Conclusión del Nuevo Testamento, La (Mensajes 021-033)por Witness Lee
ISBN: 978-0-7363-6780-6
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
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En este mensaje consideraremos la persona de Cristo en la encarnación.
En la encarnación, Cristo es Dios manifestado en la carne (1 Ti. 3:16). Él fue manifestado en la carne no solamente como el Hijo, sino como el Dios completo: el Padre, el Hijo y el Espíritu. Como Palabra, que es Dios mismo, Cristo se hizo carne (Jn. 1:14). Por tanto, Él es Dios —el Dios Triuno— manifestado en la carne.
Es importante que comprendamos que el Dios completo, y no solamente el Hijo de Dios, se encarnó. Juan 1:14 afirma que la Palabra, que es Dios, se hizo carne. Este Dios, quien es la Palabra, no es un Dios parcial; más bien, Él es el Dios completo: Dios el Hijo, Dios el Padre y Dios el Espíritu. El Nuevo Testamento no dice que la Palabra, la cual se hizo carne, era Dios el Hijo; más bien, el Nuevo Testamento indica que en el principio era la Palabra y que esta Palabra es el Dios Triuno completo: el Padre, el Hijo y el Espíritu. Por tanto, Cristo en la encarnación es el Dios completo manifestado en la carne.
Debido a la influencia de las enseñanzas tradicionales podríamos pensar que únicamente el Hijo de Dios, y no el Dios completo, se encarnó. En realidad, el Nuevo Testamento no dice que el Hijo de Dios se encarnó; más bien, dice que Dios fue manifestado en la carne. Esto significa que el Dios completo se encarnó.
Mediante la encarnación y el vivir humano, Dios fue manifestado en la carne. “En la carne” significa en la semejanza, con el porte exterior, de un hombre (Ro. 8:3; Fil. 2:7-8). Fue en forma de hombre que Cristo apareció a las personas (2 Co. 5:16); no obstante, Él era Dios manifestado en un hombre.
Cristo es el Dios-hombre. Como Dios-hombre, Él fue concebido del Espíritu Santo con la esencia divina (Lc. 1:35; Mt. 1:20). El Evangelio de Lucas es único en su descripción de la manera en que el Dios-hombre fue concebido. Él no fue concebido de hombre alguno, sino del Espíritu Santo con la esencia divina. El Espíritu Santo es Dios mismo que llega al hombre. En la concepción del Dios-hombre, el Espíritu Santo entró en la humanidad.
Debido a que el Dios-hombre fue concebido del Espíritu Santo, Él tiene la esencia divina, la esencia de Dios. Aquí usamos la palabra esencia en un sentido categórico para denotar algo aún más intrínseco que la naturaleza. La esencia es el constituyente intrínseco de cierta sustancia. El Dios-hombre fue concebido del Espíritu Santo no sólo con la naturaleza divina, sino con la esencia divina.
Con respecto a la concepción del Dios-hombre, Lucas 1:35 dice: “El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso también lo santo que nacerá, será llamado Hijo de Dios”. Así como la nube cubrió el monte de la transfiguración (Mt. 17:5) y el tabernáculo (Éx. 40:34, 38), el poder del Altísimo cubrió a María. Tal parece que, según este versículo, el Espíritu Santo únicamente vino sobre María como poder para que ella concibiera al Señor Jesús. Sin embargo, Mateo 1:18 y 20 nos dicen que María “estaba encinta por obra del Espíritu Santo” y que “lo engendrado [concebido] en ella, del Espíritu Santo es”. Esto indica que la esencia divina procedente del Espíritu Santo había sido engendrada en el vientre de María antes que ella diera a luz al Señor Jesús.
Como Dios-hombre, Cristo fue nacido de una virgen humana y, por tanto, posee la esencia del hombre (Lc. 1:31; Gá. 4:4). Cristo nació de una virgen humana con la esencia humana. En Lucas 1:27 y 31 vemos que una virgen llamada María concibió en su vientre un hijo, cuyo nombre era Jesús.
Debido a que el Dios-hombre fue concebido del Espíritu Santo con la esencia divina y nació de una virgen humana con la esencia humana, Él posee ambas esencias, la divina y la humana. Tal concepción del Espíritu Santo en una virgen humana, realizada tanto con la esencia divina como con la esencia humana constituye una mezcla de la naturaleza divina con la naturaleza humana, lo cual produjo al Dios-hombre, Aquel que es tanto el Dios completo como un hombre perfecto, quien posee de manera distinguible la naturaleza divina y la naturaleza humana, sin haberse producido una tercera naturaleza. Ésta es la persona más maravillosa y excelente: la persona de Cristo en Su encarnación.
La concepción del Dios-hombre fue la encarnación de Dios; esta concepción estuvo constituida no solamente por el poder divino, sino también de la esencia divina, agregada a la esencia humana, produciendo así al Dios-hombre de dos naturalezas: la divina y la humana. Por medio de esto, Dios se unió con la humanidad para poder manifestarse en la carne.
Algunos maestros de la Biblia no han entendido el asunto de la mezcla en la concepción de Cristo. En tiempos antiguos hubo un debate con respecto a la palabra mezcla, un debate en torno a la mezcla de la esencia divina con la esencia humana en la persona del Señor Jesús. Algunos que no entendieron esta mezcla dijeron que la misma produjo una tercera naturaleza, algo que no era divino ni humano. Es una gran herejía afirmar que Jesucristo no es ni Dios ni hombre, sino una tercera entidad con una tercera naturaleza, algo que no es Dios ni hombre. Afirmar con respecto al Señor Jesús que la mezcla de la esencia divina con la esencia humana produjo una tercera naturaleza —una naturaleza que no es completamente divina ni completamente humana— es herejía. En el idioma inglés, la primera definición de la palabra mingle [mezcla] en el Webster’s Abridged Dictionary es: “Combinar o unir (una cosa con otra, o dos o más cosas juntas), especialmente de modo que los elementos originales son distinguibles en la combinación”. De acuerdo con esta definición, cuando dos o más cosas se mezclan, ellas no pierden sus naturalezas originales, las cuales permanecen distinguibles entre sí. Ciertamente esto es lo que sucede respecto a Cristo como Dios-hombre. Él fue concebido de dos esencias: la divina y la humana. Por tanto, Él es la mezcla de Dios y el hombre. Pero en Él, tanto la esencia divina como la esencia humana permanecen y son distinguibles entre sí. Estas esencias son mezcladas en Él como una sola persona, sin producir una tercera naturaleza. Como Dios-hombre, Él posee ambas naturalezas, y en Él cada una de esas naturalezas es distinguible.
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