Cómo disfrutar a Dios y cómo practicar el disfrute de Diospor Witness Lee
ISBN: 978-0-7363-6564-2
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
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Los que se acercaron al Señor Jesús cuando estuvo en la tierra pensaron que Él era un maestro, un rabino, y que Él había venido a enseñarles a los hombres como debían comportarse. Sin embargo, el Señor Jesús les mostró una y otra vez que no había venido a dar enseñanzas a los hombres. Él no era un maestro ni un rabino. Él es vida; es el pan de vida, y vino para que los hombres le recibieran como alimento, y no para impartirles enseñanzas. Por esta razón, Él a menudo habló de ser comido por los hombres. A veces usaba parábolas, y otras veces hablaba en términos sencillos. El pasaje más claro está en Juan 6 donde el Señor le dijo a la multitud alrededor de Él que Su carne era verdadera comida y Su sangre era verdadera bebida, que los que comieran Su carne y bebieran Su sangre tendrían vida eterna, y que los que le comieran vivirían por causa de Él.
Cuando el pueblo escuchó estas palabras, no las entendieron y pensaron: “¿Cómo puede este hombre ser comido? ¿Cómo podemos comer Su carne y beber Su sangre?”. El Señor entonces, a continuación, les explicó que el Espíritu es el que vivifica, el que da vida, y que la carne para nada aprovecha. Al decirnos que comiéramos Su carne y bebiéramos Su sangre, Él no se estaba refiriendo a Su carne visible, porque Su carne visible no puede dar vida. El Espíritu es el que da vida. El Señor Jesús claramente explicó que nosotros podíamos comerle al volvernos a nuestro espíritu, porque Él es el Espíritu. A fin de comer al Señor, beber de Él y disfrutarle, debemos volvernos al Espíritu que está en nuestro espíritu.
El Señor en Juan 6 dijo que Él es el Espíritu, y cuando le dijo al pueblo que le bebieran en el capítulo 7, dijo una vez más que Él era el Espíritu. Comerle a Él es comer al Espíritu, y también beberle a Él es beber al Espíritu. Tanto el comer como el beber son asuntos que se llevan a cabo en el Espíritu.
Necesitamos saber que Dios, en cuanto a Su esencia, es Espíritu. Cuando el Señor Jesús habló con la mujer samaritana, le dijo que la adoración apropiada no es la que se ofrecía en ese monte ni en Jerusalén, sino que Dios es Espíritu y que los que le adoran deben adorarle en espíritu. Fundamentalmente, Dios es Espíritu. Es difícil comer y beber a Dios si lo consideramos una persona física o visible. Debemos ver que Dios es Espíritu. Si entendemos esto, no nos resultará difícil recibir a Dios y asimilarlo.
Hoy en día nuestro Dios no es simplemente el Espíritu Santo. Hay mucho más que podemos decir acerca de Él. Un día el Dios que es Espíritu entró en la humanidad. Dios nació de una mujer y se hizo hombre. Éste es Jesús, la Palabra encarnada. En ese momento Dios el Espíritu entró en la humanidad y se mezcló con el hombre. Él se vistió de carne humana y tomó forma de hombre. Llevó una vida humana por treinta y tres años y medio, la cual fue una vida humana perfecta. Éste fue el primer paso.
En Su segundo paso, Él murió en la cruz. En Su muerte en la cruz, Él llevó nuestros pecados. Él derramó Su sangre para resolver el problema de nuestros pecados delante de Dios. Mientras Él era juzgado y crucificado, el pecado mismo estaba siendo juzgado y crucificado. Por un lado, Él resolvió el problema de nuestros pecados delante de Dios; por otro, el pecado que mora en nosotros también fue juzgado. En la cruz, Él también crucificó nuestra carne, la vieja creación, y juzgó a Satanás y el mundo. Él gustó la muerte por nosotros y destruyó el imperio de la muerte. Así pues, Su muerte en la cruz resolvió estos seis problemas: los pecados, el pecado, nuestra carne, que es la vieja creación, Satanás, el mundo y la muerte. Estas seis cosas fueron juzgadas en la cruz por medio de la muerte del Señor Jesús.
