Estudio-vida de Levíticopor Witness Lee
ISBN: 978-0-7363-6571-0
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
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Al venir a la Tienda de Reunión, no debemos venir con las manos vacías, sino que debemos traer algo de Cristo. Levítico 1:2 dice: “Cuando alguno de entre vosotros presenta una ofrenda a Jehová, del ganado presentaréis vuestra ofrenda, ya sea del ganado vacuno u ovejuno”. Noten las palabras presenta y presentaréis. Aquí la palabra hebrea traducida “presenta” significa “acercar, traer algo a la presencia de alguien”; además, esta palabra implica traer, ofrecer.
Supongamos que un israelita que ha heredado una porción de la buena tierra es una persona indisciplinada y perezosa, que no labra la tierra, ni siembra semilla en ella ni la riega. Cuando llegue el tiempo de la cosecha, esa persona no tendrá nada que segar. Como resultado, no tendría nada que llevar a la fiesta; él se presentaría con las manos vacías. Al igual que las vírgenes insensatas de Mateo 25, las cuales quisieron que las vírgenes prudentes les prestaran de su aceite, este israelita perezoso procuraría pedir algo prestado o comprar algo de otros para ofrecerlo a Dios.
Hoy en día muchos santos son así. Son indisciplinados y perezosos y no laboran sobre Cristo, en Cristo, con Cristo y para Cristo. Sin embargo, Pablo era diferente. Él declaró que trabajaba, luchaba (Col. 1:28-29), laboraba (1 Co. 15:10), y aun combatía por causa de Cristo. Pablo era una persona muy activa; él trabajó más que todos los demás apóstoles, pero no él, sino la gracia de Dios que estaba con él. Al igual que Pablo, debemos laborar en Cristo a fin de obtener algo de Cristo que presentarle a Dios.
Por supuesto, en nosotros mismos y por nosotros mismos no somos nada ni podemos hacer nada. Ciertamente tenemos que depender de la lluvia del cielo. Supongamos que los cielos enviaran lluvia, pero que nosotros no laboráramos. ¿Qué sucedería? No segaríamos nada de Cristo y, por ende, no tendríamos nada de Cristo que presentarle a Dios. Debemos laborar en Cristo para poder presentarle algo de Cristo a Dios. Esto no guarda relación con la doctrina de Cristo como holocausto, sino con la experiencia de presentarle Cristo a Dios.
La palabra hebrea traducida “presenta” en Levítico 1:2 es la palabra corbán, que significa “una dádiva o un regalo”. Lo que traemos a la presencia de Dios se convierte en una dádiva, un regalo. Si quisiéramos traerle una dádiva a Dios, tendríamos que laborar en Cristo y trabajar, luchar y combatir por Cristo. Laborar en Cristo, nuestra buena tierra, significa labrar la tierra, sembrar la semilla, regar la semilla y, finalmente, recoger la cosecha. Esto equivale a trabajar o laborar diligentemente como labrador. En 2 Timoteo 2:6 se nos indica que somos labradores, la gente más diligente y trabajadora. Como labradores que somos, debemos laborar en Cristo. Si laboramos en Cristo, tendremos algo de Cristo como holocausto que presentarle a Dios.
La manera en que se ofrecía el holocausto es una demostración de nuestra experiencia de Cristo; es una demostración de cómo hemos experimentado la experiencia de Cristo. La manera en que se presenta la ofrenda es, por tanto, una demostración de la experiencia que hemos tenido de la experiencia de Cristo y también de la manera en que hemos experimentado esa experiencia de Cristo.
“Degollará el novillo delante de Jehová” (Lv. 1:5a). Esto indica que Cristo, como holocausto, fue degollado. Ser degollado es una experiencia personal que Cristo tuvo en la tierra. Como personas que aman a Cristo y desean tomar a Cristo como holocausto, debemos experimentar Su degollación. ¿Ha sido usted degollado alguna vez? ¿Ha experimentado alguna vez la degollación de Cristo? ¿Alguna vez ha hecho suya la experiencia de la degollación de Cristo? Debemos hacer nuestra la experiencia que tuvo Cristo al ser degollado.
Debemos experimentar esto en nuestra vida matrimonial. Supongamos que la esposa de un hermano es muy obstinada e insistente con él. ¿Qué debe hacer él? En lugar de discutir con ella, debe experimentar la experiencia que tuvo Cristo al ser degollado.
Consideremos el cuadro presentado en los Evangelios cuando el Señor Jesús estuvo de pie ante Pilato, quien estaba a punto de dar el veredicto final respecto a la crucifixión del Señor. El Señor fue entregado en manos de hombres malignos, quienes luego lo llevaron al lugar donde sería degollado. En esta situación, el Señor Jesús no ofreció resistencia alguna. Si experimentamos verdaderamente la degollación de Cristo, no ofreceremos ninguna resistencia cuando nuestro cónyuge nos lleve al matadero. En lugar de resistirnos, permitiremos que nuestro cónyuge nos ponga en la cruz.
Si experimentamos la degollación de Cristo, vendremos a la mesa del Señor y le alabaremos, quizás con lágrimas, diciendo: “Señor, gracias por darme la oportunidad de experimentar Tu degollación. ¡Cuán dulce fue el ser uno contigo al ser llevado al matadero!”. En esto consiste ofrecer a Dios el Cristo que es nuestro holocausto. Esto también es una demostración de cómo hemos experimentado a Cristo en Su experiencia de ser degollado.
Si todos los que estamos en las iglesias tenemos esta experiencia, no habrá riñas ni contiendas entre nosotros, sino que únicamente experimentaremos el ser llevados al matadero. En la mesa del Señor se ofrecerán muchas alabanzas al Señor, quizás con lágrimas, por las oportunidades que Él nos haya dado para experimentar la degollación de Cristo.
A veces argumentamos con los hermanos o con nuestro cónyuge. Cada vez que hacemos esto, nos alejamos de la cruz. Argumentar no es otra cosa que alejarnos para no ser degollados. Si hacemos esto, no podremos ofrecerle alabanzas al Señor en Su mesa. Todo cuanto digamos en nuestra oración o alabanza será vacío debido a que no hemos experimentado verdaderamente a Cristo en Sus sufrimientos. Por consiguiente, no tendremos holocausto que ofrecer. En tales circunstancias, no estaremos viviendo absolutamente entregados a Dios ni estaremos tomando a Cristo como nuestro holocausto para experimentar lo que Él experimentó al ser degollado. Es por ello que en la mesa del Señor acostumbramos cantar los mismos cánticos y ofrecer las mismas oraciones y alabanzas de una manera repetida, común y rutinaria, sin experimentar verdaderamente lo que es apreciar y ofrecer al Cristo que hemos experimentado.
Si experimentamos lo que Cristo experimentó al ser degollado, se ofrecerán muchas alabanzas al Señor en Su mesa, y no habrá contiendas en la vida de iglesia ni en nuestra vida matrimonial. Quizás algunos se opongan a nosotros y nos critiquen, pero no pelearemos con ellos. Sin decir nada, sencillamente permitiremos que otros nos lleven a la cruz y nos degüellen. Si ésta es nuestra experiencia, podremos presentarle a Dios una ofrenda grande en holocausto y le ofreceremos muchas alabanzas en la Tienda de Reunión. Lo que ofrezcamos a Dios será una demostración de cómo hemos experimentado la experiencia que tuvo Cristo al ser degollado.
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