Iglesia como el Cuerpo de Cristo, Lapor Witness Lee
ISBN: 978-0-7363-4182-0
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
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La iglesia es la plenitud de Cristo que expresa a Cristo; siempre que Cristo sea expresado, la realidad de la iglesia estará presente allí. Sin embargo, Cristo no puede ser expresado por medio de un grupo de creyentes que apenas son salvos. Las epístolas de Pablo nos muestran que la iglesia, como la plenitud de Cristo, necesita experimentar mucha edificación. Los creyentes que aún no han sido edificados por Dios solamente han sido salvos. Aunque puedan llamarse la iglesia en nombre y en posición, carecen de realidad y de expresión. Los creyentes que no hayan pasado por un buen número de experiencias en las que Dios se ha edificado en ellos, no pueden ser la plenitud de Cristo, y la expresión de Cristo entre ellos será muy limitada. Es posible que no expresen a Cristo en sus reuniones aun cuando sean muy fervientes y diligentes.
En las organizaciones sociales hay personas que se entusiasman mucho con poder brindar una asistencia social, y le prestan un servicio al público con diligencia. Este tipo de cualidades, que provienen del ser natural del hombre, no contienen el elemento de Cristo; en lugar de ello, contienen el elemento de Adán. Todo lo que tenemos en lo natural proviene de Adán. No sólo los elementos negativos provienen de Adán, sino también los positivos. Por lo general pensamos que una vez que somos salvos, debemos rechazar los elementos negativos de Adán y conservar los positivos, e incluso introducirlos en la iglesia. Así pues, si por naturaleza somos personas mansas, compasivas, magnánimas, caritativas, diligentes y condescendientes, introducimos tales cosas en la iglesia después de que somos salvos porque pensamos que estas cualidades agradan a Dios. Sin embargo, estos elementos aún pertenecen a Adán. Quizás los demás nos elogien y nos sintamos agradecidos con Dios, pensando que estas virtudes son el resultado de la operación de Dios en nosotros. Pero eso no es cierto. Debemos comprender que los elementos que poseíamos antes de ser salvos son naturales, no espirituales, pues provienen de Adán, un ser creado, y no del Cristo resucitado. Por consiguiente, nunca debemos pensar que nuestras cualidades naturales provienen de Cristo.
La salvación de Cristo se puede ver hasta cierto punto en un hermano recién salvo; sin embargo, hablando con propiedad, es difícil detectar el elemento de Cristo en él. Aunque Cristo vive en él y él posee la vida de Cristo, debemos reconocer que no hay mucho de Cristo que haya sido forjado en él ni se expresa por medio de él. Aunque la salvación que ha experimentado por medio del arrepentimiento lo ha librado de los pecados más graves, él aún es incapaz de expresar mucho del elemento de Cristo. Aunque se siente agradecido con Dios, ama la iglesia y le gusta relacionarse con los santos, no tiene mucho del elemento de Cristo que se manifieste en él. Esto se debe a que no ha sido edificado, a que no tiene mucho de Cristo edificado en él. Si bien se ha arrepentido y es un creyente, sin embargo, Cristo no ha sido edificado en él ni tampoco se expresa por medio de él.
Por un lado, reconocemos el hecho de que es salvo y testificamos que esto es la obra que Cristo, por Su gracia, ha hecho en él; por otro, debemos comprender que no hay mucho de Cristo en él. Su gozo y exultación son la obra de Cristo, pero sólo tienen una pequeña medida de Cristo. Supongamos que un hermano recién salvo da un testimonio, muy lleno de regocijo y exultación. No obstante, si alguien le dijera: “Tú acabas de ser salvo, y ahora necesitas leer más la Biblia y orar más”, probablemente su semblante le cambiaría y se sentiría descontento. Este cambio en su semblante es la expresión de Adán. Mientras testificaba, podíamos ver a Cristo en él, pero ahora que se muestra descontento, nos damos cuenta de que no tiene mucho del elemento de Cristo.
Es necesario que la obra de edificación opere mucho en una persona para que Cristo se manifieste en ella. No podemos esperar que alguien que ha sido salvo en la mañana exprese a Cristo al mediodía. Probablemente exprese a Cristo en la mañana, y manifieste a Adán en la tarde, y luego exprese la carne en la noche. En 2 Corintios 5:17 dice: “Si alguno está en Cristo, nueva creación es; las cosas viejas pasaron; he aquí son hechas nuevas”. Sin embargo, Colosenses 3:10a dice: “Y vestido del nuevo, el cual [...] se va renovando”. Un creyente debe experimentar la obra de edificación de Dios. Podemos comparar esto al nuevo hombre, el cual, aunque ya nos fue puesto, aún se está renovando.
Desde la perspectiva de Dios todo es nuevo, y la Nueva Jerusalén ya ha sido edificada; sin embargo, desde la perspectiva humana, aún no nos hemos despojado completamente del viejo hombre, sino que seguimos vestidos de él. Por consiguiente, es necesario que pasemos por un proceso. Si bien es cierto que somos salvos y tenemos a Cristo en nuestro interior, externamente seguimos siendo Adán. Podemos comparar a Adán a una gruesa capa de caucho que nos envuelve. Sin embargo, hay un tesoro escondido en nosotros, que es Cristo mismo. En un instante Cristo entra en nosotros en el momento de nuestra salvación, pero no es tan sencillo que Cristo salga y se manifieste en nosotros. Para ello es necesario que nos sean quitadas las capas de la vieja creación, una por una. Sólo entonces Cristo podrá salir de nosotros y expresarse por medio nuestro.
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