Expresión práctica de la iglesia, Lapor Witness Lee
ISBN: 978-0-87083-905-4
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
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Hay cuatro puntos principales en el salmo 133: la unidad, el óleo, el rocío y la bendición de vida. Disfrutamos la bendición de vida por causa de la unidad. Si no estamos unidos, perdemos la bendición de vida. La unidad entre los hermanos es el factor que nos introduce en la vida de bendición. Al comienzo este salmo menciona la unidad, al final menciona la vida, y entre medio están el óleo, o el aceite de la unción, y el rocío. Según la tipología, el óleo se refiere al Espíritu Santo, quien es la tercera Persona de la Deidad en la impartición divina. Pero, ¿qué significa el rocío? La frescura es algo relacionado con el rocío, pero no es el rocío en sí. Después veremos lo que es el rocío.
Es interesante notar que sólo se mencionan dos aspectos de la unidad: un aspecto se compara con el ungüento que se derrama sobre un cuerpo, y el otro se compara con el rocío que cae sobre un lugar. Estos dos aspectos también existen en la vida de iglesia, y son, respectivamente, el aspecto del Cuerpo y del lugar. La iglesia es el Cuerpo de Cristo, quien es el gran Aarón, y la iglesia también es la morada de Dios. El óleo de la unción que está sobre la Cabeza desciende sobre el Cuerpo de Cristo, y el rocío del monte Hermón cae sobre Sión, el lugar donde Dios habita. Por tanto, vemos el Cuerpo de Cristo y la habitación de Dios; el Cuerpo de Cristo tiene el óleo de la unción, y la morada de Dios tiene el rocío. Para tener el óleo en el Cuerpo y el rocío en la morada de Dios, necesitamos la unidad. Sin la unidad, no hay óleo ni rocío. Es necesaria la unidad para participar de estos dos aspectos. Cuando estamos en unidad, el óleo de la unción fluye sobre el Cuerpo y el rocío cae desde el cielo sobre la morada de Dios. ¿Se ha dado cuenta alguna vez de que este salmo menciona estos dos aspectos de la vida de iglesia? En el aspecto del Cuerpo del Señor, necesitamos que el aceite del Espíritu Santo fluya todo el tiempo, y en el aspecto de la morada de Dios, necesitamos que el rocío caiga sobre nosotros desde el cielo.
Los que nos reunimos en Los Angeles realmente hemos probado algo de este óleo y rocío en nuestra experiencia diaria. En las reuniones, y aun en nuestras casas, tenemos un sentir interior profundo de que el aceite de la unción está fluyendo, lo cual es el Espíritu que opera en nosotros por gracia. Al mismo tiempo un riego, muy fortalecedor y refrescante como el rocío, acompaña el fluir del Espíritu. En la vida de iglesia, experimentamos por la gracia el dulce fluir del Espíritu, y al mismo tiempo, tenemos el rocío que nos riega y refresca.
Cuando estamos en una condición pobre, necesitamos misericordia; pero cuando estamos en unidad, tenemos algo más que la misericordia, a saber, el rocío, que es la gracia suficiente del Señor Jesucristo. “La gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios, y la comunión del Espíritu Santo, sean con todos vosotros” (2 Co. 13:14). La comunión del Espíritu Santo es el óleo que fluye, y la gracia del Señor Jesús es el rocío.
Cuanto más nos congregamos, tenemos comunión unos con otros y nos amamos, más fluye el Espíritu en nosotros de modo muy dulce, benigno, agradable y placentero; y al mismo tiempo, sentimos la fortaleza interior, el riego, refrigerio, consuelo y el poder. Esto es la gracia. En la unidad, experimentamos la comunión del Espíritu Santo y también la gracia del Señor Jesús. En el aspecto del Cuerpo, necesitamos el óleo, y en el aspecto de la morada, necesitamos la gracia. Sin la gracia, estamos muy secos, pero la gracia nos riega y refresca.
En la iglesia local la gracia nos riega día tras día, así como el rocío fresco que cae cada mañana. Para mí, no hay noches en la vida de iglesia, incluso las reuniones por la noche son de día. Cuando se celebra la reunión de la mesa del Señor por la noche, siempre siento que es temprano por la mañana, porque allí está el rocío. Lo que acompaña a la unidad en la vida de iglesia no es la noche, sino la mañana con el rocío.
¡Alabado sea el Señor! El óleo y el rocío surgen de la envidada bendición de vida. El Señor no sólo nos da la bendición, sino que El la manda. Parece que el Señor en el trono ordena la bendición sobre los que están en el terreno de la unidad. No hablo de algo que no sé. ¡Les relato lo que he experimentado en los últimos cuarenta años! No se imaginan cuánto he disfrutado del óleo de la unción y el rocío en estos últimos años, ¡y sigo disfrutándolos!
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