En Su tercer paso, Él salió de la muerte y entró en resurrección, plenamente venciendo y trascendiendo así la esfera de la muerte para entrar en Dios. Cuando entró en Dios, entró junto con Su humanidad. Cuando ascendió a los cielos, Su humanidad también fue elevada a los cielos.
Por último, en Su último paso, en Su resurrección y ascensión, el Señor llegó a ser el Espíritu. Dios, quien es Espíritu, se encarnó para ser un hombre en la tierra. Él se mezcló completamente con el hombre. Experimentó el vivir humano y fue crucificado en la cruz, con lo cual fue resuelto el problema de los pecados del hombre y los problemas relacionados con el pecado, la carne, Satanás, el mundo e incluso la muerte. En otras palabras, Él quitó todos los obstáculos que nos impedían acercarnos a Dios. Después de esto salió de la esfera de la muerte y entró en la esfera de la resurrección y ascensión, con lo cual introdujo Su humanidad en Dios. Nuestro Dios ahora ha llegado a ser este Espíritu. Todos los procesos, los pasos y los elementos en Dios se hallan de manera todo-inclusiva en el Espíritu. El Espíritu Santo ya no es tan sencillo; en Él se incluyen muchas cosas. En el Espíritu están el Padre, el Hijo, la encarnación, la unión con el hombre, el vivir humano, la crucifixión y el que se ponga fin a los pecados y al pecado mismo. En esta persona se encuentra la solución a los problemas de la carne, Satanás, el mundo y la muerte. Hay victoria sobre la muerte en la resurrección. En esta persona también tenemos nuestra entrada en Dios por medio de la introducción de la humanidad en Dios mediante la ascensión. Hoy en día todos estos asuntos se incluyen en el Espíritu.
Debemos recordar que el Dios a quien contactamos hoy es este Espíritu. El Dios a quien inhalamos y a quien recibimos al comer y beber de Él es este Espíritu. El Padre está en Él, y el Hijo también está en Él. La encarnación, la unión con el hombre, el vivir humano y la crucifixión, todo ello, se halla en Él. El que se ponga fin a los pecados, la solución al pecado y a los problemas de la carne, Satanás, el mundo y la muerte también se hallan en Él. La resurrección está en Él. También en Él se incluye el hecho de que el hombre está en Dios y ha sido introducido a los cielos. Todos estos procesos y todos estos elementos ahora se incluyen en Él.
Por ejemplo, podemos añadir jugo de uvas y azúcar a un vaso de agua. Cuando lo bebemos, recibimos el jugo de uvas, el azúcar y el agua. Todos estos ingredientes se incluyen en esta bebida. Ahora el Padre está en el Hijo, y el Hijo está en el Espíritu. Por lo tanto, todo lo que es del Padre se incluye en este Espíritu, y todas las experiencias y logros del Hijo también se incluyen en este Espíritu. Por lo tanto, podemos afirmar que todo lo que el Dios Triuno es y ha hecho se incluye en este Espíritu. Por esta razón, es conveniente y necesario comer y beber de Dios, porque hoy en día Él es el Espíritu. Siempre y cuando inhalemos al Espíritu, podremos comer y beber de Dios.
Es preciso que veamos que Dios es el Espíritu. Él pasó por el proceso de encarnación, vivir humano, muerte, resurrección, ascensión y glorificación. Todos estos asuntos están ahora en el Espíritu. El Señor dijo que el Espíritu es el que da vida. También dijo que recibir al Espíritu es beberle. Por consiguiente, comer y beber son acciones que dependen del Espíritu. El Señor también dijo que Dios es Espíritu, y que los que le adoran y tienen contacto con Él, deben hacerlo en espíritu. Dios se ha dado a nosotros como nuestro alimento. Él desea entrar en nosotros a fin de ser nuestro todo. Su deseo es que nosotros le comamos y bebamos. Pero, ¿cómo le comemos y bebemos? Sus palabras dejan claro que el comer y el beber se efectúan en la esfera espiritual, y no en la esfera física. La carne física para nada aprovecha; el Espíritu es el que da vida. Así que, lo único que necesitamos hacer es aprender a ejercitar nuestro espíritu para contactar a Dios.
