Cristo como el Espíritu en las Epístolaspor Witness Lee
ISBN: 978-0-7363-6299-3
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
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Jacobo 4:5 dice: “¿O pensáis que la Escritura dice en vano: El Espíritu que Él ha hecho morar en nosotros nos anhela celosamente?”. Aquí el Espíritu se revela como el Espíritu de celo. La ley contenida en el Antiguo Testamento nos dice que Dios es un Dios celoso (Éx. 20:5), y 2 Corintios 11:2 también habla del celo de Dios. El Espíritu de Dios, el Espíritu del Señor, es un Espíritu de celo. Jacobo 4:4 dice: “Adúlteros, ¿no sabéis que la amistad del mundo es enemistad contra Dios?”. Amar al mundo es cometer adulterio espiritual. Si una esposa ama a alguien que no es su marido, su marido estará celoso. De la misma manera, el Espíritu de Dios es un Espíritu de celo. Él es celoso, al igual que un marido es celoso sobre su esposa. No debemos amar nada que no sea el Señor mismo. Si lo hacemos, el Espíritu que mora interiormente se pondrá celoso.
En 1 Pedro 4:13 y 14 se nos dice: “Gozaos por cuanto participáis de los padecimientos de Cristo, para que también en la revelación de Su gloria os gocéis con gran alegría. Si sois vituperados en el nombre de Cristo, sois bienaventurados, porque el Espíritu de gloria, que es el de Dios, reposa sobre vosotros”. En las Epístolas de Pedro, el Espíritu es revelado como el Espíritu de gloria. Las Epístolas de Pedro, especialmente la primera, tratan sobre los sufrimientos de los creyentes. Si nosotros los cristianos sufrimos algo por Cristo, entonces el Espíritu dentro de nosotros será el Espíritu de gloria. Del lado positivo, todos los sufrimientos producen una sola cosa, a saber: el quebrantamiento del hombre exterior. Entonces cuando nuestro hombre exterior sea quebrantado, la gloria que está en el Lugar Santísimo, es decir, en nuestro espíritu, será manifestada. El Espíritu mencionado en el versículo 14 es el Espíritu de gloria que experimentamos al pasar por los sufrimientos que padecemos en el nombre de Cristo. Cuanto más sufrimos, más se manifestará el Espíritu de gloria.
La siguiente breve historia puede servir para que esto sea claro. En 1900, el año que aconteció la rebelión de los Bóxers, había un hombre joven que tenía cerca de diecisiete años, un aprendiz joven en una tienda en Beijing, la capital de China. Un día todas las tiendas cerraron debido a las actividades de los bóxers. Nadie se atrevía a salir a la calle. De repente hubo un griterío en la calle, y algo como un desfile pasó por allí. Este joven miró la procesión a través de una grieta en la puerta. Los bóxers desfilaban con espadas en mano, tirando de una carreta, sobre la cual se sentaba una muchacha joven. Esta muchacha había sido condenada por ser cristiana y se le llevaba a cierto lugar para ser ejecutada por decapitación. Sin embargo, ella estaba cantando mientras desfilaba encadenada sobre la carreta, y su rostro estaba resplandeciente. El joven que miraba a través de la puerta se maravilló de cómo, en medio de ese desfile de personas crueles, la muchacha podía sentarse allí y cantar con un rostro resplandeciente. Mientras llevaban a esa hermana joven a ser ejecutada, ella sufría, y el Espíritu de gloria y de Dios reposaba sobre ella. Más tarde, cuando el joven intentó descubrir algo sobre la muchacha, él llegó a conocer el evangelio. Fue por medio de esto que fue salvo. Muchos años más tarde, él le predicó el evangelio a otra persona que entonces fue salva; y fue por ese hermano que yo supe de esta historia.
En 1 Pedro 1:11 se habla del Espíritu de Cristo en los profetas. Esto se refiere a la obra del Espíritu Santo en tiempos antiguos. Aquí vemos otra vez que el Espíritu es el Espíritu eterno. Incluso en los tiempos antiguos, la época de los profetas antes que viniera Cristo, el Espíritu de Cristo ya estaba obrando. El Espíritu obraba dentro de los profetas en calidad de Espíritu de Cristo. Como resultado, fueron inspirados por este Espíritu para indagar algo sobre Cristo. Sin embargo, hoy tenemos al Espíritu de Cristo que mora en nosotros, como se menciona en Romanos 8:9.
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