Cristo como el Espíritu en las Epístolaspor Witness Lee
ISBN: 978-0-7363-6299-3
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
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La redención se logró por medio de la muerte de Cristo, mientras que la filiación se logra por medio de la vida de Cristo. Romanos 5:10 dice: “Porque si siendo enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte de Su Hijo, mucho más, estando reconciliados, seremos salvos en Su vida”. La muerte de Cristo, mencionada en la primera parte de Romanos, tiene como fin la redención, y Su vida, que se menciona en la segunda parte, tiene como fin la filiación. Por medio de Su muerte tenemos la redención, y ahora por medio de Su vida tenemos la filiación. Hemos sido redimidos y reconciliados por medio de Su muerte, pero ahora, mucho más, seremos salvos en Su vida. Ser salvos en Su vida es ser salvos de todas las cosas que se oponen a la filiación. El pecado, el yo, el mundo, la carne y todas las cosas negativas se oponen a la filiación, pero la vida de Cristo nos salva de todo esto.
El capítulo 5 habla de “Su vida”, y el capítulo 8 habla “del Espíritu de vida” (v. 2). Su vida nos salva, y el Espíritu de vida nos libera. Esta vida de Cristo es simplemente Cristo mismo, y el Espíritu de vida es también Cristo mismo. Cristo mismo es la vida, y Cristo mismo es el Espíritu de vida. Es por medio de este Espíritu de vida, es decir, por medio de Cristo mismo como vida para nosotros, que somos salvos más y más de todas las cosas que se oponen a la filiación.
Romanos revela al Espíritu Santo de tres maneras muy especiales: el Espíritu de santidad (1:4), el Espíritu de vida (8:2) y el Espíritu del Hijo de Dios que está mezclado con nuestro espíritu humano regenerado (vs. 14-15, cfr. Gá. 4:6). El Espíritu de vida es el Espíritu de la filiación divina. Cristo está en nosotros como Espíritu de vida con miras a la filiación. Cuanto más opera dentro de nosotros, más nos designa según la situación y condición de santidad. Por medio de Su obra, Él hace que no seamos comunes, es decir, no sólo nos santifica en cuanto a nuestra posición sino en nuestro modo de ser. Esto significa que cuanto más trabaja dentro de nosotros, más nos cambia y nos transforma. Estamos experimentando un cambio no sólo en posición, sino también en forma, modo de ser y naturaleza.
Este Espíritu produce la santidad en nosotros. Esto significa que Él produce la transformación. Al principio éramos hijos de hombres, pero finalmente seremos transformados como hijos de Dios por medio del Espíritu Santo, el Espíritu de vida, el cual es el Espíritu de la filiación divina. Esto ocurre por medio del proceso de muerte y resurrección. El Espíritu de vida nos introduce en la muerte y nos hace pasar por la muerte a fin de ser librados de todas las cosas negativas, y nos introduce en la resurrección para entrar en la santidad. Es así como somos completamente santificados, transformados y conformados a la imagen del Hijo primogénito de Dios. Entonces seremos los hijos de Dios en plenitud, una compañía de hijos, y así seremos la expresión corporativa de Dios. Por tanto, el libro de Romanos es un libro sobre la filiación realizada por medio del Espíritu de vida y del Espíritu de la filiación divina.
Además, este Espíritu no es nada menos ni nada más que Cristo mismo. Romanos 8:9 y 10 hablan del Espíritu de Dios, del Espíritu de Cristo y de Cristo de manera intercambiable. El versículo 9 dice: “El Espíritu de Dios mora en vosotros” y “tiene el Espíritu de Cristo”, y el versículo 10 dice: “Cristo está en vosotros”. Cualquier persona que lea estos dos versículos podrá entender que el Espíritu de Dios es el Espíritu de Cristo, y que el Espíritu de Cristo es Cristo. Vemos claramente en el libro de Romanos que Cristo es el Espíritu. Es más, el Espíritu en este libro se revela como el Espíritu de vida, el Espíritu de la filiación divina. El Espíritu de vida entra en nosotros para impartir a Cristo en nuestro interior, y puesto que Cristo es el mismo Hijo de Dios, este Espíritu es el Espíritu de la filiación divina. Luego, este Espíritu de la filiación divina opera dentro de nosotros según la santidad para santificar, transformar y cambiarnos, no sólo en posición, sino también en forma y naturaleza, para que podamos tener la imagen completa del Hijo de Dios. Finalmente seremos conformados a la imagen de Dios, completamente santificados y transformados para ser los hijos de Dios en plenitud.
Cuando Cristo llega a ser el primer Hijo entre muchos hijos en plenitud, Él y todos los hijos serán una expresión corporativa de Dios. Por esto en el capítulo 12 se empieza a hablar del Cuerpo. El Cuerpo es la expresión corporativa de Dios, la totalidad de la filiación, producida por Cristo en calidad de Espíritu de vida y de Espíritu de la filiación divina. Espero que por medio de esta comunión el “viejo” libro de Romanos haya llegado a ser un nuevo libro para nosotros.
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