Cómo reunirnospor Witness Lee
ISBN: 978-0-7363-6637-3
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
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El capítulo 1 nos dice que Jesús es uno que posee divinidad: Él es llamado el Hijo de Dios y es incluso Dios mismo. El capítulo 2 nos dice que Jesús es un hombre genuino, pero un hombre que ahora está coronado de gloria y de honra. Tal hombre ha sido probado por muchos sufrimientos y es ahora nuestro gran Sumo Sacerdote. En el capítulo 3 vemos más aspectos de lo que este Jesús es. Él es el Apóstol enviado a nosotros por Dios y el Sumo Sacerdote que va a Dios en representación de nosotros. Él vino a nosotros como Apóstol y retornó a Dios como Sumo Sacerdote. Podríamos ver muchos más aspectos de esta persona en los capítulos 4, 5, 6, 7 y 8, etc. En cada capítulo encontramos algo. ¡Oh, este Jesús es maravilloso! Así pues, la expresión por medio de Él en el capítulo 13 tiene un significado muy vasto. Esta expresión quiere decir que le hemos experimentado, que hemos pasado a través de Él, a través del Jesús descrito en los trece capítulos de este libro de importancia superlativa. Si no son “por medio de Él”, nuestras alabanzas a Dios jamás podrían ser aceptables y carecerían de significado. Tenemos que ofrecer nuestras alabanzas “por medio de Él”. En otras palabras, debemos componer nuestras alabanzas por medio de Él, debemos componerlas con Él y ellas deben tener como elemento constituyente nuestras experiencias de Él. Le disfrutamos como Aquel descrito en el capítulo 1 de Hebreos, le disfrutamos como Aquel presentado en el capítulo 2, y le experimentamos y pasamos a través de Aquel que es revelado en el capítulo 3, y así sucesivamente. Entonces habremos obtenido muchas letras y palabras de Cristo; poseeremos este vocabulario, no solamente en nuestra mente, sino también en nuestra experiencia, a partir de lo cual podremos componer alabanzas al Padre. Éste es el significado correcto de la expresión por medio de Él. Por medio de Él ofrecemos nuestras alabanzas al Padre. Éste es el fruto de labios que confiesan Su nombre. Confesamos Su nombre no por la predicación ni la enseñanza, sino por la alabanza.
Debemos considerar estos tres pasajes juntos: 1) Cristo está en medio de la iglesia cantando himnos de alabanza al Padre, 2) no debemos descuidar el reunirnos juntos, sino que debemos tener el hábito de reunirnos; y 3) por medio de Él tenemos que ofrecer alabanzas a Dios. Cuando conjugamos estos tres pasajes, obtenemos el concepto apropiado concerniente a las reuniones cristianas.
Tengo la expectativa de que un día nuestras reuniones dedicarán tres cuartas partes de la reunión a alabar y una cuarta parte a profetizar; por esto también espero en el Señor. Tal vez ustedes digan que esto sería dedicar demasiado tiempo a la alabanza, pero yo espero que dediquemos a ello todo ese tiempo. Siempre que nos reunimos, tenemos que estar llenos de alabanzas y debemos alabar la mayor parte del tiempo. Tal vez se pregunten: ¿qué acerca de animarnos los unos a los otros? ¿Qué acerca de exhortarnos los unos a los otros? ¿Debiéramos acaso alabar solamente y no dedicar tiempo a exhortar o animar? Les digo que la alabanza apropiada es la mejor exhortación y lo que más nos anima. Si alguien toma la palabra con el fin de hacerme una exhortación, esto no causará en mí una impresión tan profunda. Pero si canta alabanzas nacidas del espíritu, y el Señor Jesús canta en sus cánticos, ello sería una verdadera exhortación y un verdadero aliento para mí. ¿No están de acuerdo? La verdadera edificación de la iglesia estriba en la alabanza. Si estuviéramos dispuestos a alabar y pudiéramos alabar adecuada y apropiadamente de tal manera que el Señor Jesús pudiera continuamente cantar himnos en nuestro cantar, la iglesia sería maravillosamente animada y edificada. A esto se debe que el apóstol Pablo mencionara los salmos en primer lugar en 1 Corintios 14:26. Cantar y alabar tiene que ser lo primordial para nosotros. Tenemos que considerar la alabanza como lo primero que necesitamos en las reuniones de la iglesia.
Al inicio del libro de Hebreos se nos dice que el Señor Jesús canta alabanzas al Padre en medio de la iglesia. Después, al final de este libro se nos dice que tenemos que ofrecer sacrificio de alabanza a Dios continuamente por medio de Él. Entre estos dos pasajes tenemos el versículo en el capítulo 10 que nos dice que tenemos que cultivar el hábito de reunirnos. Estos tres pasajes dejan bien en claro que siempre que nos reunimos, debe ser posible para el Señor Jesús cantar alabanzas al Padre, y que siempre que nos reunimos tenemos que alabar más que conversar, dar testimonios o profetizar; es decir, tenemos que alabar por medio de Él.
