Cristo que mora en nosotros seqún se ve en el canon el Nuevo Testamento, Elpor Witness Lee
ISBN: 978-0-7363-4916-1
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
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Adondequiera que vayamos, debemos ser personas que están llenas del Espíritu Santo. Debemos ser personas que están en Jesús y personas en quienes Jesús vive. No se trata de lo que decimos; la elocuencia en la predicación del evangelio nunca ha salvado a nadie. No son nuestras palabras las que pueden impartir vida a otros, sino el derramamiento del Cristo que mora en nuestro ser. Debemos aprender a ser llenos de Jesús y a liberarlo desde nuestro espíritu. Jesús desea salvar a otros, no desde los cielos, sino por medio de nosotros. Nunca debemos retenerlo en nuestro interior, impidiéndole que fluya. Continuamente debemos aprender a liberarlo, abriendo nuestro ser a Él y confesando de una manera completa y detallada todos nuestros pecados. Entonces podremos invocarlo confiadamente para ser llenos de Él, y compartirlo con otros.
Realmente necesitamos tener fe en este asunto. No debemos abrigar la menor duda. Debemos estar plenamente seguros de que cuando abramos nuestro ser al Señor y le confesemos cabalmente nuestras faltas, aplicando Su preciosa sangre, ¡estaremos en Él y Él estará en nosotros! Debemos ejercitar nuestra fe y decir: “Amén, Señor Jesús, soy uno contigo, y Tú eres uno conmigo. ¡Aleluya!”. Ésta es la manera en que debemos ejercitar nuestra fe. No debemos esforzarnos por predicar el evangelio, sino que debemos ejercitar nuestra fe cada día para ser llenos de Cristo.
Cuando el apóstol Pablo estaba considerando ir a Asia desde Frigia, él iba allí por causa de Jesús. Él estuvo a punto de ir en cierta dirección, pero el Espíritu no se lo permitió. “Atravesaron la región de Frigia y de Galacia, habiéndoles prohibido el Espíritu Santo hablar la palabra en Asia; y cuando llegaron a Misia, intentaron entrar en Bitinia, pero el Espíritu de Jesús no se lo permitió” (Hch. 16:6-7). Por un lado, leemos que el Espíritu Santo les prohibió, y por otro, que el Espíritu de Jesús no se lo permitió. Esto nos muestra que en los primeros días los apóstoles y los discípulos propagaban el evangelio siendo uno con Jesús. Esto no era algo que ellos hacían por su propia cuenta ni conforme a su entendimiento de las cosas, sino según la dirección que les daba el Jesús que moraba en ellos. Ellos eran uno con el Dios Triuno, y este Dios Triuno en Hechos 16 es llamado tanto el Espíritu Santo como el Espíritu de Jesús. El Espíritu es la corporificación y la realidad del Dios Triuno, y este Dios Triuno vivía en Pablo. Pablo estaba completamente mezclado con el Dios Triuno. Es por ello que él predicaba el evangelio de una manera tan viviente. Adondequiera que iba, podemos estar seguros de que ésa era la decisión del Dios Triuno que moraba en él.
Cuánto quisiera que todos pudiéramos ser tan sencillos a fin de ser recobrados a la manera en que procedían los primeros discípulos. No debemos darle tanta importancia a la doctrina, a la predicación ni a la elocuencia. Lo único que debe importarnos es el fluir del Cristo que mora en nosotros. Debemos aprender a ejercitar nuestro espíritu y a ejercitar nuestra fe. Entonces tendremos la certeza de que somos uno con Cristo y Él fluirá de nuestro espíritu.
Alcanzar a los incrédulos con el evangelio y disipar las tinieblas requiere un verdadero ejercicio de la fe. Todos debemos aprender a ejercitar nuestra fe para combatir contra Satanás. Puesto que estamos llenos del Espíritu Santo, toda tiniebla e incredulidad debe desaparecer. Debemos retar al enemigo porque no estamos solos. Debemos decirle al enemigo: “Satanás, no estoy aquí solo. ¡Jesús es uno conmigo, y yo estoy lleno de Él!”. Entonces veremos que el enemigo huirá. No debemos permitir que el cristianismo de hoy nos perturbe, haciéndonos pensar que es difícil ser llenos del Espíritu. Siempre que vayamos a predicar el evangelio, debemos decir: “Señor Jesús, abro mi ser a Ti. Todo lo que Tú condenes, yo también lo condeno. Todo lo que Tú permitas, yo lo permito. Todo lo que te guste, también me gusta a mí. Creo que estoy en Ti y que Tú estás en mí. Ahora que voy a salir a predicar el evangelio, Tú tienes que ir conmigo, y yo tengo que ir contigo”.
Cuando salimos a llevar el evangelio a otros, debemos tener la certeza de que somos verdaderamente uno con Jesús. Eso es lo que significa ser testigos de Él. No sólo vamos a predicar el evangelio, sino que salimos para ser esos testigos. Además, no salimos para ser testigos del Jesús que está en los cielos, sino del Jesús que vive en nosotros. Él está en nosotros, y nosotros estamos en Él. Simplemente somos uno en el Espíritu. Tenemos absoluta certeza de que hemos sido puestos en Él y de que Él vive en nosotros. Nosotros permanecemos en Él, y Él permanece en nosotros. De este modo, cuando contactemos a un incrédulo, debemos ejercitar nuestro espíritu para liberar al Jesús viviente. Asimismo, debemos ejercitar nuestra fe para combatir en contra de todas las tinieblas. “¡Satanás, tienes que marcharte! ¡Jesús está aquí!”. Ésta es la manera en que somos verdaderos testigos de Jesús.
Ser llenos del Espíritu, tal como se nos describe en el libro de Hechos, es una condición que podemos lograr fácilmente. Si abrimos nuestro corazón y confesamos minuciosamente todos nuestros pecados bajo la limpieza de la sangre, seremos llenos del Espíritu. Además de esto, debemos comprender que fuimos introducidos en el Dios Triuno y que el Dios Triuno vive continuamente en nosotros. Nosotros estamos en Él y Él está en nosotros. Nunca debemos poner nuestra mirada en lo que somos ni en la formación que recibimos. Tenemos que olvidarnos de todas esas cosas y entender que estamos bajo la sangre que limpia. Todo nuestro pasado ha sido cubierto por la sangre. Nunca debemos quitar la cubierta de la sangre para poner nuestros ojos en nuestro pasado. En lugar de ello, ¡debemos declarar que todo nuestro pasado está cubierto por la sangre de Jesús! Ahora, bajo la cubierta de la sangre, estamos disfrutando al Dios Triuno y estamos siendo llenos de Él. Esto nos hará verdaderos testigos.
En esto consiste el hecho de que Cristo mora en nosotros, según se ve en el libro de Hechos. Allí vemos a un grupo de personas en quienes Cristo vivía diariamente y por medio de quienes Cristo se derramaba en la predicación del evangelio. El verdadero contacto con otros consiste simplemente en el hecho de que Cristo mora en nosotros. Y el hecho de que Cristo more en nosotros es muy sencillo. Él es el Dios procesado para ser el Espíritu vivificante, quien está muy cerca de nosotros. A cada momento abrimos nuestro ser a Él y le confesamos toda nuestra pecaminosidad. Esto nos permitirá estar bajo la limpieza de Su sangre y ser llenos de la plenitud del Espíritu Santo.
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