Cómo disfrutar a Dios y cómo practicar el disfrute de Diospor Witness Lee
ISBN: 978-0-7363-6564-2
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
ISBN: 978-0-7363-6564-2
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
Font Size
En la Biblia se encuentra un principio muy importante según el cual la primera vez que se menciona un asunto se establece un principio rector eterno para ese asunto por el resto de la Biblia. La manera en que se presenta cierto asunto por primera vez determina el significado de asuntos similares que se mencionan posteriormente. En la primera ocasión que la Biblia nos habla de la relación que Dios tiene con el hombre, Dios se presenta al hombre en forma de alimento. Esto nos muestra que Dios desea que el hombre le disfrute. Después que Dios creó al hombre, lo puso frente al árbol de la vida para que el hombre disfrutara del fruto de ese árbol. El árbol de la vida representa a Dios mismo. Esto muestra que Dios desea ser el disfrute del hombre. El primer pensamiento que Dios tuvo después de crear al hombre fue que el hombre comiera y bebiera, y lo principal que debía comer y beber era Dios mismo.
¿Cómo podemos demostrar esto? Cuando el Señor Jesús estuvo en la tierra, Él repetidas veces reveló que Él era alimento que el hombre podía comer y disfrutar. Lamentablemente, cuando el Señor tuvo contacto con el hombre, nadie tenía el concepto de que Dios pudiera ser el disfrute del hombre. El concepto que tenía el hombre era que Dios era alguien a quien debía adorar y servir. Si leemos los cuatro Evangelios cuidadosamente, veremos que las personas que vinieron al Señor tenían muchas opiniones diferentes en cuanto a Él. Algunos le preguntaron lo que debían hacer para heredar la vida eterna; otros le preguntaron cuál mandamiento era el mayor de todos. Los que vinieron al Señor tenían diferentes conceptos, pero ninguno tenía la perspectiva correcta de que el hombre debía venir a Dios con el pensamiento de disfrutarle.
Un día el Señor hizo un milagro: alimentó a cinco mil con cinco panes y dos peces, y hubo muchas sobras. Cuando las personas vieron esto, pensaron que Él era el más grande de los profetas. Ellos esperaban que un profeta como Él les hiciera milagros y se ocupara de sus necesidades. Este concepto era completamente equivocado; por esta razón, el Señor les habló algo para que cambiaran sus conceptos. Les dijo que ellos estaban buscando la comida que perece, la comida que no tiene valor eterno. Él no vino para darle al hombre comida corruptible, sino el alimento incorruptible del cielo. Cuando ellos oyeron esto, no entendieron qué clase de comida el Señor quería darles. El Señor entonces les explicó que Él mismo es la comida; Él quería darse a Sí mismo a ellos como su alimento para su disfrute. Era como si estuviera diciendo: “No es suficiente que vosotros me conozcáis como el Señor soberano que hace milagros. No es suficiente que esperéis que les haga milagros y obras poderosas. Soy mucho más que esas cosas. No sólo haré señales externas, sino que también seré vuestra comida y entraré en vosotros para ser vuestro disfrute. No es suficiente que me conozcáis como un gran profeta, ni aun como el Creador. Necesitáis conocerme como el Creador que ha llegado a ser vuestro alimento. Os he dado Mi carne como comida y Mi sangre como bebida para poder entrar en vosotros. El que come Mi carne y bebe Mi sangre tiene vida eterna, porque esta vida eterna es simplemente Mi propia persona. Si vosotros me coméis y me bebéis, Yo entraré en vosotros y espontáneamente tendréis vida eterna”. A los que le oyeron les pareció muy dura esta palabra y no pudieron recibirla. Aquí vemos que una persona maravillosa les dijo a otros que Él era el pan que descendió del cielo, que Su carne y Su sangre podrían ser su comida y bebida, y que Él entraría en ellos para que recibieran vida eterna. Al oír estas palabras, ellos quedaron perplejos (Jn. 6).
Aunque debemos entender las palabras del Señor cuando leemos la Palabra, me atrevería a decir que incluso hoy muchos cristianos no tienen el concepto adecuado en cuanto a Dios. Por ejemplo, es posible que hayamos sido salvos por muchos años, pero no hayamos reflexionado mucho respecto al asunto de disfrutar a Dios. Es posible que no hayamos tenido el concepto de que Dios se dio a Sí mismo a nosotros para que le disfrutemos. Quizás esta mañana mientras tuvimos contacto con Dios en oración, aún teníamos el concepto religioso común de que debemos adorarle de una manera piadosa. Probablemente hayamos pensado en lo que debemos hacer hoy, y en lo que no debemos hacer hoy. Con base en estos preceptos de hacer o dejar de hacer ciertas cosas, quizá hayamos orado: “Dios, ten misericordia de mí para que pueda agradarte haciendo esto o aquello”. Esta clase de oración es enteramente el producto de conceptos religiosos. Dios no quiere que nosotros oremos así. Cada vez que nos acercamos a Dios, Él se presenta a nosotros como la grosura, como el alimento que nos satisface. Sin embargo, el hombre caído es incapaz de reconocer esto.
