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Lo que el reino es para los creyentespor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-7228-2
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Actualmente disponible en: Capítulo 8 de 10 Sección 2 de 3

EL TERCER PASO EN LA EJECUCIÓN
DE LA ADMINISTRACIÓN DE DIOS:
DISCIPLINAR AL HOMBRE POR MEDIO DEL ENTORNO

El tercer paso de la administración de Dios corresponde a la disciplina, el castigo. Después que somos salvos, debemos amar a nuestras esposas y tratar a otros con mansedumbre bajo el gobierno de Dios. Esto no es simplemente una enseñanza de la Biblia, sino también una exigencia que nos hace la vida que está en nosotros. El Espíritu Santo que mora en nosotros a menudo nos exige relacionarnos con nuestra familia con mansedumbre y tratar a otros con consideración. El Espíritu Santo nos da el sentir de que si no tratamos a nuestra familia con mansedumbre, nos estamos rebelando al gobierno de Dios. Sin embargo, muchas veces nos comportamos descuidadamente, pues hacemos caso omiso al sentir del Espíritu Santo en nosotros y actuamos según nuestra propia voluntad. Cuando queremos enojarnos, nos enojamos, y hasta podemos reprender a las personas con palabras ofensivas. Cuando Dios ve que no nos sometemos a Su autoridad y gobierno, Él se ve obligado a ejecutar el tercer paso de Su administración, en el cual nos disciplina, nos castiga, por medio del entorno.

Por ejemplo, supongamos que una mañana un hermano tiene una discusión con su esposa, y después que sale de la casa, tiene un pequeño accidente automovilístico. En ese momento el Espíritu Santo lo reprende interiormente por haber discutido con su esposa, y él se da cuenta de que el accidente viene de la mano de Dios en Su administración gubernamental. Así que él espontáneamente se arrepiente, confiesa su falta y ora: “Oh Señor, perdóname y sálvame. No volveré a hacerlo”. Sin embargo, después de este incidente, él vuelve a estar en sí mismo, y pronto su enojo se manifiesta y estalla libremente, sin ninguna señal de que él esté bajo el gobierno de Dios. Él se había arrepentido y había confesado su falta; no obstante, después del incidente aún no estaba bajo el gobierno de Dios, pues se había enojado como le agradaba. En ese momento Dios sólo podrá decir: “Nuevamente ejerceré Mi administración sobre esta persona”. Así que esta vez la disciplina será más severa. Es posible que el hermano se enferme gravemente y que esa enfermedad que no sane después que él se lamenta y se arrepiente. Quizás se tarde medio año en recuperarse y tenga que estar confinado en cama, con lo cual Dios lo disciplina.

Hoy en día la mayoría de los cristianos saben de la doctrina en cuanto a la disciplina y el castigo. Sin embargo, esta disciplina, este castigo, no es simplemente una doctrina, sino también algo que está relacionado con la administración gubernamental de Dios.

DIOS DISCIPLINA A SUS HIJOS
SEGÚN SU SABIDURÍA Y BENEPLÁCITO

Un hermano una vez me preguntó: “Conozco a un hermano que verdaderamente ha sido salvo, pero lo he visto enojarse con su esposa por más de diez años, incluso hasta el día de hoy. ¿Por qué Dios no lo ha disciplinado por medio del entorno durante toda su vida?”. Esta situación perturbaba mucho a este hermano. En otros casos, después que un hermano es salvo, parece que puede continuar amando el mundo, yendo de un lugar a otro en el mundo. A pesar de que él se rebela contra el gobierno de Dios y no se somete al segundo paso de Su administración, Dios aparentemente no ejecuta sobre él el tercer paso de la disciplina. Hay situaciones que son aún más desconcertantes. Pareciera que con respecto a algunos hermanos, cuanto más aman el mundo, más prosperan, más éxito tienen y más dinero ganan. ¿Por qué sucede esto?

Según nuestro entendimiento, todo el que ama el mundo Dios lo disciplinará o le destruirá las cosas mundanas. Pero, de hecho, Dios es más grande que nuestros conceptos. Su administración, Su gobierno, está por encima de lo que imaginamos o determinamos. Tal vez pensemos que si los hijos de Dios cometen un error hoy, Dios los disciplinará hoy. Sin embargo, nuestro Dios no es iracundo. Si cuando los niños cometen un error, sus padres los disciplinaran inmediatamente, ello mostraría que los padres son iracundos. No obstante, algunos padres son pacientes y tolerantes. Saben que sus hijos han hecho algo malo, pero no los disciplinan inmediatamente. Al contrario, todavía se preocupan por hacer que sus hijos estén contentos. Ellos esperan hasta el fin de semana para disciplinar a sus hijos o hasta que terminen un examen en la escuela. Los padres ejercitan prudencia porque saben que puesto que viene un examen, deben primero cuidar de sus hijos, alimentándolos para que estén bien y puedan tomar el examen. Los padres que son así no tienen un criterio estrecho. No disciplinan inmediatamente a sus hijos por sus errores, sino que primero tienen en cuenta la educación escolar y exámenes de sus hijos. Si los padres inmediatamente disciplinan a sus hijos, ello indica que son iracundos y que tienen una mentalidad muy estrecha.

