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Estudio-vida de 2 Corintiospor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-2362-8
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Actualmente disponible en: Capítulo 15 de 59 Sección 2 de 4

NUESTRA PORCIÓN

Repasemos los capítulos del uno al diez de 1 Corintios para ver lo que dicen acerca de Cristo y de cómo Él es el antibiótico que sana todas las enfermedades de la iglesia. Primero, Cristo es nuestra única porción, la persona a cuya comunión nos llamó Dios (1 Co. 1:2, 9). En 1 Corintios 1:2 se dice que Cristo es de “ellos y nuestro”. El versículo 9 dice: “Fiel es Dios, por el cual fuisteis llamados a la comunión de Su Hijo, Jesucristo nuestro Señor”. Puesto que Dios nos llamó a la comunión de Su Hijo, el Hijo es ahora nuestra porción.

NUESTRA JUSTICIA, SANTIFICACIÓN
Y REDENCIÓN DIARIAS

En 1 Corintios 1:30 vemos algunos aspectos de esta porción: “Mas por El estáis vosotros en Cristo Jesús, el cual nos ha sido hecho de parte de Dios sabiduría: justicia y santificación y redención”. Cristo es el poder de Dios y la sabiduría de Dios (1 Co. 1:24). Puesto que Cristo es la sabiduría que se nos da a nosotros de parte de Dios, Él llega a ser nuestra justicia, santificación y redención diarias. A diario podemos disfrutar a Cristo como nuestra justicia. Si lo disfrutamos de esta manera, podremos declarar: “Ángeles y demonios, y todos los seres humanos, yo estoy bien con Dios y con los hombres. Estoy bien con mi familia y con todos mis hermanos y hermanas que están en la iglesia. Éste es mi testimonio porque a diario Cristo es mi justicia”.

Además, también podremos testificar que Cristo es nuestra santificación y santidad diarias. Día tras día lo disfrutamos como tal porción. Por tanto, podremos esperar que los ángeles y los demonios confirmen el hecho de que estamos santificados. Podremos decir: “Ángeles y demonios, deben darse cuenta de que yo soy santo. Les pido que confirmen el hecho de que en Cristo tengo santidad. El Hijo de Dios, quien es la sabiduría de Dios y también el poder de Dios, está llegando a ser mi santidad y santificación diarias”.

La santidad es la sustancia, mientras que la santificación es la actividad, el proceso, de ser hechos santos. Día tras día, no sólo tenemos la santidad, el elemento, sino también la santificación, el proceso. El Cristo que es nuestra porción para nuestro disfrute nos está santificando día tras día.

Una pareja de casados puede experimentar a Cristo como su justicia y santificación en su vida matrimonial. Supongamos que el marido se siente descontento con su mujer y la hace pasar un mal rato. Si la hermana invoca el nombre del Señor Jesús, ella ganará a Cristo como justicia y también como santificación. Ella experimentará que el Señor la santifica desde su interior. La operación del Señor en el interior de ella la librará de enojarse con su esposo. De otro modo, ella tal vez se ofenderá y empezará a altercar con él.

Simplemente invocando el nombre del Señor Jesús experimentamos algo misterioso y maravilloso dentro de nosotros, el cual nos santifica y nos libra de enojarnos. Finalmente, esta santificación llega a ser nuestra santidad. Además, esta santidad es una Persona, el Hijo de Dios, la porción única a la cual Dios nos ha llamado. Dios nos ha llamado a la comunión de Cristo. Ahora, a diario y a cada hora, debemos disfrutarle, primero como justicia, luego como santificación y después como redención.

LAS PROFUNDIDADES DE DIOS

En el capítulo dos de 1 Corintios vemos que Cristo, Aquel que es misterioso, es las profundidades de Dios. Si queremos discernirlo y conocerlo, debemos ser espirituales, debemos ejercitar el espíritu y vivir en el espíritu. Si somos anímicos, o sea, si vivimos en el alma, no podremos conocerle. Únicamente viviendo en el espíritu y ejercitando nuestro espíritu, podremos conocer a Cristo y experimentarlo.


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