Todos los hijos de Dios deben centrar su atención en este asunto. Según la Biblia, después que Dios creó a Adán, no le dijo: “Debes adorarme de esta manera”, o: “Debes servirme de aquella manera”. Al contrario, después de crear a Adán Dios lo puso frente al árbol de la vida. Con esto Dios parecía decirle: “Adán, ven aquí. Simplemente disfruta. Yo soy el árbol de la vida y estoy aquí para que me disfrutes. Mi intención no es que hagas esto o aquello por Mí. No deseo que me sirvas ni me adores de esta manera o de aquélla. Sólo quiero presentarme a ti en forma de alimento. Lo único que deseo es que me disfrutes”.
En los cuatro Evangelios vemos la misma historia. Un día el árbol de la vida vino en calidad de Palabra encarnada, quien fijó tabernáculo entre nosotros, llena de gracia y de realidad (Jn. 1:14). Una vez más, Él se puso frente al hombre en calidad de árbol de la vida para que el hombre pudiera “recoger” el fruto de este árbol. Sin embargo, nadie sabía que podía recoger el fruto de este árbol. En los cuatro Evangelios los que vinieron a Él le preguntaron qué debían hacer y cuál era el gran mandamiento en la ley (Mt. 19:16; 22:36). Eso fue todo lo que preguntaron. Pero Su respuesta fue siempre la misma: “Yo soy el pan que descendió del cielo. Mi deseo no es que vosotros hagáis esto o aquello, ni que Me sirváis y adoréis de esta o de aquella manera. Lo que quiero es que me recibáis, me disfrutéis. Yo soy el árbol de la vida. La vida está en Mí. Yo soy la vida, y Yo vine para que los hombres tengan vida y la tengan en abundancia (Jn. 10:10). Yo soy como el árbol de la vida que estaba en el huerto de Edén. Fui puesto delante de ustedes como el árbol de la vida para que extiendan su mano en fe para recibirme. Deseo impartirme en ustedes; quiero ser su alimento para entrar en ustedes y ser su propia vida. Mi pensamiento es simplemente que me disfruten”.
El concepto natural del hombre ha dominado el cristianismo por dos mil años, y hasta el día de hoy todavía no estamos libres de su influencia. Incluso muchos siervos del Señor no pueden cambiar sus conceptos. Muchas veces hemos pensado sobre cómo debemos adorar y servir a Dios, y sobre cómo hacer esto o aquello para Dios, pero nunca se nos ha ocurrido que al Señor Jesús no le interesan estas cosas. El Señor simplemente desea que el hombre lo disfrute. Él se encarnó para ponerse frente a nosotros como el árbol de la vida. Él dijo que era la vida y que vino para que tuviéramos vida. Él no vino para pedirnos hacer algo; no, Él vino con la intención de que nosotros nos abramos a Él y lo recibamos. Su deseo es que nosotros lo recibamos cada día y no simplemente el día de nuestra salvación. Diariamente debemos aprender a permanecer en Él, y debemos darle el espacio necesario para que Él permanezca en nosotros. Dios no tiene la menor intención de que hagamos algo para Él, ni tiene ningún deseo de que logremos algo para Él. En lugar de ello, Él desea permanecer en nosotros. El Señor desea que todos abramos nuestro ser a Él, le permitamos permanecer en nosotros y no nos alejemos de Él. Si Él logra permanecer y morar en nosotros, Sus riquezas y Sus elementos vendrán a ser nuestro disfrute y bendición. Cuando nosotros le disfrutamos y permitimos que Él llegue a ser nuestra porción bendita, todas Sus riquezas llegan a ser nuestro suministro y nos llenan interiormente. Sus riquezas incluso fluyen por medio nuestro y llevan abundante fruto.
Nota: Esperamos que muchos se beneficien de estas riquezas espirituales. Sin embargo, para evitar cualquier tipo de confusión, les pedimos que ninguno de estos materiales sean descargados o copiados y publicados en otro lugar, sea por medio electrónico o por cualquier otro medio. Living Stream Ministry mantiene todos los derechos de autor en estos materiales, y esperamos que ustedes los que nos visiten respeten esto.