Todo el libro de Hebreos nos enseña que Cristo es superior a muchas cosas. Cristo es superior al judaísmo y a cualquier otra religión; Cristo es superior a esto y aquello; Cristo es lo mejor; en esto consiste el libro de Hebreos. Pero este libro, si bien nos dice de qué manera Cristo es superior a tantas cosas, también nos insta a disfrutar y experimentar a tal Cristo, y no solamente a conocerle.
A veces en la Biblia encontramos frases muy breves que son profundamente significativas. Verdaderamente me encanta esta breve frase: “Vemos a Jesús” (2:9). ¿Se dan cuenta de lo que significa ver a Jesús? Esto no es mero conocimiento, ni simple entendimiento; esto es ver, ver a Jesús. ¡Vemos! ¿Qué clase de Jesús vemos? Vemos a Jesús, el Dios encarnado, quien fue hecho un hombre frágil, un poco inferior a los ángeles. Él no era un hombre poderoso, sino un hombre frágil y menospreciado. ¡Le vemos a Él! Vemos la vida humana que Él llevó sobre la tierra, Sus sufrimientos, Su muerte. ¡Vemos a Jesús! ¡Pero también le vemos coronado de gloria y de honra! Esto no debiera ser para nosotros meramente una doctrina, sino una visión. ¿Han visto ustedes al Jesús encarnado, al Jesús que padece sufrimientos, al Jesús crucificado, al Jesús resucitado de entre los muertos, al Jesús ascendido a los cielos, glorificado, coronado y entronizado? Si hoy en día verdaderamente han visto estas cosas, ¿cómo podrían permanecer callados en las reuniones?
Quienes asisten a un partido de fútbol se emocionan mucho, ¿por qué? Porque ven algo. La esposa se lo dice al esposo y el esposo a la esposa; el hijo se lo dice al padre y el padre al hijo. Cuando usted ve algo, no puede permanecer callado. ¿Por qué vienen a las reuniones tan callados? ¿Por qué es necesario que los hermanos que están en el liderazgo dediquen tanto tiempo y energía a alentarlos a abrir sus bocas? Esto es debido a que ustedes no han visto. No han visto a Jesús. Si vieran a Jesús hoy, les sería absolutamente imposible permanecer callados en las reuniones. Ésta es la manera en que debemos reunirnos: tenemos que ver a Jesús. No podemos simplemente citar un versículo como Hebreos 10:25 y decir que no debemos dejar de reunirnos. Aun si nos reunimos, ¿qué haremos en nuestras reuniones? Si estamos tan vacíos y no hemos visto a Jesús, simplemente seremos una carga los unos para los otros cuando vengamos a las reuniones. Si se nos anima a ejercer nuestra función en las reuniones, no tendremos nada que decir ni podremos decir nada que despierte el espíritu de los demás. La reunión simplemente se desinflará. Supongamos que ustedes jamás hubieran asistido a un partido de fútbol, pero cuando se reúne con sus amigos usted pretende conversar con ellos de fútbol, y ellos incluso lo animan a usted a hablar de fútbol. ¡Qué actuación tan miserable sería esa! Supongamos, sin embargo, que todos acabamos de ver un partido de fútbol muy emocionante; cuando nos reunamos, todos tendremos mucho que decir. Varios hablarán al mismo tiempo, y le será difícil a uno detenerse. ¡Oh, hermanos, es de este modo que debiéramos reunirnos! Sólo que el tema de nuestra conversación será Jesús, pues ¡hemos visto a Jesús! ¡Oh, qué Jesús es éste!
Hace muchos años yo era un insensato, pues solía obligar a las personas a desempeñar su función. Yo había sido ayudado mediante la enseñanza del sacerdocio universal y había comprendido que todo creyente debe desempeñar su función en la reunión. Les dije a los hermanos que todos tenían que ejercer su función, incluso llegué al extremo de hacerles firmar un documento en el que se comprometían a orar o dar un testimonio en las reuniones un determinado número de veces. Eso asustó a las personas. Algunos se asustaron tanto que dejaron de venir. Ahora ya no pido a las personas que firmen un compromiso, pero sí les digo que si hemos de tener una reunión apropiada, es indispensable que veamos a Jesús; es imprescindible que verdaderamente experimentemos al Jesús revelado en el libro de Hebreos. Si vemos a este Jesús, estaremos como locos. Pero si dejamos de ver a Jesús, aun cuando vengamos a las reuniones, no desempeñaremos nuestra función.
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