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Mensajes para creyentes nuevos: Disciplina de Dios, La #19por Watchman Nee

ISBN: 978-0-7363-0096-4
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Actualmente disponible en: Capítulo 1 de 1 Sección 6 de 8

A. Partícipes de la santidad de Dios

¿Qué beneficio tenemos de esta disciplina? Llegamos a ser partícipes de la santidad de Dios. ¡Esto es glorioso! La naturaleza de Dios es santidad. También podemos decir que Su carácter es santidad. Es por esto que El se vale de muchas formas para disciplinar a Sus hijos. Desde que creímos en el Señor, Dios nos ha estado disciplinando. El nos disciplina con el propósito de que participemos de Su santidad, su naturaleza y Su carácter. La Biblia habla de diferentes clases de santidad. En Hebreos se refiere específicamente al carácter de Dios. Que Cristo sea nuestra santidad, es una cosa, pero que nosotros seamos santificados en El, es otra. La santidad de la que se habla aquí se forja en nosotros; no es un don que recibamos repentinamente, y se relaciona con nuestra constitución. Esto es algo que hemos recalcado por años. Significa que Dios forja algo en nosotros de una manera gradual. La santidad que se menciona aquí es forjada en nosotros por medio de la disciplina, de azotes y de la obra diaria que Dios realiza en nuestro interior. Su disciplina y operación tienen el propósito de hacernos partícipes de Su santidad.

Después de sufrir un leve castigo, participamos de Su santidad. Después de sufrir más corrección, recibimos más santidad. Si permanecemos bajo la disciplina de Dios, conoceremos gradualmente lo que es santidad. Si continuamos bajo la disciplina de Dios, Su santidad se forjará gradualmente en nuestro carácter. Si permanecemos bajo la disciplina de Dios hasta el final, seremos santos en nuestro carácter. ¡Nada es tan crítico como esto! Tengamos presente que la disciplina forja el carácter de Dios en nuestro ser. Toda disciplina tiene un resultado, y nosotros debemos cosechar los frutos de ella. Que el Señor tenga misericordia de nosotros para que Su disciplina siempre repose sobre nosotros y produzca cada vez más santidad, más lecciones aprendidas y más constitución de Dios. ¡La santidad se debe incrementar continuamente en nosotros!

B. La constitución
de un carácter santo

Después de que aceptamos al Señor y llegamos a ser hijos de Dios, El dispone diariamente nuestras circunstancias para disciplinarnos y corregirnos. Todas estas cosas son lecciones que necesitamos, pues tienen como fin forjar la santidad de Dios en nosotros. ¡Necesitamos mucha disciplina para que Dios pueda forjar en nosotros un carácter santo! Ante Dios nosotros tenemos una cantidad limitada de años para crecer en la vida cristiana. Si evadimos la disciplina de Dios, o no permitimos que produzca el efecto esperado en nosotros, nuestra pérdida será en verdad una pérdida eterna.

C. La santidad como don
y como constitución

Dios no solamente nos imparte Su santidad como un don, sino que también desea que participemos de ella por medio de la disciplina que nos aplica. El desea que seamos constituidos de Su santidad, y quiere forjarla paulatinamente en nuestro ser. Una persona de carne, como nosotros, necesita que se le aplique la disciplina divina durante muchos años para que el carácter y la naturaleza de Dios se forjen en ella. Necesitamos toda clase de reveses, dificultades, ajustes, fracasos, exhortaciones y correcciones para poder participar del carácter santo de Dios. ¡Este es un asunto muy importante! Dios no nos da la santidad como un simple don; debe ser forjada en nosotros. ¡Dios tiene que forjar en nosotros Su santidad!

Este es uno de los varios aspectos de la salvación descrita en el Nuevo Testamento. Dios primero nos da algo, y luego forja eso mismo en nosotros. Poco a poco El nos constituye de aquello mismo. Cuando tenemos ambos aspectos, tenemos la salvación plena. Uno es un don de Cristo, y el otro es lo que forja el Espíritu Santo en nosotros. Este es un aspecto distinto que menciona el Nuevo Testamento. Uno es un don, y el otro es algo que se forja en uno. Entre todas las cosas cruciales del Nuevo Testamento, podemos afirmar sin temor a equivocarnos que Dios nos hace partícipes de Su santidad al disciplinarnos.

VI. LA DISCIPLINA PRODUCE FRUTO
APACIBLE DE JUSTICIA

El versículo 11 dice: “Es verdad que ninguna disciplina al presente parece ser causa de gozo, sino de tristeza; pero después da fruto apacible de justicia a los que por ella han sido ejercitados”.

El apóstol aquí destaca las palabras al presente y después. Es un hecho que mientras uno es disciplinado no está contento, sino triste. No piensen que es incorrecto sentirse afligido cuando experimenta la disciplina de Dios, pues ésta es un sufrimiento. La Biblia no dice que la cruz sea un gozo. Por el contrario, afirma que la cruz es una aflicción y nos hace sufrir. El Señor menospreció el oprobio por el gozo puesto delante de Sí. La Biblia no dice que la cruz traiga gozo; la cruz no es un placer; es un sufrimiento. Es perfectamente aceptable que nos duela y nos sintamos afligidos cuando somos disciplinados.

Necesitamos aprender la obediencia. Solamente por medio de ésta podemos participar de la santidad de Dios. Es verdad que ninguna disciplina “al presente” parece ser causa de gozo. Por el contrario, nos produce tristeza, lo cual no nos sorprende, ya que es normal que nos sintamos así. El Señor no consideró las aflicciones un asunto de gozo cuando estaba pasando por ellas. Por supuesto, podemos convertirlas en gozo. Pedro dijo que podemos regocijarnos en las diversas pruebas (1 P. 1:6). Por una parte, experimentamos sufrimiento, y por otra, reconocemos que hay gozo. Cómo nos sentimos es una cosa, y cómo juzguemos la prueba es otra cosa. Podemos sentirnos tristes, pero al mismo tiempo, debemos considerar las pruebas como un motivo de gozo.


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