Visión la práctica y la edificación de la iglesia como cuerpo de Cristo, Lapor Witness Lee
ISBN: 978-0-7363-7643-3
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
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La última porción del libro de Efesios es una instrucción acerca de la vida de iglesia práctica. Debemos recordar que después que el apóstol Pablo presentó una visión completa de la iglesia, él ofreció una oración al final del capítulo 3 específicamente para que seamos fortalecidos en nuestro hombre interior, para que Cristo haga Su hogar en nuestro corazón, es decir, para que pueda extenderse en todo nuestro ser, apoderarse de él y ocuparlo (vs. 16-19). Esto es una oración muy básica con respecto a la vida de iglesia. La vida de iglesia no es meramente externa en cuanto a la práctica; más bien, es algo interno. Debemos tener en mente que tenemos un hombre interior, un espíritu humano. Nuestro hombre interior tiene que ser fortalecido; luego todas nuestras partes internas serán ocupadas, poseídas por Cristo, y Él se establecerá en todo nuestro ser y lo hará Su hogar. Finalmente, seremos llenos hasta la medida de toda la plenitud de Dios, es decir, nos mezclaremos plenamente con Dios. Esto es algo muy básico para la vida de iglesia. Nunca podremos tener una vida de iglesia por nuestra propia cuenta, en nosotros mismos y con nosotros mismos. La vida de iglesia tiene que ser una vida en la cual nos mezclamos con Dios, en la cual nuestro hombre interior, nuestro espíritu, es fortalecido.
Nuestro hombre interior tiene que ser fuerte. Lo que más necesita ser fortalecido no es nuestro cuerpo o incluso nuestra alma, es decir, nuestra mente, voluntad y parte emotiva. Nuestro espíritu tiene que ser la parte más fuerte; necesita ser prevaleciente, tener el primer lugar, para que todo nuestro ser se someta al hombre interior y Cristo tenga pleno control sobre él. Luego es posible que seamos llenos hasta la medida de la plenitud de Dios. Esto significa que somos mezclados con Dios cabal, entera y completamente. Es en esta mezcla que tenemos la vida de iglesia. Esto es un asunto muy básico, y no podemos enfatizarlo demasiado. Debemos dar mensaje tras mensaje para enfatizar este único asunto: que nuestro hombre interior necesita ser fortalecido y que Cristo tiene que apoderarse de todo nuestro ser para que podamos ser mezclados con Dios y llenos hasta la medida de toda la plenitud de Dios.
Después de la oración en el capítulo 3, el escritor profundiza en los detalles de la práctica de la vida de iglesia en el capítulo 4, los cuales son principalmente llevados a cabo en espíritu. El primer punto respecto a la práctica de la vida de iglesia es el guardar la unidad, que tiene que ver con el Espíritu (vs. 3-6). Los últimos tres capítulos de este libro no da cabida a meras enseñanzas o doctrinas. La vida de iglesia no es un asunto de enseñanza o doctrina. Es un asunto de estar en el espíritu. Si estamos en el espíritu, tenemos la unidad, pero en las enseñanzas doctrinales sólo tenemos divisiones. Nunca podremos ser uno en las doctrinas. Ni siquiera un hermano y su esposa pueden ser uno en cuanto a las enseñanzas doctrinales. Nunca podemos ser uno en las enseñanzas, pero hay una verdadera unidad en el espíritu. Si nos olvidamos de nuestra mentalidad y razonamientos naturales y tomamos cuidado del espíritu en nuestro interior, seremos uno con todos los santos que están en el espíritu.
La unidad genuina es la unidad del Espíritu. Por lo tanto, tenemos que estar en el espíritu. Cuando estamos fuera del espíritu, estamos en división. Sencillamente somos diferentes en tantos asuntos. Por lo tanto, tenemos que aprender a estar en el espíritu. Discutir no nos ayuda para nada; sólo causa divisiones. La situación actual entre los cristianos es semejante a un panal, lleno de divisiones y compartimientos. Siempre que estamos fuera del espíritu, estamos en un compartimiento, en una pequeña división. La unidad genuina es del Espíritu, así que debemos aprender a estar en el espíritu. Casi toda la primera parte del capítulo 4 de Efesios es una instrucción acerca de la manera de guardar la unidad. La manera de guardar la unidad es estar en el espíritu.
Este espíritu es el espíritu mezclado. El Espíritu divino y el espíritu humano ahora son uno solo. Este espíritu mezclado satura todo nuestro ser y se apodera de él. Cuando nuestro espíritu se extiende a nuestra mente, somos renovados en el espíritu de nuestra mente (v. 23). Podemos ser renovados únicamente cuando el espíritu se introduce en nuestra mente para saturarla, apoderarse de ella, poseerla y ocuparla. Nuestra mente predomina todo nuestro ser, así que el espíritu necesita tomar el control de la mente. De esta manera todo nuestro ser es renovado.
Además, este renovar tiene mucho que ver con vestirnos del nuevo hombre. Hablando con propiedad, el nuevo hombre es el Cuerpo (2:15-16). Por lo tanto, vestirnos del nuevo hombre es sencillamente vestirnos del Cuerpo. Esto equivale a disfrutar de la vida de iglesia en el aspecto práctico. Actualmente, muchos cristianos hablan acerca de la vida de iglesia, o la vida del Cuerpo, pero ¿dónde está la vida del Cuerpo? La vida práctica del Cuerpo estriba en la renovación del espíritu de nuestra mente. A medida que somos renovados en el espíritu de nuestra mente, de forma gradual nos vestimos del nuevo hombre, es decir, gradualmente ponemos en práctica la vida del Cuerpo. Comenzamos a practicar la vida de iglesia en Los Ángeles hace unos cuantos años. Ahora podemos examinarnos a nosotros mismos. Cuánta vida de iglesia hemos experimentado depende del grado al cual hemos sido renovados en el espíritu de nuestra mente. Si tan sólo tenemos una pequeña cantidad de renovación en el espíritu de nuestra mente, experimentamos sólo una pequeña cantidad de la vida de iglesia. La vida de iglesia que disfrutamos no puede exceder el grado al cual somos renovados en el espíritu de la mente. Esto no es una mera doctrina; es muy práctico. La unidad se realiza en el espíritu, y el vestirnos del nuevo hombre, la vida del Cuerpo, también se realiza en el espíritu.
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