Ejercicio del reino a fin de edificar la iglesia, Elpor Witness Lee
ISBN: 978-0-7363-3898-1
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
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En este mensaje abordaremos el asunto de la salvación del alma. Jacobo 1:21 habla acerca de la salvación del alma, y 1 Corintios 5:5 habla acerca de la salvación del espíritu. Hay otros versículos que también hablan de la salvación del alma. Por ejemplo, 1 Pedro 1:9 dice: “Obteniendo el fin de vuestra fe, que es la salvación de vuestras almas”. Jacobo 1:21 nos dice que recibamos “con mansedumbre la palabra implantada, la cual puede salvar nuestras almas”. Algunos cristianos piensan que la salvación del espíritu equivale a la salvación del alma. Sin embargo, según el Nuevo Testamento, nuestro espíritu y nuestra alma son dos cosas diferentes. En 1 Tesalonicenses 5:23 se nos revela claramente que somos hombres tripartitos compuestos de tres partes: espíritu, alma y cuerpo. Por consiguiente, estas tres partes son diferentes la una de la otra.
Debido a que el hombre es un ser tripartito, la salvación de Dios según se revela en la Biblia consta de tres aspectos. Primeramente, Dios salva nuestro espíritu por medio de la regeneración. Luego, Él transforma nuestra alma para que ésta sea salva. Por último, Romanos 8 dice que nuestro cuerpo será redimido, es decir, transfigurado. Por lo tanto, la salvación de Dios es una salvación completa que abarca todo nuestro ser, espíritu, alma y cuerpo. Con respecto a la salvación de Dios hay tres aspectos, que son la salvación de nuestro espíritu, nuestra alma y nuestro cuerpo.
Muchos cristianos entienden claramente que la regeneración consiste en salvar el espíritu. Además, todos los verdaderos cristianos creen que cuando el Señor Jesús regrese, nuestro cuerpo será cambiado. Sin embargo, no son muchos los cristianos que tienen claridad con respecto a la salvación del alma, o a los versículos que hablan de este asunto (Mt. 16:25; He. 10:29; Jac. 1:21). Cuando era joven, me sentía muy confundido cuando leía estos versículos. Me decía a mí mismo: “Ya he recibido la salvación; ¿por qué tengo que esperar para recibir la salvación del alma?”. Conforme al Nuevo Testamento, todos hemos recibido la salvación en nuestro espíritu. Cuando creímos en el Señor Jesús y fuimos lavados con Su sangre, fuimos regenerados por el Espíritu Santo y fuimos salvos. Aunque la salvación de nuestro espíritu ya es nuestra, aún nos hace falta experimentar otra clase de salvación, la salvación del alma, para lo cual debemos esperar hasta que el Señor venga. Esta salvación no se obtiene simplemente por medio del creer, pues debe llevarse a cabo mediante la obra de la palabra implantada. La palabra viva de Dios es implantada en nuestro ser para producir algo. En el transcurso de los años, la luz fue intensificándose cada vez más en cuanto al asunto de la salvación del alma, y pudimos diferenciar los aspectos de la salvación de Dios que corresponden a las tres partes de nuestro ser. Nuestro espíritu ha caído; es por ello que necesitamos la salvación de nuestro espíritu. Nuestra alma fue arruinada; es por ello que necesitamos la salvación para nuestra alma arruinada. Más aún, nuestro cuerpo fue corrompido y quedó sujeto a la muerte; por lo tanto, necesitamos la salvación para nuestro cuerpo corrupto y moribundo.
El libro de Génesis revela que Dios creó al hombre con el propósito de expresarse a Sí mismo a través del hombre. A fin de lograr este propósito, Dios creó al hombre con tres partes, una de las cuales es el espíritu humano, el órgano mediante el cual podemos contactar a Dios y recibirlo en nuestro ser. Así como Dios creó el estómago para recibir el alimento y digerirlo, también creó nuestro espíritu para contactar, recibir e incluso digerir a Dios. Cuando el Señor Jesús, Dios encarnado, vino, Él dijo que era el pan de vida y que todo aquel que le comiera viviría por causa de Él (Jn. 6:48, 57). Así pues, el propio Dios encarnado se comparó a Sí mismo con el alimento. El alimento no es para que lo guardemos en un armario o en la nevera, sino para que lo comamos y digiramos. El hecho de que el Señor Jesús se comparara con el alimento, el pan de vida, nos muestra que necesitamos comerlo y digerirlo. ¿Le molesta a usted el pensamiento de que el hombre puede digerir a Dios? Digerir a Dios es algo muy positivo, pues la intención de Dios es forjarse a Sí mismo en nuestro ser. La única manera en que algo que está fuera de nosotros puede forjarse en nuestro ser es que lo comamos y digiramos. Por esta razón, Dios nos creó con un espíritu como órgano para que pudiéramos recibirlo y digerirlo, es decir, para que pudiéramos tomarlo como nuestro suministro de vida.
Juan 4:24 dice que Dios es Espíritu y que los que le adoran deben adorarlo en espíritu. Esto significa que debemos contactar a Dios. Cuando le contactamos, Él viene a nosotros no sólo como nuestra vida, sino también como nuestro suministro de vida. El Señor es tanto la vida como el pan de vida. En Juan 11:25 el Señor dijo que Él era la vida, y en Juan 6 dijo que Él era el pan de vida. Después que recibimos la vida, debemos recibir el suministro de vida. Si un bebé no recibe alimento después de que nace, morirá. Así que, primeramente Cristo llega a ser nuestra vida, e inmediatamente después, el propio Cristo que es nuestra vida llega a ser nuestro suministro de vida. Esto no tiene que ver con nuestra mente sino con nuestro espíritu.
Nota: Esperamos que muchos se beneficien de estas riquezas espirituales. Sin embargo, para evitar cualquier tipo de confusión, les pedimos que ninguno de estos materiales sean descargados o copiados y publicados en otro lugar, sea por medio electrónico o por cualquier otro medio. Living Stream Ministry mantiene todos los derechos de autor en estos materiales, y esperamos que ustedes los que nos visiten respeten esto.