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La eficacia eterna de Su muerte

La muerte de Jesús en la cruz como hombre provee la sangre humana necesaria para nuestro perdón en la redención. Pero si muriera simplemente como hombre la efectividad de Su muerte no sería eterna. La eficacia de la muerte de Jesús es eterna, sin límite en espacio y sin límite en tiempo. Su muerte eficaz puede abarcar millones de creyentes. Su humanidad le capacita para morir por nosotros, y Su divinidad asegura la eficacia eterna de Su muerte.

UNA REDENCION ETERNA

Una redención eterna fue realizada por la sangre del Hijo de Dios mediante el Espíritu eterno (He. 9:12, 14; 1 Jn. 1:7). La sangre que El derramó en la cruz no fue sólo la sangre del Hombre Jesús, sino también la del Hijo de Dios. Primera Juan 1:7 nos dice que la sangre de Jesús el Hijo de Dios nos limpia de todo pecado. La sangre del Hombre Jesús capacita Su redención para nosotros los hombres. El fue un hombre genuino que murió por nosotros y derramó sangre genuina por nosotros. Pero la eficacia de Su redención tiene que ser asegurada por Su divinidad y sí ha sido asegurada por la eternidad por El como el Hijo de Dios. Por lo tanto, Su redención es la redención eterna (He. 9:12) porque esta redención fue efectuada no sólo por la sangre del Hombre Jesús, sino también por la sangre de Jesús el Hijo de Dios, la cual el Apóstol Pablo aun llamó la “propia sangre” de Dios (Hch. 20:28). ¡Esto es maravilloso!

MEDIANTE EL ESPIRITU

La muerte del Hijo también tuvo lugar mediante el Espíritu (He. 9:14). El se ofreció a Sí mismo a Dios para Su muerte mediante el Espíritu eterno. El murió con el Padre en la naturaleza del Dios Triuno, y se ofreció a la muerte mediante el Espíritu. De nuevo, esto indica que aun en Su muerte como el Hijo de Dios, El estaba con el Padre y por el Espíritu. Por esto, Su muerte efectuó una redención eterna por medio de la sangre del Hijo de Dios y mediante el Espíritu eterno. Esta redención eterna no tiene elemento de tiempo. Como el Cordero redentor, El fue conocido de ante mano antes de la fundación del mundo (1 P. 1:19-20), y fue inmolado desde la fundación del mundo (Ap. 13:8). A los ojos nuestros Cristo murió hace dos mil años, pero a los ojos de Dios El fue inmolado desde la fundación del mundo. Su muerte es eterna sin ningún elemento de tiempo.

LA MUERTE DE CRISTO ES NUESTRA HERENCIA

Tal muerte todo-inclusiva ha sido compuesta dentro del Espíritu todo-inclusivo (Fil. 1:19). Nuestra intención es ver, conocer y realizar al Espíritu compuesto, porque los elementos de la concepción de Cristo, del vivir humano de Cristo y de la muerte de Cristo, están todos compuestos en este Espíritu. Cuando nos aplicamos el Espíritu todo-inclusivo, esta muerte todo-inclusiva es nuestra. Esta muerte no era solamente una muerte humana, sino también una muerte divina. Esta era la muerte del Padre, del Hijo, del Espíritu y del Hombre. En esta muerte el pecado es condenado, Satanás es destruido, el mundo es juzgado y el hombre con la carne de pecado es crucificado. Esta es una muerte misteriosa, excelente, maravillosa, admirable y victoriosa. Debemos atesorar esta muerte puesto que es una gran herencia para nosotros. Es uno de los grandes legados del Nuevo Testamento. Dios el Padre nos ha legado el tesoro de Cristo (2 Co. 4:7) con Sus inescrutables riquezas (Ef. 3:8). Entre estas inescrutables riquezas está Su muerte maravillosa. Que el Señor nos conceda una visión adecuada y un conocimiento apropiado de esta muerte maravillosa y todo-inclusiva, para que podamos ser introducidos en el disfrute de nuestra herencia neotestamentaria.