Si los padres son de amplio criterio y moderados en su temperamento, después de que vean a sus hijos cometer un error, considerarán si es apropiado castigarlos enseguida o si deben esperar a otro momento. Después de pensarlo, posiblemente piensen que según la situación presente y necesidad de sus hijos, no es apropiado que traten el asunto inmediatamente. Por esa razón, deciden esperar varios días antes de tratar el asunto. Al cuidar de nuestros hijos de diferentes edades, todos tenemos diferentes maneras de tratar las cosas según sus diferentes necesidades. A modo de ejemplo, supongamos que un padre tiene una hija de apenas cuatro o cinco años; ella todavía no va a la escuela y pasa la mayor parte del tiempo jugando en casa. Un día ella hace una travesura y es sorprendida. Por esta razón, el padre la llama y le pregunta: “¿Sabes que hiciste algo malo?”. Ella dice: “Sí”. Entonces añade el padre: “¿Crees que deberías ser castigada por hacer eso?”. Ella sabe que debe ser castigada. Así que el padre le pregunta: “¿Cuántas palmadas crees que debo darte?”. A lo cual ella contesta: “Tres”. Al final el padre sólo le da dos palmaditas, y ella se va llorando.

Al día siguiente su hermano mayor comete el mismo error, y ella se siente contenta de que tendrá un compañero que, como ella, habría sido castigado. Así que corre y le dice a su papá: “Papá, mi hermano cometió el mismo error que yo”. Esto puede ocurrir cerca de la hora en que el hermano tiene que irse a la escuela. Así que, después de considerar un poco el asunto, el padre deja que su hermano vaya primero a la escuela. Cuando la niña ve que su hermano se ha ido a la escuela, se queja, diciendo: “Yo hice algo malo ayer, y mi padre me dio dos palmadas. Pero hoy mi hermano también hizo algo malo, y mi padre no lo castigó, sino que lo dejó ir a la escuela”. Mientras dice esto, ella acude a su madre y le pide que la ayude a defender su caso.

En realidad, no es que su padre haya desechado el castigo, sino que ha decidido guardárselo. Quizás el padre no castigue a su hijo ese día, sino que le dé dinero para comprar su almuerzo porque tenía que quedarse en la escuela por varias horas. De esta manera, el padre cuida de las necesidades de su hijo, deseando que estudie bien, pero su hija menor se enoja al ver esto. Ella vio que cuando su hermano hizo algo malo, su padre, en lugar de castigarlo, lo dejó ir a la escuela e incluso le dio dinero para comprar comida. Ella se preguntó: “¿Cómo puede suceder eso?”. No conocía el corazón de su padre. Si él hubiera castigado a su hermano en ese momento, quizás su hermano habría rehusado ir a la escuela, y esto habría afectado sus estudios, lo cual habría sido una pérdida para él. Por lo tanto, el padre simplemente lo dejó ir a la escuela y cuidó de él para que pudiera estudiar bien. Unos días después, quizás el día sábado, debido a que no había escuela al día siguiente, el padre pudo castigarlo y de ese modo tratar el asunto.

Este ejemplo nos ayuda a ver algo en cuanto a la manera en que Dios disciplina. Hebreos 12 dice que “nuestros padres carnales [...] nos disciplinaban [...] como les parecía” (vs. 9a, 10a), lo cual significa que los padres saben disciplinar a sus hijos de la manera más provechosa. Sin embargo, cuando el Padre de los espíritus nos disciplina, Él sabe aún mucho más el momento oportuno para disciplinarnos (vs. 9b, 10b). Nunca debemos pensar que Dios debe disciplinar y castigar a todos Sus hijos hoy. No hay tal límite de tiempo en la Biblia. Al contrario, la Biblia muestra que cuando el Señor venga, algunos esclavos recibirán un mayor castigo (Mt. 24:48-51).

