizarnos. La unidad aquí consiste en vivir en el Padre y en Su gloria. Este vivir nos rescata de la mundanalidad, de la ambición, de la autoexaltación y de los conceptos.

A menudo quebrantamos la unidad sin darnos cuenta, quizás incluso por la manera en que hablamos. Nuestras palabras pueden ser mundanas, llenas de ambición, de autoexaltación y de conceptos. Por lo tanto, es posible que con respecto a nuestro hablar no nos hallemos en la expresión del Padre. Aquellos que viven en la gloria del Padre pueden percibir esto. Debido a que los incrédulos viven en sí mismos y en el mundo, ellos no tienen unidad. En vez de ello tienen Babel, es decir, confusión y división. Sin embargo, es posible que los cristianos que buscan del Señor, incluso nosotros, también estemos en Babel. Es posible que usemos la terminología correcta y sepamos que el recobro del Señor consiste en recobrar la unidad genuina, pero en realidad no tengamos esta unidad. Si todavía estamos en nosotros mismos, y no en la expresión del Padre, la unidad sufrirá daño.

A medida que el Cristo que mora en nosotros vive y se mueve en nuestro interior mientras el Padre vive y se mueve en Él, nosotros somos rescatados de nuestra ambición, de nuestra autoexaltación y de nuestros conceptos. A veces cuando estoy reunido con los hermanos que toman la delantera, percibo que son muy rápidos para expresar sus opiniones o tomar decisiones. Esto muestra que no han sido perfeccionados en unidad. Si hemos sido perfeccionados, no seremos osados al expresar nuestras opiniones ni al tomar decisiones, sino que seremos restringidos por el Cristo que mora en nosotros, y espontáneamente nos preguntaremos si lo que vamos a decir es de Cristo o del yo. En esto consiste el ser perfeccionado. Si todos los hermanos que toman la delantera son perfeccionados de esta manera, no habrá disensiones entre ellos.

INTRODUCIDOS EN LA GLORIA DEL PADRE

La oración del Señor en Juan 17 revela que necesitamos avanzar de simplemente estar en el Padre a estar en la gloria del Padre. Según el libro de Hechos, es posible ser introducido en la gloria del Padre en un breve período de tiempo. En los Evangelios, los dos hijos de Zebedeo, Jacobo y Juan, le pidieron al Señor que les diera una posición elevada en el reino (Mr. 10:35-41). El hecho de que los otros diez discípulos se indignaran con ellos demuestra que los doce competían por una posición. Por lo tanto, entre los discípulos había mundanalidad, ambición, autoexaltación y conceptos. No obstante, en el libro de Hechos la situación es completamente diferente. En Hechos 1 los ciento veinte discípulos oraron en unanimidad (v. 14). Por esta razón, el día de Pentecostés, ellos no sólo estaban en el Padre, sino también en la gloria del Padre. Para entonces no había mundanalidad, ambición, autoexaltación ni conceptos, sino únicamente la expresión del Padre. La unidad genuina había sido perfeccionada entre ellos.

LA UNIDAD PREVALECE DONDE ESTÁ EL HIJO

La unidad sólo es posible y prevalece donde está el Hijo. El Hijo está en el Padre y en la gloria del Padre. Sin duda alguna, Pedro, Juan y los demás discípulos pudieron testificar confiadamente que estaban en el Padre y en Su gloria. Por consiguiente, en los primeros capítulos de Hechos, se cumplieron entre ellos las palabras que el Señor habló en los capítulos del 14 al 16 del Evangelio de Juan así como Su oración en el capítulo 17, puesto que todos fueron perfeccionados en unidad. El Señor Jesús podía jactarse, diciendo: “Padre, Yo estoy en Ti, Tú estás en Mí, y todos éstos están en Nosotros y en la gloria. Ellos están conmigo donde Yo estoy”.

Es preciso que seamos liberados del falso entendimiento en cuanto a la unidad. La unidad no significa que tenemos el mismo concepto o que simplemente nos reunimos sin disensión ni división. La unidad genuina consiste en vivir en el Padre y en la gloria del Padre. Todo cuanto pensemos, digamos o hagamos debe hallarse en el Padre y en Su gloria. Cuando vivimos de este modo, somos perfeccionados en unidad. Esto no tiene que ver con un comportamiento externo, sino con una realidad interna; y debemos prestar completa atención a este asunto. En lugar de vivir en nosotros mismos —es decir, según nuestras metas, propósitos, ambiciones, sentimientos o conceptos— debemos vivir en el Padre y en Su expresión. Entonces seremos uno donde está el Hijo.


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