Ejercicio del reino a fin de edificar la iglesia, Elpor Witness Lee
ISBN: 978-0-7363-3898-1
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
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La economía neotestamentaria de Dios tiene como objetivo edificar la iglesia con Cristo por medio del reino. La iglesia es la meta de Dios, Su deseo y destinación. La intención de Dios es edificar la iglesia. Como sabemos, para edificar cualquier cosa necesitamos cierta clase de material. El material para la edificación de la iglesia es Cristo. Además de este material, también necesitamos contar con un método de edificación. En Mateo 16 vemos la meta, el material y también el método. La meta es la iglesia, el material es Cristo y el método es el reino.
Después que el Señor Jesús les preguntó a Sus discípulos quién pensaban ellos que era, Pedro recibió la revelación de que Él era el Cristo, el Hijo del Dios viviente. Debido a que no bastaba simplemente con tener una revelación acerca de Cristo, el Señor Jesús añadió: “Y Yo también te digo, que tú eres Pedro, y sobre esta roca edificaré Mi iglesia” (v. 18). Cuando ponemos juntos el versículo 18 con el 16, recibimos una revelación completa, que es Cristo y la iglesia, el gran misterio de Dios (Ef. 5:32). Cristo es para la iglesia. La revelación de Pedro y su reconocimiento de dicha revelación, son la roca sobre la cual el Señor edifica Su iglesia. Por lo tanto, la iglesia es la meta, y el Cristo que los discípulos revelaron y reconocieron es el material con el cual se edifica la iglesia.
Aunque los versículos del 16 al 18 nos presentan la meta y el material, no nos dicen cómo debemos edificar. Esto se nos revela en el versículo 19, donde el Señor dijo: “Y a ti te daré las llaves del reino de los cielos; y lo que ates en la tierra habrá sido atado en los cielos; y lo que desates en la tierra habrá sido desatado en los cielos”. Usar las llaves del reino es la manera en que edificamos la iglesia. En otras palabras, la manera de edificar la iglesia es por medio del reino.
Hoy en día la palabra iglesia se usa con tanta ligereza que prácticamente ha perdido su significado. Muchos cristianos hablan de ir a la iglesia o de pertenecer a cierta iglesia. Pero, debido a la manera en que emplean este término, no tiene ningún peso ni significado. Sin embargo, en el Nuevo Testamento, la palabra iglesia es un término de mucho peso. Antes de Mateo 16, esta palabra no se encuentra en la Biblia. En los Evangelios la palabra iglesia aparece sólo dos veces, en Mateo 16 y en Mateo 18. La iglesia es la única meta que Dios tiene en el universo. Por consiguiente, la iglesia es algo de mucho significado, aun cuando los cristianos la hayan convertido en un término vano.
Si consideramos la historia del cristianismo, nos daremos cuenta de que el enemigo ha frustrado a los creyentes para que no vean a Cristo y el reino. No son muchos los cristianos que conocen a Cristo como debieran. Como hemos visto, para la edificación de la iglesia necesitamos conocer a Cristo, ya que Cristo es el material de edificación. La iglesia únicamente puede ser edificada con Cristo mismo.
Los cristianos también han sido frustrados de conocer el reino. Hoy son muy pocos los maestros cristianos que hablan acerca del reino. Si usted examina las publicaciones del cristianismo actual, comprobará que se habla muy poco del reino. Hace cincuenta años, circulaban muchos artículos sobre el reino, y aquellos que participaban en la obra evangélica también hablaban acerca de propagar el reino. Pero hoy en día este término se usa muy raras veces, debido a que el reino se ha convertido en algo extraño a nuestro pensamiento. Esto se debe a la astucia del enemigo. Si se nos frustra de conocer a Cristo y descuidamos el reino, estaremos acabados en lo que se refiere a la iglesia, ya que la iglesia se edifica con Cristo y por medio del reino.
Si usted lee cuidadosamente lo que dice el Nuevo Testamento acerca del reino, verá que hoy en día el reino es un ejercicio para nosotros; por ende, hablamos acerca del ejercicio del reino. El Nuevo Testamento también revela claramente que el reino será una recompensa para nosotros en el futuro. Por consiguiente, el reino representa un ejercicio hoy para nosotros, y un galardón en la era venidera. La recompensa positiva del reino es entrar en el gozo del Señor. Tanto el versículo 21 como el 23 de Mateo 25 dicen: “Bien, esclavo bueno y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor”. En la era venidera aquellos que reciban esta recompensa positiva del reino serán reyes juntamente con Cristo. Ya no estaremos participando en un ejercicio, sino que, más bien, reinaremos juntamente con Cristo. Sin embargo, hoy en día no es el tiempo en que debemos reinar, es decir, en que seamos reyes juntamente con Cristo. Esto sucederá en la era venidera. Así que, hoy en día el reino es un ejercicio para nosotros. Por consiguiente, no estamos reinando ahora, sino que estamos ejercitándonos. Es por eso que debemos perder nuestra alma. Reinar no significa perder el alma sino ganarla, y ser pobres en espíritu y padecer por causa de la justicia no equivale a reinar sino a ejercitarnos en el reino.
En Mateo 5:3 no dice: “Bienaventurados los pobres en espíritu, porque de ellos será el reino de los cielos”, sino que dice: “Bienaventurados los pobres en espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos”. Cuando somos pobres en espíritu, estamos en el ejercicio del reino. Lo mismo se aplica a los que padecen persecución por causa de la justicia. El versículo 10 dice: “Bienaventurados los que padecen persecución por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos”. Cuando somos pobres en nuestro espíritu y cuando padecemos por causa de la justicia, estamos en el reino. Tanto el hecho de ser pobres en espíritu como el hecho de padecer por causa de la justicia equivalen a perder el alma. En cambio, ser orgullosos y considerarnos que somos alguien grandioso equivale a salvar el alma. Ser pobres en espíritu es considerar que no tenemos nada, no sabemos nada ni somos nada. Humanamente, esto equivale a sufrir y perder el alma. Perder el alma de esta manera es la verdadera negación del yo. Aquellos que piensan que ellos lo son todo y lo saben todo, no niegan su yo ni pierden el alma. El reino no es de aquellos que tienen esta clase de actitud. Siempre que seamos así, nos encontramos fuera del reino. Por lo tanto, necesitamos la misericordia y la gracia de Dios para poder decir: “En cuanto a la economía de Dios, yo no sé nada, no tengo nada ni soy nada; soy un don nadie”. Esto es lo que significa ser pobres en espíritu, lo que significa no tener ningún disfrute humano, jactancia ni orgullo. Como hemos mencionado, cada vez que somos pobres en espíritu, de inmediato nos encontramos en el reino. Éste es el ejercicio del reino.
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