A fin de recibir cualquier cosa, necesitamos usar el órgano adecuado. Por ejemplo, recibimos el sonido con nuestros oídos, los colores con nuestros ojos, el alimento con nuestra boca y el aire con nuestros pulmones. Es claro que para recibir cualquier cosa debemos usar el órgano correcto. Debido a que Dios no es un objeto, no existe posibilidad alguna de que lo recibamos con nuestros sentidos físicos. No podemos tocar a Dios, oler a Dios, gustar a Dios, ver a Dios ni escuchar a Dios. Es inútil que tratemos de contactar a Dios con nuestros cinco sentidos. Pero como les he dicho repetidas veces, hay otro órgano en nosotros: nuestro espíritu. Dentro de cada uno de nosotros hay un espíritu. Debemos contactar a Dios y recibirlo con este espíritu.
Algunas personas ejercitan su mente en vez de su espíritu cuando oran. Cuando les viene a la mente una frase, la expresan, y también expresan la siguiente frase que les viene a la mente. Oran conforme a los pensamientos de su mente. Cuando su mente se distrae con otras cosas, ellos espontáneamente también oran conforme a dichas cosas. Una vez el pastor de una denominación le pidió a un anciano que orara al final del sermón. Debido a que durante el sermón el anciano había estado preocupado con su negocio, sin quererlo terminó expresando en su oración algunas frases relacionadas con su negocio. Toda la congregación se echó a reír. Aunque esto tal vez parezca chistoso, nosotros también hemos orado de esta manera. Hemos hecho oraciones que en realidad no eran oraciones. Las oraciones que proceden de la mente son un estorbo, pues nos impiden comer y beber a Dios y, por ende, nos impiden recibirle. No importa cuántas oraciones hagamos con nuestra mente, ninguna de ellas nos llevará a tocar a Dios.
Dios es Espíritu. Por lo tanto, recibir a Dios y asimilarlo es un asunto completamente relacionado con el espíritu. Debemos restringir nuestra mente cuando oremos. Debemos ejercitarnos para orar con nuestro espíritu. En vez de dedicar tiempo para pensar por cuáles asuntos orar, debemos prestar atención a nuestro sentir interior. Al arrodillarnos delante del Señor, es posible que no tengamos ninguna palabra que expresar. Sin embargo, debido a una carga muy pesada, a una presión que sentimos en nuestro espíritu, podemos gemir y suspirar delante de Dios. Ésta es una oración muy genuina. ¿Han tenido ustedes esta clase de experiencia? Por lo general, gemimos en nuestra oración cuando nos encontramos en una situación difícil, debido a que la situación agota la capacidad de nuestra mentalidad. Cuando el sufrimiento es intenso, nuestra mente no puede controlar la situación, y el espíritu es liberado por medio de nuestro gemir delante de Dios. Ésta es la mejor clase de oración; es la clase de respiración más preciosa.
Debemos aprender a detener nuestros pensamientos y contactar a Dios en espíritu no sólo cuando oramos, sino también mientras caminamos por la calle, cuando vamos en el autobús o mientras trabajamos. Cuanto más tiempo pasemos en el espíritu, más contacto tendremos con Dios y más le absorberemos, comeremos y beberemos. No se trata de lo que oramos, pues, asimilaremos a Dios en tanto que nos volvamos a nuestro espíritu.
Nota: Esperamos que muchos se beneficien de estas riquezas espirituales. Sin embargo, para evitar cualquier tipo de confusión, les pedimos que ninguno de estos materiales sean descargados o copiados y publicados en otro lugar, sea por medio electrónico o por cualquier otro medio. Living Stream Ministry mantiene todos los derechos de autor en estos materiales, y esperamos que ustedes los que nos visiten respeten esto.