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Estudio-vida de Ezequielpor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-6480-5
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EL RECOBRO EXTERNO Y EL RECOBRO INTERNO

El recobro que el Señor efectúa tiene dos aspectos: el aspecto externo y el aspecto interno, esto es, el recobro externo y el recobro interno. Supongamos que usted se ha apartado de Cristo, de la vida de iglesia y de la comunión con los santos y ha comenzado a verse enredado en cosas pecaminosas y mundanas. Pero un día, el Señor sale a buscarlo y hace que usted regrese a Él, a la vida de iglesia y a la comunión con los santos. Esto es un recobro, pero es solamente un recobro externo, a saber, el aspecto externo del recobro que el Señor efectúa. Sin embargo, al mismo tiempo, el Señor también efectúa una obra interna. Él no solamente nos trae de regreso a la buena tierra, sino que Él también nos recobra internamente. Ser recobrados a la vida de iglesia y a la comunión con Cristo es apenas el aspecto externo. Usted todavía necesita experimentar el aspecto interno del recobro del Señor, el cual es abordado en Ezequiel 36:22-30.

CUIDA DE SU SANTO NOMBRE

Ezequiel 36:21-23 dice: “Pero he tenido consideración por Mi santo nombre, el cual la casa de Israel había profanado entre las naciones adonde fueron. Por tanto, di a la casa de Israel: Así dice el Señor Jehová: No hago esto por vosotros, oh casa de Israel, sino por causa de Mi santo nombre, el cual habéis profanado entre las naciones adonde fuisteis. Y santificaré Mi gran nombre, profanado entre las naciones, el cual habéis profanado vosotros en medio de ellas; y las naciones sabrán que Yo soy Jehová, declara el Señor Jehová, cuando sea santificado en vosotros delante de sus ojos”. Aquí vemos que al recobrar a Su pueblo, Dios actúa por causa de Su santo nombre. El recobro interno efectuado mediante la vida es llevado a cabo por Dios por causa de Su propio nombre. Muchos de nosotros podemos testificar que hemos sido recobrados y avivados no a causa de algún mérito que tuviéramos en nosotros mismos, sino debido a que Dios hizo algo en nuestro ser por causa de Su propio nombre.

LOS LLEVA A SU PROPIO LUGAR

“Yo os tomaré de las naciones, os recogeré de todos los países y os traeré a vuestra tierra” (v. 24). En Su recobro, Dios nos saca del mundo y nos lleva de regreso a nuestro propio lugar. Él hace que regresemos a Cristo como nuestra tierra.

EL SEÑOR NOS LAVA CON AGUA LIMPIA

El Señor no solamente hace que volvamos a disfrutar de Cristo, sino que también nos lava con agua limpia. Zacarías 13:1 dice que la sangre del Señor es una fuente que lava. Asimismo, el agua limpia mencionada en Ezequiel 36:25 se refiere a la sangre del Señor que nos redime y nos limpia. El Señor Jesús nos lava con Su sangre que limpia no solamente cuando somos salvos, sino también toda vez que somos avivados y llevados de regreso a Él.

Limpiados de la inmundicia

El Señor nos lava de dos clases de impurezas: de la inmundicia y de los ídolos. La inmundicia incluye toda clase de cosas pecaminosas, injustas, impropias y tenebrosas. También incluye odiar a otros, ser injustos con otros y permitirse entretenimientos mundanos. Cuando fuimos salvos, nos sentíamos avergonzados de estas cosas inmundas. Cuando somos avivados, también tenemos tal sentimiento de vergüenza y no queremos ni recordar las cosas pecaminosas y mundanas en las que alguna vez estuvimos involucrados. La sangre del Señor como agua limpia nos lava de toda nuestra inmundicia. Tal vez hoy tengamos necesidad de ser lavados de los chismes, los rumores, los celos, las críticas y los maltratos. Alabamos al Señor que no importa cuán inmundos estábamos, la sangre del Señor es el agua limpia que nos lava y limpia.

Limpiados de los ídolos

Antes que fuéramos salvos, además de tener mucha inmundicia, teníamos muchos ídolos. Es posible que ésta también haya sido nuestra condición después que nos descarriamos y antes que fuésemos avivados. Considere cuántos ídolos tenía antes de ser salvo o antes de ser avivado. Para algunos, ciertas prendas de vestir son un ídolo. Ellos aman estas prendas más que al Señor Jesús. En cierta ocasión, mientras ministraba en Shanghái, el hermano Nee de improviso le preguntó a cierta hermana: “¿Cuántos capítulos tiene el libro de Mateo?”. Ella le respondió: “Veintiséis”. Luego, el hermano Nee le preguntó cuántos botones tenía su túnica larga, a lo cual ella respondió sin dudar dándole la cantidad correcta. Entonces el hermano Nee le dijo: “Usted conoce su túnica larga tan bien que incluso recuerda cuántos botones tiene; pero no se acuerda cuántos capítulos tiene Mateo”. Esta simple ilustración nos muestra que es posible que amemos una prenda de vestir más que al Señor Jesús. Todo cuanto amemos más que al Señor es un ídolo.

Algunos cristianos jamás han derramado una sola lágrima por el Señor Jesús, pero han derramado muchas lágrimas por su vestimenta. Esto demuestra que ellos aman sus prendas de vestir más que al Señor Jesús. Otros quizás se preocupen por cosas tales como obtener un doctorado o un puesto elevado; incluso hay quienes anhelan la fama o desean hacerse de un nombre para sí. Todas estas cosas son ídolos. Tenemos necesidad de que la sangre redentora del Señor nos limpie no solamente de toda inmundicia, sino también de todos nuestros ídolos.


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