Cristo como la realidadpor Witness Lee
ISBN: 978-0-7363-3063-3
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
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Cristo, como la realidad del tabernáculo, trajo a Dios a la tierra; sin embargo, sin Cristo como las ofrendas nosotros simplemente no podríamos cumplir los requisitos de Dios. ¡Aleluya, Cristo es toda clase de ofrendas y en ellas cumple con los requisitos del lino blanco, el oro y los querubines. Cristo como las ofrendas tiene la capacidad, está calificado y equipado para cumplir todos los requisitos de la justicia, la santidad y la gloria divinas. ¡Alabado sea el Señor que tenemos a Cristo! ¿Y quién es Cristo? Cristo es la justicia de Dios, Cristo es la santidad de Dios y Cristo es la gloria de Dios. Cuando tenemos a Cristo, tenemos estos tres atributos de Dios y entonces somos capaces de cumplir con todos los requisitos divinos, mas no por nosotros mismos sino en Cristo y por medio de Cristo. ¡Aleluya, Cristo es nuestra justicia! ¡Cristo es nuestra santidad! ¡Cristo es nuestra gloria! Todo cuanto Dios exige lo tenemos, porque tenemos a Cristo. Por tanto, podemos entrar en la Tienda de Reunión con paz y gozo para reunirnos con Dios.
Por un lado, Cristo es el tabernáculo para que Dios venga a nosotros, y por el otro, Cristo es las ofrendas para que nosotros podamos ir a Dios. Él es el camino para que Dios venga al hombre y Él también es el camino para que el hombre vaya a Dios. Finalmente, Él es la Tienda de Reunión misma. Aquí nos reunimos no sólo los unos con los otros, sino también con Dios. Esto se debe a que Cristo trae a Dios a nosotros, y Cristo nos lleva a nosotros a Dios.
En el libro de Levítico vemos que Cristo es tipificado por muchas clases de ofrendas. Al leer detalladamente los primeros seis o siete capítulos, veremos al menos cinco ofrendas principales: el holocausto, la ofrenda de harina, la ofrenda de paz, la ofrenda por el pecado y la ofrenda por la transgresión. Acompañando a estas cinco ofrendas están la ofrenda mecida y la ofrenda elevada. Pero ¿por qué necesitamos tantas clases de ofrendas? Esto se debe a la condición en la que nos encontramos delante de Dios, la cual tiene al menos cinco o siete aspectos.
La primera condición es que no somos para Dios. Por supuesto, antes de que fuésemos salvos no éramos en lo absoluto para Dios. Ahora que somos salvos, en cierto sentido somos para Dios, pero en otro sentido aún no lo somos. ¿Se han entregado totalmente a Dios? Éste es el primer aspecto de nuestra condición. Ya sea que seamos buenos o malos, o que hagamos lo correcto o lo incorrecto, lo lastimoso es que realmente no somos para Dios. Usted puede hacer el bien y no ser para Dios; de la misma manera otros pueden hacer el mal y tampoco son para Dios. Así que sin importar si somos buenos o malos, no somos para Dios en lo absoluto. Una persona puede ser un ladrón de bancos, y la otra un caballero, pero ninguno de los dos es para Dios. Por tanto, en cierto sentido todos somos iguales, así seamos ladrones o catedráticos. En ocasiones, aun los maestros cristianos, los predicadores y los pastores no son para Dios. Tal vez nuestra lectura de la Biblia no sea para Dios, de la misma manera que cuando leemos una revista no lo hacemos para Dios.
¿Verdaderamente a usted le interesa Dios en forma absoluta? ¿Podría decir que todo lo que hace, dice y todo lo que es usted es ciento por ciento para Dios? No, ninguno de nosotros podría francamente decir esto. ¿Entonces qué podemos hacer? ¡Debemos tomar a Cristo! Lo necesitamos como nuestro holocausto. El holocausto significa que Cristo es total y absolutamente para Dios. Si leen de nuevo los cuatro Evangelios verán a un Hombre viviendo en la tierra que era ciento por ciento para Dios. Todo lo que Él era, todo lo que Él habló y todo lo que hizo era absolutamente para Dios. Nosotros, por el contrario, no somos para Dios; somos para nuestros propios intereses y predilecciones. Pero Cristo como el holocausto es totalmente para Dios.
En el pasado me daba cuenta de que necesitábamos a Cristo sobre todo como nuestra ofrenda por la transgresión, pero hoy en día mi entendimiento ha cambiado. Primeramente necesitamos a Cristo como el holocausto debido a que nuestro primer problema con Dios no son las transgresiones, sino el no ser entregados a Dios. Hayamos transgredido o no, aún no somos para Dios. Tal vez no hayamos hecho nada malo, pero aún no somos absolutos para Dios. Tal vez yo no tenga problemas con esta persona o aquella, pero sí estoy mal con Dios, porque aún no soy absolutamente para Él. Así que nuestra primera necesidad es Cristo como el holocausto.
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