Nuestro Dios es muy grande. A diferencia de nosotros, Él no se enoja fácilmente; Él no nos disciplinará inmediatamente después de vernos cometer un error. Él es muy grande, y en particular, está lleno de sabiduría. Con respecto a algunos, los disciplina inmediatamente, mientras que con respecto a otros, espera cierto tiempo. ¿Cuánto tiempo esperará? Él podría esperar hasta que regrese. En nuestro ejemplo anterior, el padre esperó hasta el día sábado para tratar la falta del hijo. Nuestro “sábado” será el tiempo de la venida del Señor. En aquel tiempo Él arreglará cuentas con nosotros. Él nos examinará y escuchará nuestro caso; aquel tiempo será Su juicio. Espero que esto deje una profunda impresión en nosotros. Sin embargo, esto no es una amenaza; más bien, es la luz que recibimos de la Biblia.

En la reunión de la mesa del Señor, a los hijos de Dios siempre les gusta orar de esta manera: “Oh Señor, Tú eres tan placentero. Tú eres del todo deseable”. También en la reunión de oración oran: “Señor, Tú eres todo deseable. Oh Señor, Tú eres bueno”. Es cierto que la Biblia dice que el Señor es placentero y deseable (Cnt. 1:16; 5:16). Sin embargo, también debemos conocer el temor del Señor (2 Co. 5:11). Por consiguiente, cuando exhortemos a otros, no sólo debemos decirles que el Señor es deseable, sino también hablarles acerca del temor del Señor. Un día los que hemos sido salvos tendremos que estar delante de Él. Es conforme a Su administración que Él nos da gracia. Él no puede concedernos gracia y al mismo tiempo olvidarse de Su administración; más bien, Él imparte Su gracia y al mismo tiempo lleva a cabo Su administración. No es posible disfrutar de la impartición de Su gracia sin experimentar la ejecución de Su administración.

Todo lo que Él hace para con nosotros está relacionado con Su administración gubernamental. Si somos una persona salva, debemos estar bajo Su gobierno; esto es conforme al principio de Su administración. Si no somos gobernados por Él, sino que nos comportamos según nuestra voluntad y deseo, de ningún modo podremos escapar el tercer paso de Su administración, que es Su disciplina en forma de castigo. Sin embargo, esta disciplina es según Su beneplácito y Su multiforme sabiduría. Si Él cree que es provechoso disciplinarnos hoy, lo hará hoy; pero si considera que es provechoso disciplinarnos en el futuro, en un momento más indicado, lo hará entonces. En tanto que no vivamos bajo el gobierno de Su vida, tarde o temprano experimentaremos Su disciplina en nuestro entorno; esto es algo inevitable.

Todos debemos considerar seriamente si es aceptable que una persona salva, que ha recibido la salvación del Señor y ha llegado a ser un hijo de Dios, continúe comportándose relajadamente, según sus propios deseos. ¿Es aceptable que él no haga caso de la voluntad de Dios y desatienda el gobierno de Dios? Supongamos que una persona salva permanece simplemente salva, actuando conforme a sus propios deseos por toda su vida sin mostrar ninguna preocupación por la administración de Dios. Supongamos que finalmente cuando el Señor Jesús viniera, introdujera a esta persona en Su reino incondicionalmente para reinar con Él y luego la llevara a la Nueva Jerusalén para disfrutar de la bendición eterna de Dios. Si hiciera esto, ¿podría ser llamado el Dios justo? Si procediera de esta manera, el Dios del universo ciertamente sería un Dios irrazonable que no tiene ninguna administración ni gobierno; como mucho sería un Dios benevolente.

Sin embargo, nuestro Dios no es así. Él no simplemente nos da gracia continuamente independientemente de lo que hagamos; tampoco después que alguien es salvo y llega a ser un hijo de Dios, Dios simplemente lo ama ciegamente, concediéndole gracia, paz y bendiciones, y finalmente, cuando el Señor Jesús regrese, le permitirá reinar con Él y entrar en la Nueva Jerusalén. Nuestro Dios no es un Dios que es sólo bondadoso y bueno. En vez de ello, Él tiene pensamientos, principios y reglas; todo lo que Él hace es conforme a Su plan. Todas las cosas deben ser reunidas bajo una cabeza en Él y someterse a Su gobierno. Él nos concede la salvación para que nos sometamos a Su Hijo y seamos hijos de obediencia que se someten a Su autoridad y gobierno. Si no nos sometemos a Su gobierno y autoridad, Él no nos dejará tan fácilmente sin disciplina. Al contrario, Él tendrá que ejecutar el tercer paso de Su administración sobre nosotros. Si no nos disciplina hoy, nos disciplinará más tarde.


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